conmemorada el 23 de septiembre.
El Santo Profeta Malaquías profetizó que antes del nacimiento del Mesías aparecería Su Precursor e indicaría Su venida. Los judíos, por lo tanto, al esperar al Mesías también esperaban la aparición de Su Precursor.
En una ciudad de las colinas de Judea en la tierra de Palestina vivía el justo sacerdote san Zacarías y su esposa santa Isabel, celosos observantes de los mandamientos del Señor. Al matrimonio, sin embargo, lo sobrevino un infortunio: permanecían sin hijos en su vejez y oraban sin cesar a Dios a fin de que les concediera un hijo.
Una vez, cuando san Zacarías tomó su turno como sacerdote en el Templo de Jerusalén, entró en el Santuario para ofrecer incienso. Yendo detrás del velo del Santuario, vio un ángel de Dios de pie al lado derecho del altar del incienso.
San Zacarías se asombró y se detuvo a causa del temor, mas “El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios” (Lc 1:13-16). Pero Zacarías no creyó las palabras del mensajero celestial, y entonces “El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras” (Lc 1:19-20).
Entre tanto, el pueblo aguardaba a Zacarías y se pasmaba de que no hubiera salido del Santuario tras tan largo tiempo. Y cuando salió, se suponía que debía pronunciar una bendición sobre el pueblo, mas no fue capaz de hacerlo por cuanto se había quedado sin palabras. Cuando Zacarías explicó con gestos que no era capaz de hablar, el pueblo comprendió que el Santo había experimentado una visión. Se cumplió, pues, la profecía del Arcángel, y la justa Isabel fue librada de su esterilidad, dando a luz a Juan, el Precursor y Bautista del Señor.
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