conmemorado el 24 de noviembre.
El Hieromártir Pedro, Arzobispo de Alejandría, nació y se crio en Alejandría. Era un hombre muy instruido y era director de la Escuela de Alejandría. En el año 300 se convirtió en arzobispo de la Iglesia de Alejandría, sucediendo a su maestro y guía espiritual, el Santo Arzobispo Theonás.
Obligado al exilio de la ciudad durante las persecuciones contra los cristianos bajo los emperadores Diocleciano y Maximiano, Pedro viajó por muchas tierras, animando a su rebaño por carta. De nuevo, regresó a su ciudad, para guiar personalmente a la Iglesia de Alejandría durante éste peligroso período.
El Santo visitó en secreto a los cristianos encerrados en prisión, animándolos a ser firmes en la fe, asistiendo a las viudas y huérfanos, predicando la palabra de Dios, orando y oficiando constantemente los servicios divinos. El Señor lo mantuvo a salvo de manos de los perseguidores.
Durante éste tiempo de desazón, el inicuo hereje Arrio, que negaba la divinidad de nuestro Señor Jesús Cristo, sembró la cizaña de su impía enseñanza. Cuando Arrio se negó a ser corregido y a someterse a la verdad, Pedro anatematizó al hereje y lo excomulgó de la Iglesia.
Bajo la sabia crianza del arzobispo Pedro, la Iglesia de Alejandría se fortaleció y creció pese a las persecuciones. Durante su tiempo, seiscientos setenta cristianos sufrieron en Alejandría; a menudo, familias enteras fueron llevadas al cadalso y perecieron.
Finalmente, por orden del emperador Maximiano (305-311), el Santo fue aprehendido y condenado a muerte. Una multitud de personas se reunió a la entrada de la prisión, expresando su indignación. Queriendo evitar un derramamiento de sangre y un motín popular, el Santo envió un mensaje a las autoridades, sugiriendo que hicieran una abertura en la pared trasera de la prisión, para que lo llevaran en secreto para ejecutarlo.
En la oscuridad de la noche, Pedro marchó con los verdugos, quienes lo llevaron más allá de los muros de la ciudad y lo decapitaron en el mismo lugar donde antes había sido ejecutado el Santo Apóstol Marcos. Esa noche, una virgen piadosa oyó una voz del cielo que decía: “Pedro fue el primero entre los apóstoles; Pedro es el último de los mártires alejandrinos”. Ésto ocurrió en el año 311. Por la mañana, cuando el pueblo se enteró de la muerte de su Arzobispo, una multitud se reunió en el lugar de ejecución. Tomaron el cuerpo y cabeza del Mártir y fueron a la iglesia, y vistiéndolo con sus vestiduras jerárquicas, lo sentaron en su trono en el sitio alto del altar. Se decía de él que nunca subía los escalones ni se sentaba en el trono patriarcal de la iglesia, sino que se mantenía de pie o se sentaba ante los escalones del trono. Cuando los fieles comenzaron a cuestionar por qué su jerarca no tomaba asiento en su sitio, él respondió: “Siempre que me acerco al trono, veo una luz celestial y un poder sobre él, por eso no me atrevo a subir y sentarme en él”.
Se menciona una visión aún más gloriosa en su vida. Mientras Pedro estaba en prisión, el impío hereje Arrio fingió hipócritamente que se estaba arrepintiendo de su herejía y envió un mensaje a través de dos sacerdotes al cautivo Pedro. Fingiendo renunciar a su herejía, enviaba un llamamiento para que Pedro lo recibiera nuevamente en la Iglesia. Arrio hizo esto únicamente porque pensó que Pedro sería asesinado y que tomaría el trono patriarcal, desde el cual podría, luego, extender y fortalecer su herejía.
Antes de darle cualquier tipo de respuesta, Pedro oró a Dios en la prisión. Durante la oración, una luz inusual iluminó la prisión y el Señor Jesucristo se apareció ante él como un niño de doce años, brillando más que el sol, por lo que no era posible mirarlo. El Señor estaba vestido con una túnica blanca, que estaba rasgada por el frente, de arriba abajo. El Señor se aferraba al manto alrededor de sí mismo, con sus manos como para ocultar su desnudez. Al ver ésto, Pedro sintió gran temor y horror y gritó: “¿Quién, oh Salvador, ha rasgado Tu manto?”. El Señor respondió: “El loco Arrio lo ha desgarrado, porque ha dividido a Mi pueblo al cual he redimido con Mi sangre. Ten cuidado de no recibirlo en comunión con la Iglesia porque guarda pensamientos astutos y diabólicos contra Mí y Mi rebaño".
Al escuchar ésto, san Pedro respondió a sus sacerdotes, Aquiles y Alejandro, que no podía recibir la petición de Arrio porque era vana y artera y el Santo pronunció una maldición sobre Arrio tanto para la vida presente cuanto para la siguiente. Profetizó, asimismo, que, primero Aquiles, y después Alejandro, lo sucederían como patriarca; y así fue.
San Pedro, gran defensor de la Ortodoxia, es conocido también como un profundo teólogo. Pasajes de su libro, “Sobre la Divinidad (de Jesucristo)”, fueron consultados en los Sínodos de Éfeso y Calcedonia. De todas sus obras, las más conocidas y estimadas por la Iglesia son sus “Cánones Penitenciales”.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Hieromartyr Peter, Archbishop of Alexandria. New York, Estados Unidos: OCA.
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