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SAN MARTÍN EL CONFESOR, PAPA DE ROMA

conmemorado el 13 de abril.


Nuestro Santo Padre Martín (gr. Μαρτίνος) el Confesor, Papa de Roma, fue un valeroso defensor de la Iglesia Romana que sufrió grandemente en orden a preservar la divinidad de Cristo contra la herejía monotelita durante el siglo séptimo.

Nacido en Todi de Perugia en Italia, Martín fue educado acabadamente y se unió al clero de la Iglesia de Roma. Como sacerdote representó a la Sede de Roma en Constantinopla.

Después de la muerte del papa Teodoro I en el año 649, Martín fue elegido para sucederlo. Su nombramiento como papa aconteció el día 5 del mes de julio del año 649. Designó a Juan, Obispo de Filadelfia (actual Amán), como Administrador del Patriarcado de Jerusalén después del reposo del Patriarca Sofronio, quien había fallecido en el año 638. Martín, como papa, justificó tal nombramiento “por el poder apostólico que vino de Jesucristo a través de San Pedro”.

Durante su papado, la herejía monotelita comenzó a florecer. La herejía propugnó la enseñanza de que Cristo tenía dos naturalezas, mas una voluntad, doctrina contraria a la enseñanza ortodoxa de que tenía dos voluntades: la humana y la divina. Los herejes pudieron encontrar adeptos en altos niveles de la sociedad, como el Emperador Constante II (641–668) y el gran defensor del Monotelismo Patriarca Pablo II de Constantinopla (641–654). El emperador Constante incluso publicó la obra intitulada “Patrón de Fe”, la cual todas las personas estaban obligadas a leer. El libro apoyaba la herejía. Cuando el papa Martín leyó el libro, apoyó firmemente la ortodoxia e incluso convocó el Sínodo de Letrán, con ciento cinco obispos en Roma para condenar a la mentada herejía. Al mismo tiempo, el papa escribió una carta al patriarca Pablo, con enviados especiales del clero, solicitando que se adhiriera a la pureza de la fe ortodoxa y aconsejara al emperador que renunciara a éste herético sofisma.

Mas fue en vano. Ésta carta enfureció tanto al emperador cuanto al patriarca, influenciado por éste último. Cuando el emperador se enteró de ésto, envió al comandante militar Olympio a asesinar al papa Martín, y a los enviados del mismo al exilio. El comandante estaba demasiado atemorizado como para asesinar al papa, por tanto, contrató a otro para que obrara tal impiedad. El asesino contratado fue enceguecido al acercarse a san Martín y no fue capaz de asesinarlo. Aterrado, el comandante militar huyó de Roma y pronto murió en batalla contra los sarracenos.

El emperador persistió en su búsqueda para eliminar al Santo Jerarca contratando a otro comandante militar de nombre Teodoro, para que lo acusara falsamente de colaborar con los sarracenos y de no honrar a la Purísima Madre de Dios. Cuando el comandante llegó a Roma y leyó ante él la acusación en su contra, el papa Martín respondió que eso era difamatorio y que él no tenía ninguna asociación con los sarracenos, adversarios del cristianismo. “En lo que respecta a la Purísima Madre de Dios, si uno no la honra y no la confiesa y no la respeta, que sea maldecido en este mundo y en el venidero”.

Las órdenes de arresto resultaron imposibles de cumplir durante un período de tiempo considerable, pero finalmente Martín fue arrestado en Letrán el 17 de junio de 653 junto con san Máximo el Confesor. El comandante recurrió a la captura del papa Martín en la noche y lo llevó a la isla de Naxos en el mar Egeo. Posteriormente, fue conducido a Constantinopla junto con otros dos obispos, a donde arribó el día 17 de septiembre del año 653. Durante el transcurso de casi tres años, sufrió maltratos por los guardias de la prisión, quienes intentaron hacerlo morir de hambre. El Santo, enfermo y débil, fue llevado a juicio. Se opuso a los falsos testigos que afirmaban que era traidor a ciertos grupos de personas y al estado. El juez condenó al Santo sin escuchar su defensa. Incapaz de soportar mayor tormento, el Santo dijo: “El Señor sabe la gran bondad que me mostrarías si me entregaras rápidamente a la muerte”. Muchos creyeron a los falsos testigos y se burlaron de él mientras era llevado a la cárcel, gritando: “¡Anatema al papa Martín!”. Los que creyeron al Santo no pudieron soportar verlo tan humillado y lleno de lágrimas. Martín iba a ser depuesto y ejecutado.

Dos años antes del reposo del papa Martín, murió el arrepentido patriarca Pablo. Cuando el emperador lo visitó antes de su muerte, Pablo giró su cabeza hacia la pared y lloró, confesando que había pecado mucho contra el papa Martín y le rogó al emperador que lo liberara. El emperador envió de nuevo un notario y otras personas al Santo a prisión para interrogarlo. El Santo respondió: “Aunque me paralicen, no tendré relaciones con la Iglesia de Constantinopla mientras permanezca en sus malas doctrinas”. Su sentencia de muerte se llevó a efecto en Jersón, en Crimea, donde llegó el 15 de mayo de 655 con los otros dos obispos.

San Martín murió a causa del hambre y la enfermedad el 16 de septiembre del año 655. Los otros dos Obispos también murieron en el exilio. Los santos restos del papa Martín fueron enterrados en la Iglesia de la Santísima Theotokos fuera de Jersón y luego llevadas a Roma. Se lo considera el último papa en morir por martirio.



REFERENCIAS

La Ortodoxia es la Verdad. (2024). San Martín, Papa de Roma. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

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