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JUSTO FILÁRETOS, EL MISERICORDIOSO

conmemorado el 1 de diciembre.


El Justo Filáretos el Misericordioso, hijo de Jorge y Ana, fue educado en la piedad y el temor de Dios. Vivió durante el siglo VIII en el pueblo de Amnia en el distrito de Paflagonia de Asia Menor. Su esposa, Theoseba, era de una familia rica e ilustre, y tuvieron un hijo y dos hijas: Juan, Hypatia y Evanthia.

Filáretos fue un dignatario rico e ilustre, mas no amó su riqueza irrazonablemente. Advirtiendo la necesidad de la gente, recordó las palabras del Salvador sobre el terrible Juicio Final y sobre “estos más pequeños” (Mt 25:40); el recordatorio del apóstol Pablo de que no nos llevaremos nada de este mundo (1 Tim 6:7); y la afirmación del rey David de que los justos no serían desamparados (Sal 36/37:25). Filáretos, cuyo nombre significa “Amante de la Virtud”, fue célebre por su amor a los menesterosos.

Un día, los ismaelitas [árabes] atacaron Paflagonia, devastando la tierra y saqueando la propiedad de Filáretos. Sólo quedaron dos bueyes, un burro, una vaca con su ternero, algunas colmenas y la casa. Pero también los compartió con los necesitados. Su esposa lo reprochó por desatender a su propia familia. Suavemente, mas con firmeza, soportó los reproches de su esposa y las burlas de sus hijos. “He escondido riquezas y tesoros”, dijo a su familia, “tantos que les bastaría para alimentarse y vestirse, aunque vivieran cien años sin trabajar”.

Los regalos del Santo siempre trajeron bien a quien con agradecimiento los recibía. Quien recibía algo suyo encontraba que el regalo se multiplicaba y esa persona se hacía rica. Sabiendo esto, cierto hombre acudió al Santo Filáretos pidiendo un becerro para poder formar un rebaño. La vaca fue separada de su becerro y comenzó a bramar. Theoseba le dijo a su esposo: “Piedad no tienes de nosotros, hombre despiadado, pero ¿no sientes lástima por la vaca? La has separado de su cría. El santo elogió a su esposa y estuvo de acuerdo en que no era correcto separar la vaca del becerro. Por lo tanto, llamó al pobre hombre a quien le había dado el becerro y le dijo que también tomara la vaca.

Ese año hubo hambruna, entonces san Filáretos tomó el burro y fue a pedir prestadas seis fanegas de trigo a un amigo suyo. Cuando regresó a casa, un hombre pobre le pidió un poco de trigo, entonces le dijo a su esposa que le diera una fanega a dicho hombre. Theoseba dijo: “Primero debes dar una fanega a cada uno de nosotros en la familia, luego puedes regalar el resto como quieras”. Filáretos luego le dio al hombre dos fanegas de trigo. Theoseba dijo con sarcasmo: “Dale la mitad de la carga para que puedas compartirla”. El santo midió una tercera fanega y la entregó al hombre. Entonces Theoseba dijo: “¿Por qué no le das la bolsa también, para que pueda llevarla?” Le dio la bolsa. La esposa exasperada dijo: “Solo para fastidiarme, ¿por qué no darle todo el trigo?”. San Filáretos así lo hizo.

Ahora el hombre no podía levantar las seis fanegas de trigo, por lo que Theoseba le dijo a su esposo que le diera el burro para que pudiera llevar el trigo a casa. Bendiciendo a su esposa, Filáretos donó el burro al hombre, quien marchó feliz a casa. Theoseba y los niños lloraron porque tenían hambre.

El Señor recompensó a Filáretos por su generosidad: cuando la última medida de trigo fue donada, un viejo amigo le envió cuarenta fanegas. Theoseba se quedó con la mayor parte del trigo para ella y los niños, y el santo dio su parte a los pobres y no le quedó nada. Cuando su mujer y sus hijos comían, se acercaba a ellos y le daban algo de comer. Theoseba se quejó diciendo: “¿Cuánto tiempo vas a mantener escondido ese tesoro tuyo? Sácalo para que podamos comprar comida con él”.

Durante este tiempo, la emperatriz bizantina Irene (797-802) buscaba una novia para su hijo, el futuro emperador Constantino Porphyrogenitos (780-797). Por lo tanto, se enviaron emisarios por todo el Imperio para encontrar a una chica adecuada, y los enviados llegaron a Amnia. Cuando Filáretos y Theoseba supieron que estos ilustres invitados iban a visitar su casa, Filáretos se puso muy feliz, pero Theoseba estaba triste, porque no tenían suficiente comida. Pero Filáretos pidió a su esposa que encendiera el fuego y decorara la casa. Sus vecinos, sabiendo que se esperaban enviados imperiales, trajeron todo lo necesario para una próspera fiesta.

Los enviados quedaron impresionados por las hijas y nietas del santo. Al ver su belleza, su comportamiento, su ropa y sus admirables cualidades, los enviados acordaron que la nieta de Filáretos, María, era exactamente lo que estaban buscando. María superó a todas sus rivales en virtud y modestia, convirtiéndose en la esposa de Constantino, quien recompensó a Filáretos.

Así la fama y la riqueza volvieron a Filáretos. Pero al igual que antes, este santo amante de los menesterosos distribuyó generosamente limosnas y proporcionó un banquete para los pobres. Él y su familia les sirvieron en la comida. Todos estaban asombrados de su humildad y decían: “Este es un hombre de Dios, un verdadero discípulo de Cristo”.

Ordenó a un sirviente que tomara tres bolsas y llenara una con monedas de oro, otra con plata y otra con monedas de cobre. Cuando se acercó un mendigo, Filáretos ordenó a su sirviente que trajera una de las bolsas, cualquiera que la providencia de Dios ordenara. Luego metería la mano en la bolsa y le daría a cada persona, tanto como Dios quisiera.

El Santo Filáretos se negó a usar ropa fina, ni tampoco aceptó ningún rango imperial. Dijo que era suficiente para él ser llamado el abuelo de la Emperatriz. El santo llegaba a los noventa años y sabía que se acercaba su fin. Fue al monasterio de Rodolpheia (“El Juicio”) en Constantinopla. Le dio algo de oro a la abadesa y le pidió que le permitiera ser enterrado allí, diciendo que dejaría esta vida en diez días.

Regresó a casa y enfermó. En el décimo día convocó a su familia, los exhortó a imitar su amor por los pobres si deseaban la salvación. Luego, durmió en el Señor. Murió en el año 792 y fue enterrado en el monasterio de Rodolpheia, en Constantinopla.

La aparición de un milagro después de su muerte confirmó la santidad del Justo Filareto. Mientras llevaban el cuerpo del santo al cementerio, cierto hombre, poseído por el demonio, siguió al cortejo fúnebre e intentó volcar el féretro. Cuando llegaron a la tumba, el diablo arrojó al hombre al suelo y salió de él. Muchos otros milagros y curaciones también tuvieron lugar en la tumba del Santo.

Después de la muerte del justo Filáretos, su esposa Theoseba trabajó en la restauración de monasterios e iglesias devastadas durante una invasión bárbara.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2022). Righteous Philaret the Merciful of Amnia in Asia Minor. New York, Estados Unidos: OCA.

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