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HIEROMÁRTIR IRENEO, OBISPO DE LYON

conmemorado el 23 de agosto.


El Hieromártir Ireneo, Obispo de Lyon, nació en el año 130 en la ciudad de Esmirna (Asia Menor). Allí recibió la mejor educación, estudiando poesía, filosofía, retórica y el resto de las ciencias clásicas consideradas necesarias para un joven de mundo.

Su guía en las verdades de la Fe cristiana fue un discípulo del Santo Apóstol y Evangelista Juan el Teólogo: san Policarpo de Esmirna (23 de febrero). El joven recibió el Santo Bautismo de san Policarpo, quien lo ordenó presbítero y lo envió a una ciudad de la Galia, llamada Lugdunum en aquel tiempo (hoy, Lyon, Francia) al moribundo obispo Fótino.

Pronto se encomendó un deber a san Ireneo. Había de entregar una carta de los confesores de Lugdunum al Santo Obispo Eleuterio de Roma (177-190). Mientras él estaba fuera, todos los cristianos conocidos fueron encarcelados. El obispo Fótino murió como mártir y san Ireneo fue elegido un año después (en 178) como obispo de Lugdunum. “Durante éste tiempo”, escribe san Gregorio de Tours (17 de noviembre), “con su predicación transformó toda Lugdunum en una ciudad cristiana”.

Cuando amainó la persecución contra los cristianos, el Santo inscribió las enseñanzas de la Fe ortodoxa en una de sus obras fundamentales bajo el título: “Desenmascarar y Refutar la Falsamente Llamada Ciencia”, conocida también como Cinco Libros Contra la Herejía (Adversus Haereses).

En esa época aparecieron una serie de enseñanzas gnósticas religioso-filosóficas. Los gnósticos (de la palabra griega gnosis, “conocimiento”) enseñaban que Dios no puede encarnarse (es decir, nacer en carne humana), ya que la materia es imperfecta y se manifiesta como portadora del mal. Enseñaron también que el Hijo de Dios es sólo una efusión (“emanación”) de la Divinidad. Junto con Él, de la Divinidad surge una serie jerárquica de poderes (“eones”), cuya unidad constituye el “Pléroma”, es decir, la “Plenitud”. El mundo no está hecho por Dios mismo, sino por los eones o el “Dēmiourgós” (del griego, “artesano”, “creador”), que está debajo del “Pléroma”.

Al refutar ésta herejía, defendida por Valentín, san Ireneo presenta la enseñanza ortodoxa de la salvación. “El Verbo de Dios, Jesucristo, mediante su inexplicable bienaventuranza hizo que también nosotros fuésemos hechos lo que Él es” ─enseñó San Ireneo. “Jesucristo, el Hijo de Dios, por Amor sumamente grande a su creación, condescendió a nacer de una Virgen, habiendo unido a la humanidad con Dios en Sí mismo”. A través de la Encarnación de Dios, la creación se vuelve co-imagen y co-encarnación del Hijo de Dios. La salvación consiste en la “filiación” y la “theosis” (“divinización”) de la humanidad.

En la refutación de otro hereje, Marciano, quien negaba el origen divino del Antiguo Testamento, el Santo afirma la misma inspiración divina del Antiguo y Nuevo Testamentos: “Es uno y el mismo Espíritu de Dios Quien proclamó por los profetas la manera precisa de la venida del Señor”, escribió el Santo. “Por medio de los apóstoles predicó que había llegado la plenitud de los tiempos de la filiación y que el Reino de los Cielos estaba cerca”.

Los sucesores de los Apóstoles han recibido de Dios el cierto don de la Verdad, el cual san Ireneo vincula a la sucesión del episcopado (Adv. Haer. 4, 26, 2). “Cualquiera que desee conocer la verdad debe acudir a la Iglesia, ya que sólo por Ella los apóstoles expusieron la Verdad Divina. Ella es la puerta a la vida”.

San Ireneo también ejerció una influencia beneficiosa en una disputa sobre la celebración de la Pascua. En la Iglesia de Asia Menor, existía una antigua tradición de celebrar la Santa Pascua el día catorce del mes de Nisán, independientemente del día de la semana que fuera. El obispo romano Víctor (190-202) exigió enérgicamente uniformidad, y sus duras exigencias provocaron un cisma. En nombre de los cristianos de la Galia, san Ireneo escribió al obispo Víctor y a otros, instándolos a hacer las paces.

Después de éste incidente, san Ireneo desaparece de la vista y ni siquiera sabemos el año exacto de su muerte. San Gregorio de Tours, en su Historia de los Francos, sugiere que san Ireneo fue decapitado a espada por su confesión de fe en el año 202, durante el reinado de Severo.

El Apóstol y Evangelista Juan el Teólogo, san Policarpo de Esmirna y san Ireneo de Lyon son tres eslabones de una cadena ininterrumpida de la gracia de la sucesión, que se remonta al Pastor Original, nuestro Señor Jesucristo mismo.

En su vejez, san Ireneo escribió a su viejo amigo el sacerdote Florino: “Cuando yo era aún niño, te conocí, en casa de Policarpo... Recuerdo lo que sucedió en aquellos días con más claridad que lo que sucede ahora… Puedo describir el sitio donde acostumbraba sentarse y conversar el bienaventurado Policarpo, el carácter de su vida, el aspecto de su complexión y los discursos que dirigía al pueblo, cómo hablaba de las conversaciones que tuviera con Juan y otros que habían visto al Señor, cómo recordaba sus palabras y lo que había oído de ellos acerca del Señor… Escuché atentamente éstas cosas, por la misericordia de Dios, y las escribí, no en papel, sino en mi corazón.”



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Hieromartyr Irenaeus, Bishop of Lyons. New York, Estados Unidos: OCA.

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