conmemorado el 25 de septiembre.
San Sergio de Rádonezh nació en el pueblo de Varnitsa, cerca de Rostov, el 3 de mayo de 1314. Sus padres fueron los piadosos e ilustres nobles Cirilo y María (28 de septiembre). El Señor lo eligió cuando aún moraba el vientre de su madre. En la Vida de San Sergio se cuenta que incluso antes del nacimiento de su hijo, Santa María y los orantes escucharon el llanto del infante tres veces a lo largo de la celebración de la Divina Liturgia: antes de la lectura del Santo Evangelio, durante el himno de los querubines, y cuando el sacerdote pronunció: “Lo santo para los santos”.
Dios concedió a Cirilo y María un hijo al que dieron el nombre de Bartolomé. Desde sus primeros días de vida el infante sorprendió a todos con su ayuno. Los miércoles y viernes no aceptaba leche de su madre, y los días restantes, si María hacía uso del aceite en los alimentos, el bebé igualmente rechazaba la leche de su madre. Al percatarse, María se abstuvo por completo de consumir aceite.
A la edad de siete años, Bartolomé fue enviado a estudiar junto con sus dos hermanos: su hermano mayor Esteban y su hermano menor Pedro. Sus hermanos aprendieron con éxito, pero Bartolomé se atrasó en sus estudios, a pesar de que el maestro le prestó especial atención. Los padres reprendieron al niño, la maestra lo increpó y sus compañeros se mofaron de su dificultad de comprensión. Finalmente, Bartolomé suplicó al Señor con lágrimas que lo concediera la capacidad de leer.
Una vez, su padre envió a Bartolomé a buscar los caballos en el campo. En el camino se encontró con un ángel enviado por Dios con apariencia de monje. El Anciano estaba orando bajo un roble en el campo. Bartolomé se acercó a él y, haciendo una reverencia, esperó a que el Anciano terminara de orar. El monje lo bendijo, le dio un beso y le preguntó qué deseaba.
Bartolomé respondió: “Con toda mi alma quiero aprender a leer y escribir. Santo Padre, ruega por mí a Dios para que me auxilie a alfabetizarme”. El monje cumplió la petición de Bartolomé, ofreciendo su oración a Dios. Al bendecir al niño, le dijo: “De ahora en adelante, hijo mío, Dios te permitirá saber leer y escribir, y en ésto superarás a tus hermanos y compañeros” (véase la célebre obra de Mijaíl Vasílievich Nésterov “La visión de Bartolomé”).
Entonces el Anciano tomó una vasija y le dio a Bartolomé un trozo de prósphoron. “Toma, niño, y come”, dijo. “Ésto os es dado como señal de la gracia de Dios y para la comprensión de la Sagrada Escritura”. El Anciano deseó partir, pero Bartolomé le pidió que visitara a sus padres. Sus padres recibieron con alegría a su huésped y lo ofrecieron su hospitalidad.
El anciano respondió que lo correcto era participar primero del alimento espiritual y pidió a su hijo que leyera el Salterio. Bartolomé empezó a leer y sus padres quedaron asombrados del cambio que se había producido en su hijo. Al despedirse, el Anciano dijo proféticamente acerca de san Sergio: “Tu hijo será grande ante Dios y el pueblo. Él será la morada escogida del Espíritu Santo”.
Pasado ésto, el santo niño leyó sin dificultad y comprendió el contenido de los libros. Se sumergió en la oración con especial fervor y no faltó a ningún servicio religioso. Ya en la infancia se impuso un estricto ayuno. Los miércoles y viernes no tomaba alimento, y los demás días se sostenía a base de pan y agua.
Hacia el año 1328, los padres de san Sergio se trasladaron de Rostov a Rádonezh. Cuando sus hijos mayores se casaron, Cirilo y María recibieron el esquema monástico poco antes de su reposo en el Monasterio Khot'kov de la Protección de la Santísima Theotokos, no lejos de Rádonezh. Más tarde, el hermano mayor Esteban quedó viudo y se convirtió en monje en el mismo monasterio. Después de enterrar a sus padres, Bartolomé y su hermano Esteban se retiraron al bosque (a poco más de 13 kilómetros de Rádonezh) para vivir en el desierto. Al principio confeccionaron celdas, y luego una pequeña iglesia, la cual, con la bendición del metropolitano Teognosto, fue consagrada en nombre de la Santísima Trinidad. Pero pronto, incapaz de soportar las dificultades de la vida en el desierto, Esteban dejó a su hermano y marchó hacia el monasterio de la Teofanía de Moscú, donde se hizo cercano a san Alejo, más tarde metropolitano de Moscú. (12 de febrero).
El 7 de octubre de 1337, Bartolomé fue tonsurado por el Abad Metrófanes, tomando el nombre del Santo Mártir Sergio (7 de octubre), y comenzó a construir una nueva morada para gloria de la Trinidad Dadora de Vida. Sufriendo tentaciones y apariciones demoníacas, san Sergio avanzaba viento en popa. Poco a poco se hizo conocido por otros monjes que buscaban su guía. San Sergio aceptó amorosamente a todos, y pronto se conformó una hermandad de doce monjes en el pequeño monasterio.
Su experimentado guía espiritual se distinguió por un extraordinario amor por el trabajo. Con sus propias manos construyó varias celdas, acarreó agua, cortó leña, horneó pan, cosió ropa, preparó comida para los hermanos y asumió humildemente otras tareas. San Sergio compaginaba la ardua labor con la oración, la vigilia y el ayuno.
Los hermanos se sorprendieron de que con un esfuerzo tan severo la salud de su guía no se deteriorara, sino que más bien se fortaleciera. Lo imploraron ─no sin dificultad─ que aceptara el cargo de Higúmeno del Monasterio.
En el año 1354, el obispo Atanasio de Volyn ordenó Hieromonje al santo y lo elevó al rango de Higúmeno. Como antes, se cumplían estrictamente las obediencias monásticas en el Monasterio. Con la ampliación del monasterio, también crecieron sus necesidades. A menudo los monjes tenían poco alimento, pero a través de las oraciones de San Sergio personas desconocidas proveían sus necesidades.
Voz de las hazañas de san Sergio se oyó aún en Constantinopla, y el patriarca Filoteo envió al monje una cruz, un paraman (es decir, una vestidura monástica, tela de forma cuadrada atada con cuerdas al pecho, portada debajo de otra vestimenta, y adornada con símbolos de la Pasión del Señor), un esquema-túnica como bendición por razón de sus buenas obras, y una grámota (i. e. misiva) de bendición, en la cual el Patriarca aconsejaba a los elegidos de Dios organizar un monasterio cenobítico. El monje se presentó con la misiva patriarcal ante san Alejo, de quien recibió el consejo de introducir una estricta forma de vida cenobítica. Los monjes comenzaron a quejarse del rigor de la Regla monástica y san Sergio se vio obligado a abandonar el monasterio. En el río Kirzhach fundó un monasterio en honor de la Anunciación de la Santísima Theotokos. La situación en el antiguo monasterio desmejoró rápidamente y los monjes restantes recurrieron a san Alejo para que hiciera que el Santo Sergio volviera.
San Sergio obedeció incondicionalmente al santo jerarca y dejó el Monasterio de Kirzhachsk en manos de su discípulo san Román.
Ya durante su vida, a san Sergio se lo había concedido el don de obrar milagros. Crió a un niño, en un tiempo en el que el padre desesperado había dado por perdido a su único hijo. Rápidamente comenzaron a difundirse las noticias sobre los milagros obrados por san Sergio, y empezaron a acudir a él enfermos, así de los pueblos de los alrededores como también de lugares remotos. Y nadie partió de la presencia de san Sergio sin recibir la curación de sus enfermedades y consejos edificantes. Todos dieron gloria a san Sergio y lo reverenciaron como a los antiguos santos Padres. Pero la gloria humana no persuadió al gran asceta y, como antes, permaneció siendo ejemplo de humildad monástica.
Una vez, san Esteban, obispo de Perm (27 de abril), que veneraba profundamente a san Sergio, se encontraba de viaje desde su diócesis a Moscú. La carretera pasaba a ocho verstas del Monasterio de Sergiev. Con la intención de visitar el monasterio en su viaje de regreso, el Santo se detuvo y, después de recitar una oración, se inclinó ante san Sergio con las palabras: “La paz sea contigo, hermano espiritual”. En ese instante san Sergio estaba sentado ante la trapeza para tomar alimentos con los hermanos. En respuesta a la bendición del Santo jerarca, san Sergio se puso de pie, recitó una oración y devolvió la bendición a san Esteban. Algunos de los discípulos, asombrados por la extraordinaria acción de san Sergio, se apresuraron al lugar indicado y se convencieron de la veracidad de la visión.
Poco a poco los monjes empezaron a presenciar también otras acciones similares. Una vez, durante la liturgia, un ángel del Señor sirvió al Santo, pero san Sergio, en su humildad, prohibió a nadie contarlo hasta después de su muerte.
San Sergio permaneció unido a san Alejo por estrechos vínculos de amistad espiritual y amor fraternal. San Alejo, en sus últimos años, convocó a san Sergio y le rogó que aceptara ser metropolitano ruso, pero san Sergio declinó humildemente ser primado.
La tierra rusa en ese momento sufría bajo el yugo mongol-tártaro. Habiendo reunido un ejército, el gran príncipe Demetrio Ioannovich del Don acudió al monasterio de san Sergio para pedir bendición en la lucha pendiente. San Sergio bendijo a dos monjes de su monasterio para que ayudaran al gran príncipe: el esquemamonje Andrei (Oslyaba) y el esquemamonje Alexander (Peresvet), y predijo la victoria del príncipe Demetrio. La profecía de san Sergio se cumplió: el 8 de septiembre de 1380, en la fiesta de la Natividad de la Santísima Theotokos, los soldados rusos obtuvieron una victoria total sobre las hordas tártaras en Kulikovo Pole (Campo de Kulikovo), y establecieron el comienzo de la liberación del territorio ruso del yugo mongol. Durante los combates, san Sergio y sus hermanos oraron y rogaron a Dios que concediera la victoria a las fuerzas rusas.
Por su forma de vida angelical, san Sergio recibió de Dios una visión celestial. Una vez, por la noche, Abba Sergio estaba leyendo la regla de oración debajo de un icono de la Santísima Theotokos. Habiendo completado la lectura del canon a la Madre de Dios, se sentó a descansar, pero de repente le dijo a su discípulo san Mikhei (6 de mayo) que los esperaba una visitación milagrosa. Al cabo de un momento apareció la Madre de Dios acompañada de los Santos Apóstoles Pedro y Juan el Teólogo. Debido a la luz extraordinariamente brillante, san Sergio cayó, pero la Santísima Theotokos tocó sus manos y, al bendecirlo, prometió ser siempre la Protectora de su Santo Monasterio.
Llegado a la ancianidad, y previendo su propio reposo con seis meses de antelación, san Sergio convocó a sus hermanos y designó como Higúmeno a su discípulo san Nikon (17 de noviembre), experimentado en la vida espiritual y en la obediencia. En tranquila soledad san Sergio durmió en el Señor el 25 de septiembre del año 1392. La noche anterior, el Gran Santo de Dios convocó por última vez a los hermanos para darles su instrucción final: “Hermanos, estad atentos a vosotros mismos. Tened primero el temor de Dios, la pureza de alma y el amor sin hipocresía…”
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Repose of Venerable Sergius the Wonderworker, Abbot of Radonezh. New York, Estados Unidos: OCA.
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