conmemorado el 19 de mayo de 2024.
Hoy, Domingo, 19 de mayo de 2024, Tercer Domingo de Pascua, la Iglesia de Cristo celebra la Fiesta de las Santas Mujeres Mirróforas (Portadoras de Mirra o del Bálsamo), al venerable José de Arimatea, que era un discípulo secreto, y también a Nicodemo, quien “vino a Jesús de noche”.
De éstos Santos, las Santas Mujeres Mirróforas fueron las primeras e infalibles testigos de la Resurrección de Cristo, mientras que José y Nicodemo fueron testigos de Su inhumación, elementos primarios y asaz esenciales de nuestra enseñanza dogmática.
Nuestro Señor, como bien sabían aquellas mujeres, fue bajado de la Cruz por José, que era sacerdote principal en la región de Judea llamada Arimatea.
Y como fue la tarde del día, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual también había sido discípulo de Jesús. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús: entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña: y revuelta una grande piedra a la puerta del sepulcro, se fue. (Evangelio según san Mateo, 27:57-60)
José obtuvo el consentimiento de Pilato de recoger el cuerpo de Jesús y enterrarlo. Y así hizo, lo recogió y lo llevó a un sepulcro, donde nadie había sido dispuesto aún. Éste sepulcro no era como los de hoy en día en los cementerios cristianos. Los judíos, y más generalmente los hebreos, colocaban a sus muertos en el interior de cuevas excavadas de peñas de piedra. Un ejemplo es el icono de la Resurrección de Lázaro.
Además, no colocan a sus muertos en un ataúd, sino que los envuelven en anchas vendas de paño blanco, llamadas sábanas. Tras ponerlos dentro del monumento o sepultura, lo cierran. Así cerraron también el sepulcro de nuestro Señor con una gran piedra.
Según la tradición, algunos días tras el fallecimiento del difunto, se debe ir a su sepulcro y ungir con aromas (mirra) su cuerpo exánime, como señal de honra, deferencia y agradecimiento. Exactamente lo mismo desearon hacer las discípulas de nuestro Señor. Pero ningún hombre las acompañó, y ellas se sintieron muy débiles para mover la gran piedra que había sido colocada en la puerta del sepulcro.
Y su sorpresa fue grande cuando vieron la piedra caída abajo. Así pues, ingresaron al Sepulcro y vieron a un Ángel que anunció la Resurrección de su Maestro, quien las envió a declarar la Buena Nueva a los discípulos restantes. He aquí, las Santas Portadoras de Mirra se convirtieron en las primeras, dignas de proclamar la Resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesús Cristo. Nicodemo fue expulsado de la sinagoga tan pronto como decidió separarse de los judíos, mientras que José, después de enterrar el cuerpo del Señor fue arrojado a un pozo por los judíos, del cual fue arrebatado por el poder divino y llevado a Arimatea, su tierra natal. Después de resucitar, Cristo se le apareció y le dio mayor seguridad del Misterio de la Resurrección.
Aunque José sufrió mucho a manos de los judíos, ya no pudo guardar silencio sobre éste Misterio, y contó audazmente a todos lo sucedido. Se dice de Nicodemo que, en virtud de sus escritos, fue el primero en exponer detalladamente los acontecimientos que rodearon la Pasión y la Resurrección de Cristo, porque proveniente de la sinagoga, estaba mejor informado sobre los esquemas y deliberaciones de los judíos, y, en resumen, él sabía todo sobre ellos. Y porque, como hemos dicho, José y Nicodemo fueron testigos fiables del entierro del Señor, se clasificaron junto con las Santas Mujeres que atestiguaron la Resurrección.
Las Santas Mirróforas fueron las primeras en contemplar la Resurrección, y fueron ellas, pues, quienes anunciaron la Buenas Nueva a los demás discípulos; porque era apropiado que el sexo que primero había caído en el pecado y había heredado la maldición debería ser el primero en contemplar la Resurrección y para escuchar el alegre saludo, habiendo escuchado anteriormente las palabras: “con dolor darás a luz niños”. Fueron llamadas Portadoras de Mirra, porque José y Nicodemo, apresurados por enterrar el cuerpo del Señor el viernes, ya que al día siguiente era el gran día del Sabbat, lo ungieron según la costumbre judía, mas no como deberían haberlo hecho. Sólo lo ungieron con aloes y especias, y lo envolvieron en una mortaja (vestidura, sábana o sudario en que se envuelve un cadáver para enterrarlo), y lo llevaron a la tumba; por éste motivo, teniendo un ardiente amor por Cristo, como discípulas Suyas, éstas mujeres compraron la costosa mirra y vinieron de noche, tanto por temor a los judíos como por la ley, que les permitía hacer luto y lamentarse sólo temprano en el día y ungir el cuerpo, compensando así una deficiencia debida a la presión del tiempo.
Cuando arribaron al Sepulcro, presenciaron lo siguiente: a los dos brillantes ángeles, uno dentro de la Tumba, y el otro sentado sobre la piedra; luego de ésto, vieron a Cristo y lo adoraron. Santa María Magdalena le preguntó acerca de Sí mismo pensando que era el jardinero. Muchas eran las Portadoras de Mirra, pero la primera de todas fue Santa María Magdalena, de quien Cristo había echado fuera siete demonios.
Después de la Ascensión de Cristo, ella se dirigió a Roma, como dice la historia, y anunció a Pilato y a los sumos sacerdotes una terrible muerte, tras relatar al emperador Tiberio los eventos que rodearon a Cristo. Más tarde descansó en Éfeso y fue enterrada por san Juan el Teólogo. Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla por el emperador León el Sabio.
La segunda fue Salomé, hija de san José el prometido de María la Madre de Dios y cuyo esposo era Zebedeo; ella dio a luz a san Juan Evangelista y al Santo Apóstol Santiago.
Porque José había engendrado cuatro hijos: Santiago, llamado el Menor, José, Simón y Judas; y tres hijas: Esther, Tamar y Salomé, la esposa de Zebedeo. Por lo tanto, cuando se hable en el Evangelio sobre María, la madre de Santiago el Menor y José, se ha de tener en cuenta que ella es la Theotokos.
La tercera de las Santas Mujeres Mirróforas era Joanna, la esposa de Chuza, administrador y cuidador de la casa del rey Herodes. La cuarta y la quinta eran María y Marta, las hermanas de Lázaro. La sexta era María, la esposa de Clopás, a quien algunos llaman Cleopás. La séptima era Susana. Y había muchas otras, como lo registra el divino Lucas, quienes apoyaron a Cristo y sus discípulos desde sus propios recursos.
Debido a que éstas mujeres proclamaron la Resurrección y contribuyeron en gran medida a asegurarnos, con absoluta certeza, de la Resurrección de Cristo, la Iglesia de Dios recibió la tradición de conmemorarlas después del Santo Apóstol Tomás, porque fueron las primeras en ver a Cristo resucitar de entre los muertos, predicaron el mensaje de salvación a todos y llevaron de la manera más excelente la vida según Cristo y como mujeres fueron discípulas Suyas. Por las intercesiones de las Santas Portadoras de Mirra, oh Dios, ten piedad de nosotros. Amén.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2023). Domingo de las Santas Mujeres Mirróforas, José de Arimatea y Nicodemo, el Discípulo Nocturno del Señor. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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