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Meditaciones Sobre La Natividad: Lectura número dos.

Foto del escritor: monasteriodelasant6monasteriodelasant6

¿Por Qué No Nos Regocijamos?

Padre Mateo el Pobre.

Traducción de Alan Eugene Aurioles Tapia.

 


«Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4)

 

 

Querido Padre,

Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento esté con tu amada alma y que su paz abunde para ser fructífero árbol que florece en primavera, habiendo recibido, merced a la calidez del Espíritu Santo, la capacidad de dar el fruto de la gracia y de ofrecer alimento para toda alma viviente. Que Dios bendiga a aquel que planta y a aquel que riega, y glorifique la mano diestra que permite que nuestra naturaleza comparta la propia divina naturaleza de Dios.

 

El tiempo ha llegado. “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,” (Lucas 2:28). El Anciano Simeón se regocija porque Cristo ha nacido en un lugar de fieras. El punto más bajo es alzado al Cielo de los Cielos de Dios; los caminos torcidos han sido enderezados por el simple toque del Espíritu; los obstáculos han sido removidos en el silencio de la noche; y la luz de día de la salvación ha brillado sobre el camino, pavimentándolo sobre la árida tierra de los corazones abatidos.

 

¿Por qué entonces no deberíamos regocijarnos? ¿Por qué no habrían de exultar los ángeles? Recién, la paz ha sido sembrada en lo más profundo de la tierra. El gozo del Espíritu ha brotado repentinamente entre los espinos del lamento. Aquellos que no deseáis creer lo que está escrito, venid a nosotros para creer lo que es visto. Que pongan el dedo de la duda en la herida del pecado; que les sea concedido sentir el pulso de la gracia, en vez de la agitación del pecado y escuchar el batir del corazón de Dios bajo el sonido de su propio asombro.

 

Después de todo, aquellos que no deseen creer, que miren a su alrededor, porque las mismas piedras están a punto de gritar, un grito que ensordecería los oídos... Hoy, del silencio de la Iglesia ha surgido una voz clamando que ha llegado el tiempo de los dolores de parto. Cristo está a punto de formarse en los corazones de muchos. Una nación entera nacerá de una vez (cfr. Is 66:8). En vez del silencio de catorce siglos, lo estéril clamará por labios de innumerables niños. La luz del Espíritu Santo amanecerá y se derramará profusamente sobre cada persona oprimida o devastada, en lugar de las tinieblas que manos culpables han blandido a lo largo de incontables generaciones. La fe cubrirá la tierra en preparación para Aquel que ha de venir, para que Cristo pueda encontrar el deseo de su corazón.

 

¡Ajustad vuestra lámpara, oh sabios! (cfr. Mt 25: 1-13). Que brille la luz de vuestra pobreza y de vuestra contrición, para que todos en casa sepan que esperamos una ciudad mejor cuyos cimientos tienen a Dios por arquitecto y constructor (cfr. Hb 11:10). Deja que tus ojos miren siempre hacia arriba, hacia donde está el feliz final y donde se está preparando tu porción para ti. No te dejes enredar en las obras infructuosas de la tiniebla, sino más bien cólmate de paz a través de la oración y el trabajo espiritual.

 

Recurre a encontrar refugio en las alas de Dios en tiempos impíos; Él te llevará. No os afanéis por nada, sino que sean conocidas vuestras oraciones delante de Dios, quien sella con sus fieles promesas toda obra realizada sinceramente en Su Nombre.

 

¡Paz, paz, paz!

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