conmemorado el 04 de diciembre.
El Nuevo Hieromártir Serafín (gr. Σεραφείμ), Arzobispo de Phanarion y Neochorion provenía de Pezoula, en la región de Ágrafa, en Grecia. Fue criado por sus devotos padres, Sofronio y María, en las aguas de la Fe y en el Amor a Dios, desde sus primeros días de infancia. En consecuencia, lo inscribieron en la “Escuela de Letras Sagradas”. El joven Serafín, aún cuando no asistía a la escuela, sino que permanecía en el hogar paterno, pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo las Escrituras y las Vidas de los Santos, al mismo tiempo que jamás se ausentaba de los Servicios Divinos.
Cuando creció, dejó de mostrar interés por cualquiera de los asuntos de la vida cotidiana y, sintiendo atracción por la vida monástica y buscando un lugar para perseguir la vida ascética del Hesicasmo, viajó al Sagrado Monasterio de la Santísima Theotokos, o el Monasterio Sagrado de “Yperagía Theotokos Kría Vrisi” (posteriormente llamado Monasterio de la Corona o Koroni), y se dedicó al ejercicio de la virtud. Fue tonsurado monje, imitando ávidamente al más virtuoso de sus hermanos. Con el tiempo, habiendo contemplado sus virtudes (ayuno, vigilancia, humildad y amor), sus hermanos monásticos propusieron que el Santo fuera ordenado, inicialmente como Lector, luego como Diácono, y finalmente como Presbítero (Hieromonje).
Tal era la estima que los fieles y los monjes guardaban para con su persona, que después de que el Metropolita de Phanarion y Neochorion durmiera en el Señor, Serafín fue elegido como su sucesor. El Santo, asumiendo el cuidado y dirección de tantas almas, redobló sus luchas, cuidó de su rebaño y, de hecho, con frecuencia se llamó a sí mismo un humilde siervo, todo el tiempo ardientemente dispuesto a ser digno de la corona del martirio, algo que no demoraría en llevarse a efecto.
Durante éste período, a principios del siglo XVII, el Metropolita de Larisa, Dionisio el Filósofo (10 de octubre), predicaba la revolución (contra el imperio otomano) en las regiones de Epiro y Tesalia, que concluyera infructuosa, razón por la cual el Metropolita, como responsable, fue atormentado hasta la muerte por los otomanos. Coincidentemente, el Santo Serafín viajó a Phanarion, Karditsa, para dar los tributos periódicos designados a los aghas (lit. “gran hermano”). Los otomanos, creyendo que Serafín también estaba participando en la incitación de la revolución, lo atacaron, al principio verbalmente, sugiriendo en particular que renunciara a su fe, para escapar del castigo y eliminar sus sospechas. Tras la negativa del Santo, fue llevado por la turba turca ante Hamouz Bey, quien era el bajá (i. e. pashá) de Phanarion. El bajá charló con el Santo de manera serena, diciendo que incluso si hubiera sido engañado por el revolucionario Dionisio, aún podría ser liberado al convertirse en musulmán.
El Santo defendió la verdad de sus palabras, insistiendo resueltamente en que no se había involucrado en el movimiento revolucionario, añadiendo: “y no tengo intención de abandonar jamás a mi más dulce Maestro y Dios, Jesucristo”, tal como textualmente se conservan sus palabras en los Sinaxarios. Entonces el valeroso Obispo prosiguió: “Porque incluso si sufriera una miríada de muertes por Su Santo Nombre, lo haría con alegría y agradecimiento. ¡Por lo tanto, oh Soberano, ataca, corta, haz lo que esté a tu alcance!”.
Entonces el agha ordenó que lo azotaran sin piedad y que cortaran su nariz. Mientras el Santo soportaba todo ésto, daba gracias a Dios incesantemente por haber sido considerado digno de ser martirizado por Su Nombre. Posteriormente, san Serafín fue encarcelado por un día sin alimento ni agua. En la cárcel, se regocijó y alabó a Dios, agradeciéndole por los sufrimientos que fue digno de soportar, para gloria de Dios, pidiéndole fuerza para soportar su inminente martirio.
Al día siguiente, el gobernante otomano ordenó que se trajera nuevamente a Serafín. Hamouz, empleando nuevas amenazas, trató de cambiar la opinión del Santo. Pero san Serafín se reiteraba cada vez más definitivamente en su decisión de no negar a Jesucristo. Entonces, el agha ordenó que lo azotaran aún más brutalmente. Los torturadores continuaron con sus esfuerzos inhumanos, extendiendo sus manos y pies con cuerdas, colocando simultáneamente una gran piedra en su abdomen y cortándolo continuamente con cuchillos. Luego lo dieron de beber agua con tierra y bilis, pero el rostro del Santo estaba radiante, como si estuviera participando en algún banquete en vez del tormento. Incluso sus torturadores miraban al Santo con admiración.
Junto a un ciprés cerca del mercado de Phanarion, el Santo abandonó su espíritu, mortalmente herido en sus entrañas. (Soportó el martirio por empalamiento; es decir, atravesaron su cuerpo con una estaca).
Ésto aconteció el día 4 del mes de diciembre del año 1601. El sagrado cuerpo permaneció allí durante algunos días, clavado a la estaca en la que fue martirizado, mas su cuerpo no se descompuso. Por el contrario, parecía un cuerpo vivo y emitía una fragancia inefable, produciendo admiración y contrición entre los fieles y consternación entre los otomanos. El bajá rechazó la solicitud de los cristianos de que se les entregara su cuerpo.
Pasados varios días, ordenó que cortaran la cabeza del Santo y la enviaran a Tríkala, junto con otros jefes de combatientes revolucionarios alineados con Dionisio el Metropolita y delincuentes comunes. Allí, todas las cabezas se colocaron en postes, creando un macabro bosque, con el fin de establecer un ejemplo para los de otras religiones (no musulmanes) en la región.
El Abad del Santo Monasterio de Dousiko, ubicado cerca de Tríkala, dio a un cristiano albanés cincuenta monedas de plata para tomar la cabeza del lugar donde estaba bajo vigilancia, con el objetivo de resguardarlo como un tesoro en su Monasterio. El intento de captura de la Reliquia fue detectado por los guardias, quienes persiguieron furiosamente al cristiano, quien a su vez rápidamente escapó con la Reliquia. Al acercarse a un puente sobre el río Peneios (Peneus), vio que sus perseguidores estaban peligrosamente cerca de él. Entonces arrojó la Reliquia sagrada al río y huyó a toda prisa de los turcos, que se habían detenido y observaban la escena anterior. A poca distancia del puente, dos pescadores, que habían construido una pequeña presa en el lecho del río, encontraron milagrosamente la Reliquia sagrada y, porque lo conocían, la entregaron con reverencia al Abad antes mencionado.
Poco después, el Abad del Sagrado Monasterio de la Corona pidió la Reliquia a los monjes de Dousiko, ya que San Serafín había sido un monje en su Monasterio, recompensándoles las cincuenta monedas de plata que se habían pagado al cristiano enviado. A pesar de haber sido poco cuidada y maltratada, ya que porciones de su piel han sido arrancadas para hacer las veces de amuleto, se considera un milagro continuo de Dios, pues su incorrupta piel se preserva alrededor. El ojo izquierdo del Santo muestra una paz profunda, en tanto que, el otro, huellas de malos tratos, y cortes en la nariz. La sagrada cabeza del Santo se ha mantenido en dicho sitio hasta el día de hoy como un tesoro, emanando una indescriptible fragancia y socorriendo a todos los que buscan la intercesión del Santo para la liberación de todas las enfermedades y adversidades.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2024). San Serafín el Nuevo Hieromártir. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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