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HOMILÍA 38,
SAN GREGORIO NACIANCENO.
4. Esto es [la Natividad, según la carne, de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesús Cristo]: la venida de Dios a los hombres para que nosotros nos acerquemos a Dios o, más propiamente, para que volvamos a Él, para que despojados del hombre viejo nos revistamos del nuevo y muertos en Adán, vivamos en Cristo. Con Cristo, también nosotros nacemos, somos también crucificados, con Él somos sepultados y resucitamos con Él. Es menester que yo siga el camino inverso, lleno de hermosura: porque como de las dotes más altas proviene el dolor, del dolor dimanarán las dotes más altas. «Allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» y si gustar el árbol fue nuestra condenación, ¿cuánto más no habrá de justificarnos la pasión de Cristo? Celebramos, en suma, la fiesta. No una fiesta pública, sino divina, no mundana, sino por encima del mundo. No las cosas de nuestra enfermedad, sino las de nuestra curación, no las de nuestra creación, sino las de nuestra restauración.
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