conmemorada el 25 de diciembre.
La Gran Fiesta de la Natividad es una de las 12 fiestas principales de la Iglesia Ortodoxa. Celebramos el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo, lo cual sucedió así: en aquel tiempo se promulgó un edicto de parte de Cesar Augusto para que todo el mundo fuese empadronado. De acuerdo con éste edicto, todos tenían que ir a su pueblo natal para ser inscritos allí. Por lo tanto, el justo José se marchó con la Santa Virgen a Belén, la ciudad de David, pues ambos eran de la casa real de David. Pero habiendo un gran número de personas en aquella pequeña ciudad a causa del censo, José y María no pudieron encontrar posada en ningún lugar, y hallaron refugio en una cueva que los pastores utilizaban como corral de ovejas. En ésta cueva la Santísima Virgen dio a luz al Salvador del mundo, el Señor Jesucristo. Dando a luz sin dolor ─pues fue concebido sin pecado, del Espíritu Santo y no de hombre─ ella misma lo envolvió en pañales, lo adoró como Dios, y lo acostó en un pesebre. Entonces el justo José se acercó y lo adoró como el fruto divino de un vientre virginal.
Entonces los pastores llegaron de los campos, dirigidos por un ángel de Dios, y lo adoraron como Mesías y Salvador. Los pastores habían escuchado una multitud de ángeles cantando: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (cfr. Lc 2:14). En aquel tiempo, también vinieron unos magos del Oriente, guiados por una maravillosa estrella, y trayendo sus dones: oro, incienso, y mirra. Éstos Lo adoraron como Rey de reyes, y le ofrecieron sus dones (cfr. Mt 2:1-11).
UNA REFLEXIÓN SOBRE LA LUZ Y LOS TRES MAGOS:
El himno que cantamos en la Gran Fiesta de la Natividad hace mención de “la luz de la sabiduría” que “iluminó al mundo”. También habla de la estrella y el sol (el “Sol de justicia”). ¿Por qué en éste himno hay tantas palabras que nos hacen pensar en la luz?
Cuando nació el Señor Jesucristo, había una luz tan brillante que era visible durante el día. Brillaba más que el sol. Brillaba más de noche que todas las estrellas en el cielo. No era una estrella física ─como las estrellas normales que están en el cielo de noche─ sino que fue un milagro de Dios. Ésta luz, que era magníficamente brillante, llamó la atención de los magos. Los magos eran sacerdotes y profetas paganos. Eran sabios que estudiaban y adoraban las estrellas como si las estrellas fueran dioses.
Aunque pensar que las estrellas eran dioses puede considerarse una concepción equívoca, sin embargo, es preciso reconocer que los magos estaban buscando al Dios verdadero con todo su corazón. Eran personas que pensaban no solo en la vida física de éste mundo, sino que luchaban arduamente para alcanzar el conocimiento de Dios. Por eso habían leído muchas profecías y conocían los libros del Antiguo Testamento. Éstos magos conocían una profecía que se encuentra en el libro de Números (24:17), que dice: “Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel”. Ellos entendieron que la estrella que resplandecía era la luz de la profecía de Números. Entendieron también que ésta luz representaba la esperanza de toda la humanidad. El mundo esperaba ansiosamente ésta luz porque había sufrido en la oscuridad durante siglos y siglos. ¿Qué tipo de oscuridad? Fue la oscuridad del pecado y de la ignorancia del Dios verdadero.
He aquí, los magos siguieron la luz que vieron. Ésta luz era como la columna del fuego que iba delante de los israelitas en el desierto. Su viaje a la zaga de ésta luz fue una experiencia tan extraordinaria para ellos que al final estaban dispuestos a abandonar la adoración de las estrellas y, en cambio, adorar a Cristo. Ésto es algo increíble porque habían pasado tantos años adorando las estrellas. Pero cuando una estrella les mostró el niño Jesús entonces los magos finalmente entendieron que éste niño era el Dios verdadero ─era el “Sol de Justicia”─ como cantamos en el himno de ésta Gran Fiesta de la Natividad.
Cuando los magos entraron para ver a Cristo, estaban plenos de alegría y temor santo como si estuvieran entrando en el palacio del rey más grande. Éstos magos, sabios, ricos y nobles, se postraron en el suelo ante el niño Jesús. Abrieron sus regalos y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Le regalaron oro porque era rey: los reyes usaban oro. Le regalaron incienso porque era Dios: la adoración de Dios incluye incienso. Le regalaron mirra porque Cristo iba a morir por nosotros: la mirra se usaba para preparar un cuerpo para el entierro.
Ahora podemos entender por qué el himno de la Navidad dice que el nacimiento de Cristo “iluminó al mundo con la luz de la sabiduría”. Los magos aprendieron la verdadera sabiduría de Dios cuando la estrella les enseñó a adorar a Jesús Cristo. La verdadera luz que vino de lo más alto y que ilumina a toda la humanidad es nuestro Señor. En éste día nosotros también ─tal como los magos de aquel entonces─ estamos adorando a éste Salvador que nos rescató de la oscuridad y nos reveló la verdadera luz de Dios. ¡A Él Sea toda la Gloria, Amén!
REFERENCIAS
Sacro Arzobispado Ortodoxo en Guatemala. (2022). La Gran Fiesta de la Navidad. Guatemala, Guatemala: Sacro Arzobispado Ortodoxo en Guatemala.
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