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SANTA MÁRTIR DOMNA Y LOS VEINTE MIL MÁRTIRES DE NICOMEDIA

conmemorados el 28 de diciembre.



A principios del siglo IV, el emperador Maximiano (284-305) dio órdenes de destruir las iglesias cristianas, incinerar los libros de los servicios y privar a todo cristiano los derechos y privilegios de ciudadanía. En aquella época el obispo de la ciudad de Nicomedia era san Cirilo, quien con su predicación y su vida contribuyó a la difusión del cristianismo, de modo que muchos miembros de la corte del emperador eran secretamente cristianos.


En aquel tiempo la sacerdotisa pagana Domna vivía en el palacio. Providencialmente obtuvo un ejemplar de los Hechos de los Apóstoles y de las Epístolas de San Pablo. Su corazón ardía con el deseo de aprender más sobre la enseñanza cristiana. Con la ayuda de una joven cristiana, Domna acudió secretamente al obispo Antimo (sucesor de Cirilo) con su fiel servidor, el eunuco Indes. San Antimo los catequizó y ambos recibieron el Santo Bautismo.


Domna comenzó a ayudar a los necesitados: donó todo objeto de valor con la ayuda de Indes y también repartió alimentos de la cocina imperial. El eunuco jefe, que estaba a cargo de las provisiones para la casa imperial, descubrió que Domna e Indes no tomaban el alimento que les enviaba desde la mesa del emperador. Los hizo azotar a fin de descubrir por qué no tomaban dicho alimento, mas guardaron silencio. Otro eunuco lo informó que los Santos estaban distribuyendo todos los dones del emperador entre los menesterosos. Los encarceló para agotarlos de hambre, pero recibieron el apoyo de un ángel y no sufrieron. Santa Domna fingió locura para no tener que vivir entre los paganos. Luego ella e Indes lograron abandonar la corte y ella fue a un monasterio femenino. La Abadesa Agatha la vistió prontamente con prendas de hombre, cortó su cabello y la despidió del monasterio.


Durante éste tiempo, el emperador retornó de la batalla y ordenó que se hiciera una búsqueda de la ex sacerdotisa pagana Domna. Los soldados enviados a tal efecto encontraron el Monasterio y lo destruyeron. Las hermanas fueron encarceladas, sometidas al tormento y padecieron abusos, pero ninguna de ellas sufrió profanación. Enviada a una casa de iniquidad, Santa Teófila pudo preservar su virginidad con la ayuda de un ángel del Señor. El ángel la sacó del burdel y la llevó a la catedral.


Entonces, el emperador despejó la plaza de la ciudad para ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Cuando comenzaron a rociar a la multitud con la sangre de los animales sacrificados, los cristianos comenzaron a abandonar la plaza. Al ver ésto, el emperador se enfureció, pero en medio de sus desvaríos se desató una gran tormenta. La gente huyó presa del pánico y el emperador tuvo que retirarse al palacio por su propia seguridad.


Más tarde, Maximiano fue a la iglesia con los soldados y les dijo que podrían escapar del castigo si renunciaban a Cristo. De lo contrario, amenazó con quemar la iglesia y a quienes estaban en ella. El presbítero Glicerio dijo que los cristianos jamás renunciarían a su fe, ni siquiera bajo amenaza de tormento. Ocultando su ira, el emperador salió de la iglesia y poco tiempo después ordenó que arrestaran al presbítero Glicerio para someterlo a juicio. Los verdugos torturaron al Mártir, que no cesaba de orar e invocar el Nombre del Señor. Incapaz de obligar a san Glicerio a dejar de confesar a Cristo, Maximiano ordenó que lo quemaran vivo.


En la Fiesta de la Natividad de Cristo del año 302, cuando cerca de veinte mil cristianos se habían reunido en la catedral de Nicomedia, el emperador envió un heraldo a la iglesia. Éste les dijo a los cristianos que los soldados estaban rodeando el edificio y que cualquiera que quisiera irse debía ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Cualquiera que desafiara al emperador moriría cuando los soldados prendieran fuego a la iglesia. Todos los presentes se negaron a adorar a los ídolos.


Mientras los paganos se preparaban para prender fuego a la iglesia, el obispo Antimo bautizó a los catecúmenos y comulgó a todos con los Santos Misterios. Los veinte mil orantes expiraron en el incendio. Entre ellos se encontraban la abadesa Agatha y Santa Teófila, que habían sido salvadas del foso de la iniquidad por un milagro. El obispo Antimo, por la Gracia de Dios, logró escapar del incendio.


Maximiano pensó que había exterminado a todos los cristianos de Nicomedia. Pronto supo que había muchos más y que confesarían su fe y estarían dispuestos a morir por Cristo. El emperador se preguntó cómo tratar con ellos. Por orden suya arrestaron al comandante del regimiento Zenón, quien criticaba abiertamente al emperador por su impiedad y crueldad. Zenón fue brutalmente golpeado y finalmente decapitado. Encarcelaron al eunuco Indes, ex sacerdote de los ídolos, por negarse a participar en una fiesta pagana.


La persecución contra los cristianos continuó. Doroteo, Mardonio, Migdonio el diácono y otros fueron encarcelados. El obispo Antimo los animó enviándoles cartas. Uno de los mensajeros, el diácono Teófilo, fue capturado. Lo sometieron al tormento, tratando de saber dónde se escondía el obispo. El Santo Mártir soportó todo sin revelar nada. Luego lo ejecutaron a él y también a aquellos a quienes el obispo se había dirigido en su carta. Aunque fueron ejecutados de diferentes maneras, todos mostraron el mismo coraje y recibieron sus coronas de Dios.


Durante semanas, Santa Domna se ocultó dentro de una cueva y se sostenía alimentándose de plantas. Cuando regresó a la ciudad, lloró largamente ante las ruinas de la iglesia, lamentando no haber sido encontrada digna de morir con los demás. Esa noche fue a la orilla del mar. En ese momento los pescadores sacaron del agua en sus redes los cuerpos de los mártires Indes, Gorgonio y Pedro.


Santa Domna todavía vestía ropa de hombre y ayudaba a los pescadores a recoger sus redes. Le dejaron los cuerpos de los mártires. Con reverencia cuidó las santas reliquias y lloró sobre ellas, especialmente sobre el cuerpo de su amigo espiritual, el Mártir Indes.


Después de darles un entierro honorable, no se apartó de éstos sepulcros ─tan queridos por su corazón. Cada día quemaba incienso delante de ellos, rociándolos con aceites aromáticos. Cuando el emperador escuchó noticia sobre un desconocido joven que ofrecía incienso en las tumbas de cristianos ejecutados, dio orden de decapitar al joven. El Mártir Eutimio también fue ejecutado junto con Santa Domna.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). 20, 000 Martyrs of Nicomedia. New York, Estados Unidos: OCA.

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