conmemorada el 24 de julio.
La Santa Gran Mártir Cristina vivió durante el siglo III. Nació en el seno de una familia adinerada y su padre era gobernador de Tiro. A la edad de 11 años, la niña era excepcionalmente hermosa y muchos deseaban casarse con ella. El padre de Cristina, sin embargo, concibió que su hija había de convertirse en una sacerdotisa pagana. A tal fin, la situó en una especial morada donde había dispuesto numerosos ídolos de oro y plata, y ordenó a su hija quemar incienso ante ellos. Dos siervos asistieron a la joven Cristina.
En su soledad, Cristina comenzó a preguntarse quién había creado éste hermoso mundo. Desde su habitación se deleitaba con las estrellas del cielo y constantemente volvía al pensamiento del Creador del mundo entero. Estaba convencida de que los ídolos que “tienen boca, mas no hablan (…) tienen pies, mas no andan” que yacían en el interior de su habitación no eran capaces de crear nada, porque ellos mismos son “obra de manos de hombres”. Ella comenzó a orar al Dios Único con lágrimas, rogándole que se revelara. Su alma ardía de amor por el Dios Desconocido, intensificando aún más su oración, y purificándola con el ayuno.
Una vez Cristina fue visitada por un Ángel, quien la instruyó en la verdadera fe en Cristo, Salvador del mundo. El Ángel la llamó novia de Cristo y habló de su sufrimiento venidero. La Santa Virgen destrozó todo ídolo del interior de su habitación y los arrojó por la ventana. Urbano, su padre, en visitando a su hija Cristina, preguntó dónde yacían todos los ídolos. Cristina guardó silencio. Luego, habiendo convocado a los sirvientes, Urbano conoció la verdad al respecto.
Enfurecido, el padre comenzó a abofetear el rostro de su hija. Al principio, la Santa Virgen permaneció en silencio, pero luego habló a su padre sobre su fe en el Único Dios Verdadero y que había destruido los ídolos con sus propias manos. Urbano dio órdenes de asesinar a todos los sirvientes que atendían a su hija, y le dio a Cristina una violenta paliza y la arrojó a la cárcel. Al enterarse de lo sucedido, la madre de Santa Cristina se echó a llorar implorándole que renunciara a Cristo y volviera a sus creencias ancestrales. Pero Cristina permaneció inflexible. Otro día, Urbano llevó a juicio a su hija y la instó a rendir culto a los dioses y pedir perdón por sus fechorías. En cambio, fue testigo de su firme y férrea confesión de fe en Cristo.
Los torturadores la ataron a una rueda de hierro, debajo de la cual encendieron un fuego. El cuerpo de la Santa Mártir, girando sobre la rueda, había sido abrasado por entero. Luego la aprisionaron.
Un Ángel de Dios apareció en la noche, sanó sus heridas y la fortaleció con alimento. Su padre, al verla ilesa, dio orden de ahogarla en el mar. Un Ángel sostuvo a la Santa mientras la piedra se hundía, y Cristina emergió milagrosamente del agua y reapareció ante su padre. Aterrorizado, su padre atribuyó ésto a la brujería y decidió ejecutarla por la mañana. Esa noche él mismo murió repentinamente. Otro gobernador, Dion, acudió en su lugar. Convocó a la Santa Mártir e igualmente trató de persuadirla para que renunciara a Cristo, pero al ver su firmeza inquebrantable, la sometió nuevamente a crueles torturas. La Santo Mártir permaneció por largo tiempo en prisión. La gente comenzó a acudir a ella y ella los convirtió a la verdadera fe en Cristo. Así, trescientos se convirtieron a la fe verdadera.
En lugar de Dion, arribó un nuevo gobernante, Juliano, quien reanudó el tormento de la Santa. Después de numerosos tormentos, Juliano dio órdenes de arrojarla a un horno al rojo vivo y encerrarla allí. Después de cinco días abrieron el horno y encontraron a la Santa Mártir viva e ilesa. Atestiguando tal milagro, muchos creyeron en Cristo Salvador, y los torturadores ejecutaron a Santa Cristina con una espada.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Martyr Christina of Tyre. New York, Estados Unidos: OCA.
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