conmemorados el 10 de julio.
Los cuarenta y cinco Mártires de Nicópolis en Armenia sufrieron durante el reinado del emperador Licinio (311-324), entonces corregente con san Constantino el Grande (21 de mayo). Licinio, el gobernante del Imperio de Oriente, persiguió ferozmente a los cristianos y emitió un edicto para ejecutar a cualquier cristiano que no retornara al paganismo. Cuando comenzaron las persecuciones en Nicópolis, cuarenta y cinco seguidores de Cristo decidieron presentarse voluntariamente ante sus perseguidores, confesar abiertamente su fe en el Hijo de Dios y aceptar el martirio. Los Santos Confesores estaban encabezados por Leoncio, Mauricio, Daniel, Antonio, Alejandro, Sisinio, Meneo y Belerad, quienes se distinguían por su virtuosa vida.
Lisias, procurador del distrito armenio, ante quien se presentaron los Santos Confesores, se asombró de la audacia y la valentía de aquellos que se condenaron voluntariamente a la tortura y la muerte. Trató de persuadirlos para que renunciaran a Cristo y ofrecieran sacrificios a los dioses paganos, pero los Santos se mantuvieron firmes. Refutaron todo argumento del gobernante, señalándole la falsedad de sus corrompidos dioses paganos que conducen a la ruina a sus adoradores. El procurador ordenó que los confesores fueran golpeados en el rostro con piedras, luego encadenados y encarcelados.
En la prisión los Santos se regocijaron y cantaron los Salmos de David. San Leoncio inspiró y animó a los hermanos, preparándolos para aceptar más grandes tormentos por la Fe verdadera, hablándoles de la valentía de todos los que habían sufrido antes por Cristo. Por la mañana, tras repetidas negativas a ofrecer sacrificios a los ídolos, los Santos fueron sometidos a nuevas torturas.
San Leoncio, viendo el intenso sufrimiento de los mártires, y temeroso de que algunos de ellos flaqueasen y perdiesen la fe, rogó a Dios que éstos tormentos cesaran pronto para todos ellos.
Cuando los Santos Mártires entonaban salmos a la medianoche, un Ángel del Señor se les apareció de pronto, y la prisión resplandeció de luz. El Ángel declaró a los mártires que su lucha llegaba a su fin, y sus nombres ya estaban inscritos en el Cielo. Dos de los guardias de la prisión, Meneo y Belerad, atestiguaron lo que sucedía y creyeron en Cristo.
A la mañana siguiente, Lisias decidió preguntarles si habían cambiado de opinión y estaban dispuestos a adorar a los ídolos. Con una sola boca, los Santos respondieron: “¡Somos cristianos! ¡Somos cristianos!”. Enfurecido, Lisias ordenó que cortaran sus manos y pies, y luego los arrojó al fuego. Después de ésto, sus huesos fueron lanzados a un río. Más tarde, cuando se concedió libertad a la Iglesia de Cristo, se construyó una iglesia en el sitio y se dedicó a los Cuarenta y Cinco Santos Mártires de Nicópolis.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). 45 Holy Martyrs at Nicopolis in Armenia. New York, Estados Unidos: OCA.
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