conmemorado el 11 de febrero.
El Hieromártir Blas (Blásios), obispo de Sebaste, en Armenia, fue conocido por su vida justa y devota. Elegido por unanimidad popular, fue consagrado obispo de Sebaste. Ésto ocurrió durante el reinado de los emperadores romanos Diocleciano (284-305) y Licinio (307-324), despiadados perseguidores de los cristianos. San Blas alentó a su rebaño, visitó a los encarcelados y socorrió a los mártires.
Muchos eludieron a los perseguidores yéndose a lugares desolados y solitarios. San Blas se ocultó en el monte Argeos, donde vivió en una cueva. Las bestias salvajes se acercaban a él y aguardaban mansamente hasta que el santo concluyó su oración y las bendijo. Asimismo, sanó animales enfermos imponiendo sus manos sobre ellos.
El refugio del santo fue hallado por los siervos del gobernador Agrilao, que merodeaban en busca de fieras para lanzarlas sobre los mártires cristianos. Éstos informaron a su amo que los cristianos estaban escondidos en la montaña, y él dio orden de arrestarlos. Pero los enviados no encontraron allí más que al obispo de Sebaste. Glorificando a Dios, Quien lo convocaba a ésta hazaña, san Blas siguió a los soldados.
En el camino, el santo sanó a los enfermos y obró otros milagros. Así, una viuda indigente se quejó con él de su desgracia. Un lobo se había llevado un cerdito, su única posesión. El obispo sonrió y le dijo: “No llores, tu cerdo te será devuelto”. Para asombro de todos, el lobo regresó corriendo y devolvió ilesa su presa.
Agrilao, saludando al obispo con palabras engañosas, lo llamó compañero de los dioses. El santo respondió al saludo, pero llamó diablos a los dioses. Luego lo azotaron y lo aprisionaron.
Al día siguiente sometieron nuevamente al santo al tormento. Cuando nuevamente lo condujeron a la prisión, siete mujeres lo siguieron y recogieron las gotas de sangre. Las arrestaron y trataron de obligarlas a adorar a los ídolos. Las mujeres fingieron estar de acuerdo con ésto y dijeron que primero tenían que lavar los ídolos en las aguas de un lago. Llevaron los ídolos consigo y los arrojaron en una profunda región del lago; después de esto, las cristianas fueron torturadas con gran violencia. Las santas mujeres soportaron estoicamente los tormentos, fortalecidas por la gracia de Dios, sus cuerpos se transformaron y se volvieron blancos como la nieve. Una de las mujeres tenía dos hijos pequeños, quienes imploraron a su madre que los ayudara a alcanzar el Reino de los Cielos, y ella los encomendó al cuidado de san Blas. Las siete santas mujeres fueron decapitadas.
San Blas fue llevado de nuevo ante Agrilao, y nuevamente confesó inquebrantablemente su fe en Cristo. El gobernador ordenó que arrojaran al Santo Mártir a un lago. Bajando al agua, san Blas se santiguó, y caminó sobre ella como sobre tierra firme.
Dirigiéndose a los paganos que estaban en la orilla, los desafió a venir a él mientras pedían el auxilio de sus dioses. Sesenta y ocho hombres del séquito del gobernador entraron al agua e inmediatamente se ahogaron. San Blas, sin embargo, haciendo caso al ángel que ante él se había aparecido, volvió a la orilla.
Agrilao estaba furioso por perder a sus mejores sirvientes, y dio orden de decapitar a san Blas y a los dos hijos de la mujer mártir. Antes de su muerte, el mártir oró por el mundo entero, y especialmente por aquellos que honraran su memoria. Ésto ocurrió alrededor del año 316.
Las reliquias del Hieromártir Blas fueron llevadas a Occidente durante la época de las Cruzadas, y partes de las reliquias se conservan en muchas de las tierras de Europa, en donde su memoria es tradicionalmente honrada el 3 de febrero.
Oramos a san Blas por la sanidad de los animales domésticos y por la protección ante las fieras.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Hieromartyr Blaise, Bishop of Sebaste. New York, Estados Unidos: OCA.
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