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Meditaciones Sobre La Natividad: Lectura número treinta y siete.

Foto del escritor: monasteriodelasant6monasteriodelasant6

EL “SÍ” DE LA HUMANIDAD A DIOS,

CLARK CARLTON.

  

«La Virgen María, en su pureza de corazón y su perfecta receptividad a la Voluntad de Dios, es el fundamento histórico de nuestra salvación tanto cuanto el cumplimiento del propósito de la humanidad.»

  

El Protopresbítero Georges Florovsky escribió, “Ignorar a la Madre de Dios significa interpretar erróneamente al Hijo”. La Mariología ─aquello que la Iglesia cree acerca de la Santísima Virgen María─ y la Cristología ─aquello que Ella cree acerca de Cristo─ son inseparables. Separar a la una de la otra conducirá irremediablemente a una distorsión de la fe cristiana. Por desgracia, es ésto precisamente lo que ha tenido lugar en el cristianismo occidental, debido a la Reforma protestante.

En el Tercer Concilio Ecuménico (Éfeso, 431 d. C.), los Santos Padres decretaron la práctica generalizada de entonar himnos a la Santísima Virgen como la Theotokos, que quiere decir “portadora de Dios” o “Madre de Dios”. Lo hicieron para salvaguardar la comprensión correcta acerca de Cristo como Dios hecho hombre. Advirtieron que lo que estaba en juego no era un aspecto opcional de la piedad personal, sino la sustancia misma de la fe cristiana. Lo que creemos acerca de la Virgen María afecta invariablemente lo que creemos acerca de Cristo. Por tanto, una comprensión correcta acerca de María es esencial para la salvación de la humanidad.

Primeramente, una Mariología correcta acentúa el hecho de que Cristo es Uno de la Santísima Trinidad y no meramente un hombre de algún modo unido a Dios. Aunque Cristo es plenamente Dios y plenamente hombre a un solo tiempo, Él es una sola persona: Hijo eterno y Verbo de Dios. Un hombre, aún uno en íntima unión con Dios, no podría salvar a la humanidad y elevarnos a la perfecta participación en la Vida Divina. Sólo Dios podía renovar Su imagen en el hombre e impartir en él la plenitud de Su Vida Divina. Si Cristo no es Dios, entonces nuestra salvación es una ilusión. Consiguientemente, confesar que la Santísima Virgen es Madre de Dios es confesar que el Hijo nacido de ella es Dios mismo, Uno de la Santísima Trinidad. Asimismo, negar que María es la Theotokos es negar que Cristo sea verdaderamente Dios y, por tanto, negar la posibilidad de nuestra salvación.

En segundo lugar, se precisa una adecuada comprensión de la persona y obra de la Virgen María para salvaguardar la realidad de la naturaleza humana de Cristo. Algunos suponen que la Santísima Virgen era simplemente un pasivo “canal” o “pasaje” a través del cual Dios entró en el mundo. Tal noción, sin embargo, hace que la humanidad de Cristo sea una ilusión. La Iglesia confiesa que María fue la madre del Dios encarnado en todo sentido del término. Cristo tomó de ella la sustancia de Su humanidad, haciéndose en su seno aquello que no era, a fin de que el hombre pueda llegar a ser lo que Él es:

 

En Él y por Él somos salvos, y junto con Gabriel clamemos a la Virgen: ¡Alégrate, llena de gracia! ¡El Señor está contigo! De ti ha tomado Cristo nuestro Dios y Salvación nuestra la naturaleza humana, elevándola hacia Sí (Menaion Festivo). 

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