conmemorada el 05 de octubre.
Santa Caritina era de Amiso en la región del Ponto y vivió durante el reinado del emperador Diocleciano (284-305). Habiendo quedado huérfana a muy temprana edad, se convirtió en la sirvienta de un noble cristiano romano llamado Claudiano, o Claudio, quien la crio como si fuera su propia hija. La joven era muy bonita, sensata y amable. Ella impartió su amor por Cristo a los demás y condujo a muchos al camino de la salvación. Santa Caritina era humilde, obediente, suave y silenciosa. Pese a que todavía no recibía el Santo Bautismo, era cristiana de corazón. Estudió la Ley de Dios día y noche, y se comprometió a preservar su virginidad como una verdadera novia de Cristo.
Debido a que Santa Caritina trajo a muchos otros a la fe cristiana, Dometio, uno de los gobernadores del emperador Diocleciano, escuchó sobre ella y envió una carta a Claudio, ordenándole que le enviara a Caritina para que pudiera interrogarla. Claudio no tuvo dudas sobre el resultado de este interrogatorio. Afligido ante la perspectiva de perderla, se vistió de cilicio y lloró amargas lágrimas. Caritina lo consoló, diciendo: “No te aflijas, amo mío, sino regocíjate, porque debo convertirme en un sacrificio aceptable para Dios, por mis pecados y por los tuyos”.
Claudio respondió: “Oh Sierva de Dios, acuérdate de mí cuando estés ante el Rey celestial en las filas de los Santos Mártires”.
La Santa fue llevada ante un juez en el tribunal. Él la cuestionó: “¿Es verdad que eres cristiana y que engañas a los demás llevándolos a tu fe impía?”.
Caritina respondió: “Es verdad que soy cristiana, pero es mentira que engañe a los demás. Al contrario, los conduzco del engaño al camino de la verdad, llevándolos a Cristo”.
Luego, el juez ordenó que cortaran su cabello, pero por el poder de Dios, su cabello volvió a crecer aún más que antes. Luego colocaron carbones encendidos sobre su cabeza y vertieron vinagre sobre la carne quemada, acrecentando su dolor. Atravesaron sus senos con varas encendidas y quemaron sus costados con velas. Finalmente, ataron una piedra a su cuello y la arrojaron al mar. Ella gritó: “Este es mi bautismo”. De repente, la piedra se soltó y se hundió, y Dios la libró ilesa del mar.
Cuando el juez la vio en la orilla, ordenó a sus hombres que la agarraran y la desnudaran, y luego la ataron a una rueda que giraba sobre brasas encendidas, pero un Ángel de Dios detuvo la rueda y una vez más Santa Caritina salió ilesa. El juez se enfureció y ordenó que arrancaran sus uñas de las manos y sus uñas de los pies, y que rompieran todos sus dientes.
Entonces el impío juez envió a muchos hombres disolutos a violarla. Temiendo esta deshonra, Santa Caritina oró para que Dios recibiera su alma antes de que estos hombres viles pudieran profanar su virginal cuerpo; y así, mientras oraba, entregó su alma pura a Dios.
Cuando el juez vio que estaba muerta, hizo poner su cuerpo en un saco cargado de piedras y lo arrojó al mar. Por la Divina Providencia, su cuerpo fue llevado a la orilla tres días después. Su maestro Claudio encontró su cuerpo y la enterró con el debido honor y reverencia.
Los fragmentos de las Sagradas Reliquias de Santa Caritina se encuentran en los monasterios de Kykkos, en Chipre y Jerusalén de Beocia.
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