conmemorado el 22 de junio.
El Hieromártir Eusebio, obispo de Samósata, defendió firmemente la Confesión Ortodoxa de Fe proclamada en el Primer Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325, razón por la cual sufrió la persecución de los arrianos, siendo repetidamente privado de su sede y desterrado. El emperador Constancio (337-361), benefactor de los arrianos, supo que san Eusebio guardaba un decreto conciliar sobre la elección del arzobispo ortodoxo Melecio para la sede de Antioquía. Lo ordenó que abandonara el decreto. El Santo se negó valerosamente a hacer lo ordenado. Enfurecido, el emperador envió un amenazante mensaje diciendo que, si no renunciaba al decreto, cortarían su mano derecha. San Eusebio extendió ambas manos ante el emisario diciendo: “Córtalas, pero no abandonaré el Decreto del Concilio, que denuncia la maldad e iniquidad de los arrianos”. El emperador Constancio se maravilló de la audacia del obispo, mas no le hizo daño.
Durante el reinado de Juliano el Apóstata (361-363), sobrevinieron tiempos aún más difíciles y comenzó una abierta persecución contra los cristianos. San Eusebio, habiendo ocultado su identidad, anduvo vestido de soldado por toda Siria, Fenicia y Palestina, instando a los cristianos a la fe ortodoxa. Estableció sacerdotes y diáconos en iglesias desoladas, y consagró obispos que renunciaron a la herejía arriana. Tras la muerte de Juliano el Apóstata, el piadoso emperador Joviano (363-364) lo sucedió; durante su reinado cesaron las persecuciones. Al regresar del exilio, san Melecio (12 de febrero) convocó un Concilio local en Antioquía en el año 379 por consejo de san Eusebio. Participaron 27 obispos y se reafirmó la enseñanza ortodoxa del Primer Concilio Ecuménico. Los arrianos firmaron la definición conciliar, temiendo a los firmes defensores de la ortodoxia, los santos jerarcas Melecio, Eusebio y Pelagio, que tenían gran influencia sobre el emperador. Después de la muerte de Joviano, el arriano Valentiniano (364-378) llegó al poder.
Los ortodoxos fueron nuevamente objeto de persecución. San Melecio fue desterrado a Armenia, san Pelagio a Arabia y san Eusebio fue condenado al exilio en Tracia. Habiendo recibido el decreto imperial, san Eusebio partió de Samósata de noche para evitar tumulto entre la gente que lo estimaba. Al enterarse de la partida del obispo, los creyentes lo siguieron y con lágrimas le suplicaron que regresara. El Santo rechazó la súplica de los que habían venido, diciendo que tenía que obedecer a las autoridades. El Santo instó a su rebaño a mantenerse firme en la ortodoxia, los bendijo y partió hacia el lugar del exilio. El arriano Eunomio se convirtió en obispo de Samósata, pero el pueblo no aceptó al hereje. Los ortodoxos no iban a la iglesia y evitaban reunirse con él. El hereje arriano percibió que era imposible atraer hacia él al rebaño independiente.
El emperador Graciano (375-383) subió al trono y todos los jerarcas ortodoxos desterrados bajo los arrianos fueron traídos del exilio. San Eusebio también volvió a Samósata y continuó con la tarea de edificar la Iglesia. Junto con san Melecio, proporcionó jerarcas y clérigos ortodoxos a los sitios arrianos. En el año 380 arribó a la ciudad arriana de Dolikhina para establecer allí al obispo ortodoxo Marino. Una mujer arriana arrojó una teja a la cabeza del Santo Obispo. Mientras agonizaba, a la cual pidió vino y solicitó a los que se hallaban alrededor que no la hicieran ningún daño. El cuerpo de san Eusebio fue llevado a Samósata y enterrado por su rebaño. Su sobrino, Antíoco, lo sucedió y la iglesia de Samósata continuó confesando la fe ortodoxa, firmemente difundida por los esfuerzos del Santo Hieromártir Eusebio.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Hieromartyr Eusebius, Bishop of Samosata. New York, Estados Unidos: OCA.
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