conmemorada el 14 de septiembre.
Los emperadores romanos paganos desearon suprimir los lugares santos donde nuestro Señor Jesucristo sufrió y resucitó de entre los muertos, a fin de que fueran olvidados. El emperador Adriano (117-138) ordenó que se el Gólgota y el Sepulcro del Señor fueran soterrados, y que se erigiera en tal sitio un templo en honor de la “diosa” pagana Venus, así como una estatua de Júpiter.
Los paganos se reunían en este lugar y ofrecían sacrificios a los ídolos. Finalmente, después de 300 años, merced a la Divina Providencia, los santos lugares cristianos, el Sepulcro del Señor y la Cruz vivificante, fueron descubiertos y abiertos para la veneración. Esto tuvo lugar bajo el emperador Constantino el Grande (306-337) después de su victoria sobre Majencio (en 312), quien gobernó la parte occidental del Imperio Romano, y sobre Licinio, el gobernante de la parte oriental. En el año 323, Constantino se convirtió en el único gobernante del vasto Imperio Romano.
En 313, san Constantino emitió el Edicto de Milán, por medio del cual se legalizó el cristianismo y se detuvieron las persecuciones contra los cristianos en la mitad occidental del Imperio. Aunque Licinio había firmado el Edicto de Milán para complacer a Constantino, continuó con sus crueles persecuciones contra los cristianos. Solo después de su derrota definitiva, el Edicto de Milán se extendió también a la parte oriental del Imperio. El Santo Igual a los Apóstoles, el emperador Constantino, triunfando sobre sus enemigos en tres guerras, con la ayuda de Dios, había visto la Señal de la Cruz en los cielos. Debajo estaban escritas las palabras: “En éste signo vencerás” (del griego en toutōi nika).
Deseando con vehemencia encontrar la Cruz en la cual fuera crucificado nuestro Señor Jesucristo, san Constantino envió a su madre, la piadosa emperatriz Elena (21 de mayo), a Jerusalén, proporcionándole una carta para san Makarios, Patriarca de Jerusalén. Santa Elena viajó a los lugares santos relacionados con la vida terrena del Salvador, construyendo más de 80 iglesias, en Belén, el lugar de nacimiento de Cristo, en el Monte de los Olivos, donde el Señor ascendió al Cielo, en Getsemaní, donde el Salvador oró ante Sus sufrimientos, y donde fue enterrada la Madre de Dios después de su Dormición.
Aunque la santa emperatriz Elena ya no era joven, se dispuso a completar la tarea con entusiasmo. En su búsqueda de la Cruz vivificante, interrogó tanto a cristianos como a judíos, pero por largo tiempo su búsqueda no tuvo éxito. Finalmente, fue dirigida a cierto anciano judío llamado Judas quien declaró que la Cruz estaba enterrada debajo del templo de Venus. Demolieron el templo pagano y, después de orar, comenzaron a excavar el suelo. Pronto la Tumba del Señor fue descubierta. No lejos de ella había tres cruces, y un tablero con la inscripción ordenada por Pilato, y cuatro clavos que habían traspasado el Cuerpo del Señor (6 de marzo).
Para descubrir en cuál de las tres cruces había sido crucificado el Salvador, el patriarca Makarios acercó alternadamente las cruces a un cadáver. Cuando la Cruz del Señor tocó al difunto, éste fue devuelto a la vida. Tras presenciar la resurrección de éste, todos estaban convencidos de que la Cruz vivificante había sido hallada.
Los cristianos acudían en gran multitud a venerar la Santa Cruz, rogando a san Makarios que elevara la Cruz, para que los que estaban lejos pudieran verla. Entonces el Patriarca y otros líderes espirituales elevaron la Santa Cruz, y el pueblo se postró ante el Honorable Madero, clamando: “Señor, ten piedad”. Este solemne hecho ocurrió en el año 326.
Durante el descubrimiento de la Cruz vivificante tuvo lugar otro milagro: una mujer que estaba al borde de la muerte fue curada por la sombra de la Santa Cruz. El anciano Judas (28 de octubre) y otros judíos creyeron en Cristo y fueron bautizados. A Judas se le dio el nombre de Kyriakos, y más tarde fue consagrado obispo de Jerusalén. Sufrió la muerte de un mártir por Cristo durante el reinado del emperador Julián el Apóstata (361-363).
Santa Elena tomó parte del Madero vivificante y de los clavos con ella y los llevó a Constantinopla. San Constantino ordenó la construcción de una majestuosa y espaciosa iglesia en Jerusalén en honor a la Resurrección de Cristo, incluyendo también bajo su techo la vivificante Tumba del Señor y el Gólgota. La iglesia fue construida en un periodo de diez años. Santa Elena no sobrevivió hasta la dedicación de la iglesia, pues descansó en el año 327. La iglesia fue consagrada el 13 de septiembre de 335. Al día siguiente, el 14 de septiembre, la celebración festiva de la Exaltación de la Preciosa y Vivificante Cruz fue establecida.
También en este día se recuerda otro acontecimiento relacionado con la Cruz del Señor: su regreso a Jerusalén desde Persia después de catorce años de cautiverio. Durante el reinado del emperador bizantino Fokas (602-610), el rey persa Khozróēs II atacó Constantinopla, derrotó al ejército griego, saqueó Jerusalén y capturó tanto la Cruz vivificante del Señor como al Santo Patriarca Zacarías (609-633).
La Cruz permaneció en Persia durante catorce años, y solo bajo el emperador Heracleio (610-641), quien derrotó a Khozróēs y firmó la paz con su sucesor e hijo Syroes, la Cruz del Señor volvió a los cristianos.
Con gran solemnidad la Cruz vivificante fue trasladada a Jerusalén. El emperador Heracleio, con una corona y vestiduras de púrpura real, llevó la Cruz de Cristo. El emperador estuvo acompañado por el patriarca Zacarías. En las puertas por las que ascendieron hacia el Gólgota, el Emperador se detuvo de pronto sin ser capaz de continuar. El santo Patriarca le explicó al Emperador que un Ángel del Señor le estaba bloqueando el camino. Se le dijo a Heracleio que se quitara sus atavíos reales y caminara descalzo, ya que Aquel que llevó la Cruz por la salvación del mundo había llegado al Gólgota con toda humildad. Entonces Heracleio se vistió con prendas ordinarias y, sin más impedimentos, llevó la Cruz de Cristo a la iglesia.
En un sermón sobre la Exaltación de la Cruz, san Andrés de Creta (4 de julio) dice: “La Cruz es exaltada, y todo lo verdadero se reúne, la Cruz es exaltada, y la ciudad se hace solemne, y el pueblo celebra la fiesta”.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). The Universal Exaltation of the Precious and Life-Giving Cross. New York, Estados Unidos: OCA.
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