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HIEROMÁRTIR SIMÉON, OBISPO DE PERSIA

conmemorado el 4 de marzo.



El Hieromártir Simeón, Obispo de Persia, sufrió durante una persecución contra los cristianos bajo el emperador persa Sapor II (310-381), gobernante del imperio Sasánida. El Santo Obispo fue acusado de colusión con el imperio romano, así como de obrar subversivamente en contra del emperador persa.

En el año 344, el emperador emitió un edicto que imponía un fuerte impuesto a los cristianos. Cuando algunos de ellos se negaron a pagarlo, ésto fue considerado como un acto de rebelión, por lo que el emperador inició una feroz persecución contra los cristianos.

San Simeón fue conducido al tribunal con grilletes de hierro como supuesto enemigo del reino persa, junto con los dos Hieromártires Habdelai y Ananías. El Santo Obispo ni siquiera se inclinó ante el emperador, quien cuestionó por qué no lo mostraba la debida deferencia. El Santo respondió: “Antes me inclinaba por tu rango, pero ahora, cuando me pides que renuncie a mi Dios y abandone mi fe, no me corresponde inclinarme ante ti”.

El emperador lo instó a adorar al sol y amenazó con erradicar el cristianismo de su tierra si se negaba. Pero ni las insistencias ni las amenazas sacudieron al inamovible Santo. Por tanto, lo aprisionaron. En el camino, el eunuco Usfazanes, consejero del emperador, vio al santo. Se puso de pie y se inclinó ante el obispo, pero el Santo le dio la espalda porque él, un antiguo cristiano, por temor del emperador, ahora adoraba al sol.

El eunuco se arrepintió de todo corazón, cambió sus elegantes vestidos por ordinarias prendas y, sentándose a las puertas del atrio, gritó amargamente: “¡Ay de mí, cuando esté delante de mi Dios, de quien estoy separado! ¡Aquí estaba Simeón y me ha dado la espalda!.”

El emperador Sapor se enteró del dolor de su amado tutor y preguntó qué había sucedido. Le dijo al emperador que lamentaba amargamente su apostasía y que ya no adoraría al sol, sino sólo al único Dios verdadero. El emperador quedó sorprendido por la repentina decisión del anciano y lo instó a no abjurar de los dioses a quienes sus padres habían reverenciado. Pero Usfazanes se mostró inflexible y lo condenaron a muerte. San Usfazanes pidió que los heraldos de la ciudad informaran que no había muerto por crímenes contra el emperador, sino por ser cristiano. El emperador accedió a su petición.

San Simeón también se enteró de la muerte de Usfazanes y dio gracias al Señor. Cuando lo llevaron ante el emperador por segunda vez, San Simeón nuevamente se negó a adorar a los dioses paganos y confesó su fe en Cristo. El emperador enfurecido dio orden de decapitar a todos los cristianos en la prisión ante los ojos del Santo.

Sin temor los cristianos fueron a la ejecución, bendecidos por el Santo Jerarca, e inclinaron sus cabezas bajo la espada. El compañero de San Simeón, el sacerdote Habdelai, también fue decapitado. Cuando llegaron donde el sacerdote Ananías, de pronto tembló. Entonces uno de los dignatarios, san Fuzik, secretamente cristiano, tuvo miedo de que Ananías renunciara a Cristo, y gritó: “No temas a la espada, anciano, y verás la luz divina de nuestro Señor Jesucristo”.

San Fuzik se traicionó a sí mismo con éste arrebato. El emperador dio orden de arrancar su lengua y desollar su piel. Junto con san Fuzik, también fue martirizada su hija Askitrea. San Simeón fue el último en presentarse ante el verdugo, y colocó su cabeza sobre el tajadero (13 de abril del año 344). Las ejecuciones prosiguieron durante toda la Semana de la Luz hasta el 23 de abril.

San Azates el Eunuco, funcionario cercano al emperador, también recibió la corona del martirio, junto con los Santos Abdechalas, Usthazanes y Azades. Las fuentes indican que mil ciento cincuenta mártires perecieron por negarse a aceptar la religión persa.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2024). Hieromartyr Simeon, Bishop in Persia and Those With Him. New York, Estados Unidos: OCA.

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