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DOMINGO DE RAMOS ─ENTRADA DE NUESTRO SEÑOR EN JERUSALÉN

conmemorada el 28 de abril de 2024.


DOMINGO DE RAMOS

por Arcipreste Paul Lazor

 

El Domingo de Ramos es la celebración de la entrada triunfante de Cristo en la ciudad real de Jerusalén. Cabalgó “sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Za 9:9) que Él mismo había enviado, y consintió que el pueblo lo aclamara públicamente como Rey. Una gran multitud se reunió con Él de un modo digno de la realeza, tomando ramas de palma y colocando sus vestiduras en Su camino. Lo saludaron con estas palabras: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (Jn 12:13).

Éste día, junto con la resurrección de Lázaro, son signos que apuntan más allá de ellos mismos a los hechos y eventos poderosos que consuman el ministerio terrenal de Cristo. El tiempo del cumplimiento estaba cerca. La resurrección de Lázaro por parte de Cristo señala la destrucción de la muerte y el gozo de la resurrección, que será accesible a todos a través de Su propia muerte y resurrección. Su entrada en Jerusalén es un cumplimiento de las profecías mesiánicas sobre el rey que entrará en su ciudad santa para establecer un reino final. “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Za 9:9).

Finalmente, los acontecimientos de éstos dos días triunfales no son más que el pasaje a la Semana Santa: la “hora” del sufrimiento y de la muerte por la que Cristo vino. Así, el triunfo en un sentido terrenal es extremadamente breve. Jesús entra abiertamente en medio de sus enemigos, diciendo y haciendo públicamente las cosas que más los enfurecen. La gente misma pronto lo rechazará. Interpretaron mal Su breve triunfo terrenal como una señal de algo más: Su surgimiento como un mesías político que los conducirá a las glorias de un reino terrenal.

 

NUESTRA PROMESA

La Liturgia de la Iglesia es más que meditación o alabanza sobre hechos pasados. Nos comunica la presencia eterna y el poder de los eventos que se celebran y nos hace partícipes de esos eventos. Así, los servicios del sábado de Lázaro y del domingo de Ramos nos conducen a nuestro propio momento de vida y muerte y de entrada en el Reino de Dios: un Reino que no es de éste mundo, un Reino accesible en la Iglesia a través del arrepentimiento y el Santo Bautismo.

En el Domingo de Ramos se bendicen las ramas de palma en la Iglesia. Las tomamos para levantarlas y saludar al Rey y Soberano de nuestra vida: Jesucristo. Las tomamos para reafirmar nuestras promesas bautismales. Mientras Aquel que resucitó a Lázaro y entró en Jerusalén para ir a Su Pasión voluntaria está en medio de nosotros, nos enfrentamos a la misma pregunta que se nos hizo en el Bautismo: “¿Aceptas a Cristo?”. Damos nuestra respuesta atreviéndonos a tomar la rama y levantarla: “¡Lo acepto como Rey y Dios!”.

Así, en la víspera de la Pasión de Cristo, en la conmemoración del ciclo gozoso de los días triunfales del Sábado de Lázaro y el Domingo de Ramos, nos reunimos con Cristo, afirmamos su señorío sobre la totalidad de nuestra vida y expresamos nuestra disponibilidad para seguirlo. a Su Reino: “para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, conformándome a Él en la muerte, por si logro alcanzar la resurrección de los muertos” (Fil 3:10-11).



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Entry of Our Lord into Jerusalem (Palm Sunday). New York, Estados Unidos: OCA.

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