conmemorado el 12 de noviembre.
San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría, nació en Chipre en el siglo VII en la familia del ilustre dignatario Epifanio. Por deseo de sus padres se casó y tuvo hijos. Cuando la esposa y los hijos del Santo murieron, se hizo monje. Mostró gran esmero en el ayuno y la oración, y guardaba un gran amor por los que lo rodeaban.
Sus proezas espirituales le ganaron el honor de los hombres, e incluso el emperador lo reverenciaba. Cuando el trono patriarcal de Alejandría quedó vacante, el emperador Heraclio y el clero entero suplicaron a san Juan que ocupara el trono patriarcal.
El Santo asumió dignamente el servicio archipastoral, empeñándose en el bienestar moral y dogmático de su rebaño. Como patriarca, denunció toda herejía destructora del alma y expulsó de Alejandría al monofisita Filón de Antioquía.
Consideró que su principal cometido era el amor y la asistencia a los necesitados. Al comienzo de su servicio patriarcal, ordenó a sus mayordomos que recopilaran una lista de todos los menesterosos y oprimidos de Alejandría, que sumó más de siete mil hombres. El Santo ordenó que las necesidades cotidianas de estos desventurados fueran provistas de la tesorería de la iglesia.
Dos veces a la semana, los días miércoles y viernes, salía por las puertas de la catedral patriarcal, y sentado en el pórtico de la iglesia, recibía a los necesitados. Solucionaba querellas, ayudaba a los agraviados y repartía limosnas. Tres veces por semana visitaba las casas de los enfermos y prestaba auxilio a los sufrientes. Fue durante este período que el emperador Heraclio dirigió un tremendo ejército contra el emperador persa Chosroes II. Los persas asolaron e incendiaron Jerusalén, apresando una multitud de cautivos. El Santo Patriarca Juan donó gran parte de la tesorería de la iglesia para su rescate.
El Santo jamás rechazó a los suplicantes. Un día, cuando el Santo visitaba a los enfermos, se encontró con un mendigo e hizo que le dieran seis monedas de plata. El mendigo se cambió de ropa, corrió delante del Patriarca y volvió a pedir limosna. San Juan le dio seis monedas de plata más. Sin embargo, cuando el mendigo buscó caridad por tercera vez, y los sirvientes comenzaron a ahuyentar al hombre, el patriarca ordenó que le dieran doce piezas de plata, diciendo: “Quizás sea Cristo Quien me pone a prueba”. Dos veces el Santo dio dinero a un mercader que había naufragado, y una tercera vez le entregó un barco perteneciente al Patriarcado lleno de grano, con el cual el mercader tuvo un feliz viaje y pagó sus obligaciones.
San Juan el Misericordioso era conocido por su generosa disposición hacia las personas. Una vez, el Santo se vio obligado a excomulgar a dos clérigos por cierto tiempo a causa de cierta ofensa. Uno de ellos se arrepintió, pero el otro se enojó con el Patriarca y cayó en mayor pecado. El Santo quiso convocarlo y serenarlo con suaves palabras, pero aquel escapó. Cuando estaba celebrando la Divina Liturgia, el Santo se acordó de pronto de las palabras del Evangelio: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23-24). El Santo Patriarca salió del altar, llamó al clérigo ofensor y, arrodillándose ante él delante de todo el pueblo, le pidió perdón. El clérigo, lleno de remordimiento, se arrepintió de su pecado, hizo enmiendas, y luego fue declarado digno de ser ordenado sacerdote.
Hubo un tiempo en que cierto ciudadano insultó a Jorge, sobrino del Patriarca. Jorge le pidió al Santo que vengara el mal. El Santo prometió ocuparse del ofensor para que Alejandría entera se maravillara de lo que había hecho. Esto calmó a Jorge, y san Juan comenzó a instruirlo, hablando de la necesidad de la mansedumbre y la humildad. Luego llamó al hombre que insultó a Jorge. Cuando san Juan supo que el hombre vivía en una casa propiedad de la iglesia, declaró que lo excusaría de pagar la renta por un año entero. Alejandría estaba asombrada, en efecto, por tal "venganza", y Jorge aprendió de su tío cómo perdonar las ofensas y soportar los insultos por el amor de Dios.
San Juan, estricto asceta y hombre de oración, estuvo siempre pendiente de su alma y de la muerte. Encargó un ataúd para él, pero les dijo a los artesanos que no lo terminaran. En cambio, les pediría que vinieran cada día de fiesta y le preguntara si era hora de terminar el trabajo.
San Juan fue persuadido de acompañar al gobernador Nicetas en una visita al emperador en Constantinopla. Dirigiéndose a visitar al terrenal rey, soñó con un resplandeciente hombre que le dijo: “El Rey de Reyes te llama”. Navegó hacia su isla natal de Chipre, y, en Amanthos, el Santo Patriarca Juan, el Misericordioso, durmió pacíficamente en el Señor (616-620).
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). Saint John the Merciful, Patriarch of Alexandria. New York, Estados Unidos: OCA.
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