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SAN DOULÁS, PORTADOR DE LA PASIÓN

conmemorado el 15 de junio.


San Doulás, Portador de la Pasión (ru. Страстотéрпец, “Portador de la Pasión”, o bien, “Quien Soportó la Pasión”), fue monje en un monasterio egipcio. Sobresalió por su mansedumbre, humildad y obediencia. Durante veinte años soportó la mofa, el abuso y el desprecio de varios de sus hermanos monásticos. Al principio le resultó difícil hacer frente y soportar humildemente el insulto, pero finalmente alcanzó tal grado de desapasionamiento (gr. ἀπάθεια, “apatheia”), que sintió compasión de sus detractores y oró por ellos con todo su corazón.

Cerca del final de su vida, san Doulás padeció la tentación. Cierto monje robó algunos vasos de la iglesia y los ocultó. Cuando el Higúmeno y los Ancianos del Monasterio comenzaron a investigar el robo, acusaron a san Doulás de tal pecado, porque ese día no se había presentado a la Vigilia. San Doulás siempre había asistido a la iglesia, pero ese día había estado enfermo y no pudo asistir al servicio. Condujeron a san Doulás ante los ancianos, ante quienes protestó por su inocencia, pero sus enemigos lo calumniaron, diciendo que eran testigos de su pecado. Cuando vio que no creían en sus palabras, san Doulás no discutió, sino que dijo: “Perdónenme, santos padres, soy un pecador”. El Higúmeno ordenó que el inocente Doulás fuera despojado de su atuendo monástico y vestido con ropas seculares. Sollozando amargamente, san Doulás oró: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, a causa de Tu Santo Nombre me vestí con ropas monásticas, pero ahora, a través de mis pecados, me las han quitado”.

San Doulás fue encadenado y el guardia exigió saber dónde estaban escondidos los vasos de la iglesia, mas el puro portador de la pasión solo repetía: “Perdóname, he pecado”.

Lo entregaron a las autoridades civiles para ser juzgado y sometido al tormento, pero el Santo repitió: “No tengo ni plata ni los vasos perdidos”. El Eparca de la ciudad preguntó a los monjes qué hacer con él, ya que lo habían entregado a la corte secular. Ellos respondieron: “Haced con él lo que prescriben las leyes”. El Santo fue condenado a que cortaran ambas manos. Antes de la ejecución de la sentencia, el gobernador dijo: “Dinos dónde están los vasos y quedarás libre”. El Santo respondió: “Gobernador, ¿quiere que confiese algo que no hice? No quiero decir mentiras sobre mí, ya que toda mentira es del diablo”. Llevaron al Santo al lugar de ejecución. Finalmente, el autor del robo sintió remordimiento y acudió al Higúmeno para confesar que había cometido el crimen.

Después de veinte años de exilio y humillación, a san Doulás se lo permitió volver al Monasterio. Los monjes empezaron a pedir perdón al Santo. No sólo no les guardaba rencor, sino que incluso estaba agradecido de que lo hubieran concedido la oportunidad de borrar sus pecados soportando sufrimiento sin culpa. El Santo pidió al Señor que perdonara a sus acusadores.

Después de tres días descubrieron que el Santo había partido hacia el Señor mientras estaba arrodillado en oración. Su cuerpo fue resguardado en la catedral y el entierro se retrasó hasta la llegada del Abad y los hermanos de un Monasterio cercano. Cuando todos se reunieron y entraron en la iglesia, el cuerpo del inocente portador de la pasión no estaba en la catedral. Sólo permanecían su ropa y sus sandalias.

Así, aquellos que habían acusado a san Doulás de pecado, se mostraron indignos de enterrar su Santo cuerpo.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2024). Saint Doulas, Passion-Bearer of Egypt. New York, Estados Unidos: OCA.

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