conmemorado el 11 de septiembre.
San Eufrosino el Cocinero moró en uno de los monasterios de la región Palestina, y su obediencia se destinó a las labores como cocinero. Aunque trabajando arduamente y apartado de sus hermanos, san Eufrosino no apartó su pensamiento de Dios, sino que vivió en oración y ayuno. Siempre tuvo presente que la obediencia es el primer deber de un monje, y por lo tanto se mantuvo obediente a los hermanos mayores.
La paciencia del santo fue maravillosa: a menudo lo reprochaban, pero él no se quejaba y soportó todas las incomodidades. San Eufrosino agradó al Señor por su virtud interior, la cual ocultó a la gente; fue el Señor mismo Quien reveló a los hermanos del santo las alturas espirituales de su modesto compañero.
Uno de los sacerdotes del monasterio oró y le pidió al Señor que le mostrara las bendiciones preparadas para los justos en la era venidera. El sacerdote vio en un sueño cómo es el Paraíso, y contempló su inexplicable belleza con miedo y con alegría.
Allí también vio a un monje de su monasterio, al cocinero Eufrosino. Asombrado por este encuentro, el presbítero preguntó a Eufrosino cómo había llegado allí. El santo respondió que estaba en el Paraíso por la gran misericordia de Dios. El sacerdote volvió a preguntar si Eufrosino podría darle algo de la belleza circundante. San Eufrosino le sugirió al sacerdote que tomara lo que quisiera, por lo que el sacerdote señaló tres deliciosas manzanas que crecían en el jardín del Paraíso. El monje recogió las tres manzanas, las envolvió en un paño y se las dio a su compañero.
Cuando se despertó temprano en la mañana, el sacerdote pensó que la visión era un sueño, pero de repente notó a su lado el paño con la fruta del Paraíso envuelta en él y despidiendo una encantadora fragancia. El sacerdote encontró a san Eufrosino en la iglesia y le preguntó bajo juramento dónde había estado la noche anterior. El santo respondió que había estado donde también estuvo el sacerdote. Entonces el monje dijo que el Señor, en cumplimiento de la oración del sacerdote, le había mostrado el Paraíso y le había otorgado el fruto del Paraíso a través de él, “el humilde e indigno siervo de Dios, Eufrosino”.
El sacerdote relató lo acontecido a los hermanos del monasterio, señalando la elevación espiritual de Eufrosino en agradar a Dios, y señaló la fragante fruta paradisíaca. Profundamente afectados por lo que escucharon, los monjes acudieron a la cocina para presentar sus respetos a san Eufrosino, pero no lo hallaron allí. Huyendo de la gloria humana, el monje había abandonado el monasterio. El lugar donde se ocultó permaneció desconocido, pero los monjes siempre recordaron que su hermano monje san Eufrosino había llegado al Paraíso, y que al ser salvos, por la misericordia de Dios lo encontrarían allí. Con reverencia guardaron y también distribuyeron porciones de las manzanas del Paraíso a fin de bendecir y de sanar.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). Saint Euphrosynus the Cook, of Alexandria. New York, Estados Unidos: OCA.
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