top of page

Meditaciones Sobre La Natividad: Lectura número ocho.

Foto del escritor: monasteriodelasant6monasteriodelasant6

Hoy, La Dicha Es Nuestra Fortaleza.

Padre Mateo el Pobre.

Traducción de Alan Eugene Aurioles Tapia.

 


«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.» (Lucas 2:11)

 

 

Querido Padre,

¡Paz de Dios a vuestro espíritu, amado mío! Lo envío un saludo por la Natividad, primera Fiesta de la Iglesia en la cual Ella celebra el nacimiento de su Desposado. En éste día, Dios visitó la iglesia del desierto (la Antigua Alianza), la estéril que sufriera los dolores y lamentaciones de los profetas, al no dar a luz sino a un pueblo contencioso que expiró en el desierto, cuyo remanente se corrompió.

 

Hoy, sin embargo, la promesa es consumada con el nacimiento de la Iglesia de los justos, posesión de Dios. El misterio de Belén se nos revela a través del bautismo, y el nacimiento del Hijo de Dios en la carne nos ha concedido el derecho de nacer en Espíritu. Hoy, pues, la Iglesia celebra Su Fiesta. He aquí el misterio de Su bautismo y la potestad sobre la cual se erige y perdura.

 

En su etimología griega, la palabra Iglesia ékklesía significa “aquellos llamados a aparecer” y proviene del verbo ekkaléō. Es decir, aquellos que están llamados a pasar de lo invisible a lo visible, así como el Hijo de Dios fue llamado a aparecer de lo invisible a lo visible en orden a proclamar el amor del Padre. La Iglesia, pues, adquiere su nombre y su ser del divino día de la Natividad, en el cual el amor salvador de Dios se ha manifestado a todos los hombres (cfr. Tt 2:11).

 

Hoy estamos llamados a manifestarnos públicamente con alegría junto con buenas nuevas, tal cual la Iglesia celestial estuvo representada en los coros de los ángeles y se manifestó a los hijos de Adán. Ahora liberamos abiertamente aquellas voces nuestras previamente contenidas dentro de nuestros corazones en alabanzas públicas en medio de la Iglesia, a la vez que declaramos nuestro gozo a los ángeles como respuesta y reacción a sus buenas nuevas. Una vez nos revelaron las nuevas de la Natividad y ahora declaramos nuestra respuesta afirmando éstas primicias diaria y eternamente.

 

Sin embargo, no es sólo a través de nuestras voces y lenguas que la Iglesia anuncia las buenas nuevas, que las dice o predica, sino igualmente a través de las vidas de sus piadosos fieles y adoradores ─así vivos como difuntos. La Iglesia puede anunciarlas como signo de su respuesta al amor de Dios que declarose en el pesebre. Asimismo, puede publicarlas haciéndose aquel humilde modelo que sobreviniera a la humildad de Aquel que está envuelto en remiendos.

 

Hoy, la dicha es nuestra fortaleza y el buen gozo es nuestro alimento.

 

¡Adiós!

 

1 visualización0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page