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SAN JUAN CRISÓSTOMO, ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA

conmemorado el 13 de noviembre.


San Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla, uno de los Tres Jerarcas [30 de enero], nació en Antioquía alrededor del año 347 en el seno de la familia de un comandante militar. Su padre, Secundus, murió poco después del nacimiento de su hijo. Su madre, Anthusa, viuda a los veinte años, no buscó volver a casarse, sino que dedicó todos sus esfuerzos a la crianza de su hijo en la piedad cristiana. El joven Santo estudió con los más notables filósofos y retóricos. Mas, despreciando las vanas disciplinas del conocimiento pagano, el futuro jerarca se volvió hacia el estudio profundo de la Sagrada Escritura y la contemplación orante. San Melecio, obispo de Antioquía (12 de febrero), amó a Juan como a un hijo, lo guió en la fe y en el año 367 lo bautizó.

Después de tres años Juan fue tonsurado como Lector. Cuando san Melecio fue destinado al exilio por orden del emperador Valente en el año 372, Juan y Teodoro (posteriormente obispo de Mopsuestia) estudiaron con los experimentados instructores de vida ascética, los presbíteros Flavio y Diodoro de Tarso. El muy refinado Diodoro tuvo una influencia particular sobre el joven Santo. Cuando la madre de Juan descansó en el Señor, él abrazó el monacato, al cual nombró la “filosofía verdadera”. Pronto Juan y su amigo Basilio fueron considerados como candidatos para el cargo episcopal, y decidieron retirarse al desierto para evitar esto. Si bien San Juan evitó el rango episcopal por humildad, ayudó en secreto a la consagración de Basilio.

Durante este período, san Juan escribió sus “Seis Discursos Sobre el Sacerdocio”, una gran obra de teología pastoral ortodoxa. El Santo pasó cuatro años en pugna en el desierto, viviendo la vida ascética bajo la tutela de un experimentado guía espiritual. Fue aquí que escribió tres libros titulados, “Contra Los Oponentes de Aquellos Atraídos por la Vida Monástica”, así como una colección titulada, “Una Comparación del Monje con el Emperador” (también conocida como “Comparación del Poder Imperial, Riqueza y Eminencia, con la Verdadera y Cristiana Vida Monástica Amante de la Sabiduría”), obras ambas marcadas por una profunda reflexión sobre la dignidad de la vocación monástica.

Durante dos años, el Santo vivió en una cueva en completo silencio, pero se vio obligado a regresar a Antioquía en beneficio de su salud. San Melecio, obispo de Antioquía, lo ordenó diácono en el año 381. Los años siguientes los dedicó a la composición de nuevos escritos teológicos: “De La Providencia” (“Al Ascético Stagirios”), “Libro de la Virginidad”, “A Una Joven Viuda” (2 discursos), y el “Libro de San Babil, y Contra Julián y los Paganos”.

En el año 386 san Juan fue ordenado presbítero por el obispo Flavio de Antioquía. San Juan fue un espléndido predicador, y sus palabras inspiradas le valieron el nombre de “Boca de Oro” (“Crisóstomo”). A lo largo de doce años el Santo predicó en la iglesia, generalmente dos veces por semana, pero a veces a diario, conmoviendo profundamente los corazones de sus oyentes.

En su celo pastoral por proporcionar a los cristianos una mejor comprensión de las Sagradas Escrituras, san Juan empleó la hermenéutica, una interpretación y análisis de la Palabra de Dios (es decir, la exégesis). Entre sus obras exegéticas se encuentran comentarios sobre libros enteros de la Sagrada Escritura (Génesis, el Salterio, los Evangelios de Mateo y Juan, las Epístolas del Apóstol Pablo), y también muchas homilías sobre textos individuales de la Sagrada Biblia, pero también instrucciones sobre las Festividades, alabanzas a los santos, y también homilías apologéticas (contra anomeos, judaizantes y paganos). Como sacerdote, san Juan cumplió devotamente el mandato del Señor de cuidar a los necesitados. Presidida por san Juan, la Iglesia de Antioquía daba sustento diario a unas 3, 000 vírgenes y viudas, sin incluir en este número a los encarcelados, vagabundos y enfermos.

San Juan comenzó su comentario sobre Génesis al comienzo de la Gran Cuaresma en 388, predicando treinta y dos homilías durante el período de cuarenta días. En Semana Santa habló de la entrega de Cristo y de la Cruz. Durante la Semana Brillante, su discurso pastoral estuvo dedicado a la Resurrección. Su exégesis del Libro del Génesis no concluyó hasta finales de octubre (388).

En la Pascua del año siguiente, el Santo comenzó sus homilías sobre el Evangelio de Juan, y hacia fines del año 389 retomó el Evangelio de Mateo. En el año 391 los cristianos de Antioquía escucharon su comentario a las Epístolas del Santo Apóstol Pablo a los Romanos y a los Corintios. En 393 explicó las Epístolas a los Gálatas, los Efesios, Timoteo, Tito y los Salmos. En su homilía sobre la Epístola a los Efesios, san Juan denunció un cisma en Antioquía: “Os digo y testifico ante vosotros, que desgarrar la Iglesia significa nada menos que caer en la herejía. La Iglesia es la casa del Padre celestial, un solo Cuerpo y un solo Espíritu”.

Creció la fama del Santo predicador, y en el año 397 con la muerte del Arzobispo Nectario de Constantinopla, sucesor de san Gregorio el Teólogo, san Juan Crisóstomo fue llamado de Antioquía, y elegido para la Sede de Constantinopla. En la capital, el Santo Pastor no tuvo la oportunidad de predicar con tanta frecuencia como en Antioquía. Muchos asuntos aguardaban la atención del Santo, y comenzó con el más importante: la perfección espiritual del sacerdocio. Él mismo fue el mejor ejemplo de ello. Los medios económicos destinados al arzobispo fueron canalizados por el Santo en el mantenimiento de varios hospicios para enfermos y dos albergues para peregrinos. Ayunaba estrictamente y comía muy poca comida, y generalmente rechazaba las invitaciones a cenar debido a su delicado estómago.

El celo del Santo en cuanto a la difusión de la fe cristiana se extendió no solo a los habitantes de Constantinopla, sino también a Tracia para incluir a eslavos y godos, y a Asia Menor y la región del Ponto. Estableció un obispo para la Iglesia del Bósforo en Crimea. San Juan envió devotos misioneros a Fenicia, a Persia y a los pueblos escitas, para convertir a los paganos a Cristo. También escribió cartas a Siria para traer de vuelta a los marcionitas a la Iglesia, y lo logró. Preservando la unidad de la Iglesia, el Santo no permitió que un poderoso comandante militar godo, que quería que el emperador recompensara su valentía en la batalla, abriera una iglesia arriana en Constantinopla. El Santo se esforzó mucho en realzar el esplendor de los servicios de la iglesia: compiló una Liturgia, introdujo el canto antifonal para la Vigilia de toda la noche y escribió varias oraciones para el rito de la unción de los enfermos con aceite.

El Santo Jerarca denunció la disoluta moral de la gente en la capital, especialmente en la corte imperial, independientemente de la persona. Cuando la emperatriz Eudoxia se confabuló para confiscar las últimas propiedades de la viuda y los hijos de un dignatario caído en desgracia, san Juan Crisóstomo salió en su defensa. La arrogante emperatriz no cedió y guardó rencor contra el Gran Pastor. La aversión de Eudoxia hacia el Santo estalló nuevamente cuando ciertos malhechores le dijeron que el Santo aparentemente la tenía en mente durante un sermón sobre la vanidad en las mujeres. Se convocó un tribunal compuesto por jerarcas que en un tiempo habían sido justamente condenados por san Juan Crisóstomo; a saber, Teófilo de Alejandría, el obispo Severiano de Gabala, quien había sido desterrado de la capital por impropiedades, entre otros.

Este tribunal declaró depuesto a san Juan, y merecedor de la ejecución por su insulto a la emperatriz. El emperador decidió el exilio en lugar de la ejecución. Una multitud enardecida se reunió en la iglesia, resuelta a defender a su pastor. Para evitar un motín, san Juan se sometió a las autoridades. Esa misma noche hubo un terremoto en Constantinopla. Eudoxia, aterrorizada, solicitó urgentemente al emperador que trajera de vuelta al Santo y envió una carta al pastor desterrado, rogándole que regresara. Una vez más, en la iglesia capitalina, el Santo alabó al Señor en un breve discurso, “Por Todos Sus Caminos”.

Los calumniadores huyeron a Alejandría. Pero después de sólo dos meses una nueva denuncia provocó la ira de Eudoxia. En marzo de 404 se convocó un injusto concilio, decretando el destierro de san Juan. Tras su expulsión de la capital, un incendio redujo a cenizas la iglesia de Hagia Sophia y también el edificio del Senado. Pronto siguieron devastadoras incursiones bárbaras, y Eudoxia murió en octubre de 404. Incluso los paganos consideraron estos eventos como un castigo de Dios por el injusto juicio contra el Santo.

En Armenia, el Santo se esforzó aún más por animar a sus hijos espirituales. En numerosas cartas (se conservan 245) a los obispos de Asia, África, Europa y particularmente a sus amigos de Constantinopla, san Juan consolaba a los sufrientes, guiando y dando apoyo a sus seguidores. En el invierno de 406 San Juan estaba confinado a su cama por enfermedad, pero sus enemigos no se apaciguaron. Desde la capital llegaron órdenes de trasladar a san Juan a la desolada Pityus en Abjasia en el Mar Negro. Extenuado por la enfermedad, el Santo emprendió su último viaje con escolta militar, viajando durante tres meses bajo la lluvia y las heladas. Nunca llegó a su sitio de destierro, porque sus fuerzas le fallaron en Comana.

En la cripta de san Basilisco (22 de mayo), san Juan fue consolado por una visión del Mártir, quien le dijo: “¡No desesperes, hermano Juan! Mañana estaremos juntos. Después de recibir los Santos Misterios, el jerarca durmió en el Señor el 14 de septiembre de 407. Sus últimas palabras fueron: “¡Gloria A Dios Por Todas Las Cosas!”.

Las santas reliquias de san Juan Crisóstomo fueron trasladadas solemnemente a la ciudad de Constantinopla en el año 438. El discípulo de san Juan, el venerable Isidoro de Pelusio (4 de febrero), escribió: “La casa de David se fortalece, y la casa de Saúl se debilita. Es vencedor sobre las tormentas de la vida y ha entrado en el reposo celestial”.

Aunque murió el 14 de septiembre, la celebración de san Juan se traslada al día 13 de noviembre por causa de la Fiesta de la Elevación de la Santa Cruz. A san Juan Crisóstomo también se lo conmemora el 27 y el 30 de enero.


 

REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2022). Saint John Chrysostom, Archbishop of Constantinople. New York, Estados Unidos: OCA.

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