conmemorada el 1 °de marzo.
Santa Eudoxia de Heliópolis fue una mujer samaritana que nació y vivió en Heliópolis (actual Baalbek, Líbano), en la época del emperador Trajano (98-117 d.C.). De evidente belleza, desde su juventud llevó una vida pecaminosa, ganando dinero de ricos y poderosos amantes. Su belleza era tal que ningún artista era capaz de retratarla adecuadamente, y atraía a los hombres no solo de su propia región, sino también de otras ciudades.
Una vez, Eudoxia despertó a medianoche y escuchó el canto de una mujer cristiana, el cual provenía de la casa de al lado. Un monje leía oraciones que describían el Juicio Final, el castigo de los pecadores y la recompensa de los justos. Entonces, la gracia de Dios tocó el corazón de Eudoxia, e hizo posible que un cambio milagroso ocurriera en su alma. Ella se lamentó por su gran riqueza y por su vida pecaminosa.
Por la mañana, Eudoxia se apresuró a llamar al hombre que escuchó la noche anterior. Tratábase de un monje de nombre Germanos, que regresaba de la peregrinación a los lugares sagrados a su propio monasterio. Eudoxia escuchó atenta y largamente la guía del Anciano, y su alma se llenó de alegría y amor por Cristo. Ella le pidió a Germanos que se quedara en su casa por una semana, durante la cual ella se recluyó en su habitación y pasó el tiempo ayunando y orando. Cuando se completó su semana de aislamiento, experimentó una visión en la que se manifestaba la compasión de Dios, Quien recibe a los pecadores penitentes. En la visión observó a un ángel del Señor conduciéndola hacia el cielo y a otros ángeles felicitándola, mientras que al mismo tiempo un ángel oscuro voceaba que había sido muy perjudicado porque Eudoxia se había hecho cristiana.
Germanos aconsejó que donara su riqueza y que olvidara su vida anterior. Posteriormente se dirigió al Obispo de Heliópolis Teodoto y fue bautizada. Desde entonces, cambió su vida, donó sus riquezas y propiedades a la iglesia local sin guardar nada para ella. Entró en un monasterio conformado por treinta monjas y asumió estrictos actos de penitencia, sin quitarse nunca la prenda bautismal. El Señor concedió el perdón a la penitente pecadora y le otorgó carismas espirituales. Más tarde fue nombrada Abadesa del monasterio.
Entonces, el joven pagano Filóstrato, uno de sus antiguos amantes, en enterándose de su conversión a Cristo y deseando volver a verla, acudió al monasterio disfrazado de monje, pidiendo a Eudoxia que regresase a Heliópolis y retomase su antigua vida. Mas, enfadada, Eudoxia lo rechazó, diciendo que Dios lo reprendería. Así pues, el impostor cayó muerto. Ante el temor de que ella hubiera servido como cómplice del asesinato, las hermanas intensificaron su oración y pidieron al Señor que revelara Su voluntad.
El Señor se apareció ante santa Eudoxia en una visión y dijo: “Levántate, Eudoxia, y reza por la resurrección del hombre muerto”. A través de las oraciones de Eudoxia, Filóstrato revivió. Habiendo sido devuelto a la vida, el pagano rogó a la monja que lo perdonara. Después de ser bautizado, regresó a Heliópolis. Desde ese momento, nunca olvidó la misericordia de Dios que se le mostró, y comenzó el camino del arrepentimiento.
Pasado un tiempo, ocurrió un nuevo suceso. Los habitantes de Heliópolis informaron al gobernador Aureliano que Eudoxia había sacado oro y plata de la ciudad y lo había ocultado en el monasterio. Aureliano envió un destacamento de soldados para confiscar los supuestos tesoros. Durante tres días, los soldados intentaron en vano acercarse a las paredes del monasterio, pues un poder invisible lo impedía. Aureliano volvió a enviar soldados al monasterio, ésta vez bajo el mando de su propio hijo. Pero el primer día del viaje, el hijo de Aureliano se lesionó la pierna y pronto murió. Entonces Filóstrato aconsejó a Aureliano que escribiera a Eudoxia, implorando que devolviera la vida su hijo. Y el Señor, en Su infinita misericordia, y mediante las oraciones de santa Eudoxia, devolvió la vida al joven. Habiendo presenciado tan gran milagro, Aureliano y sus allegados creyeron en Cristo y fueron bautizados.
Cuando se intensificaron las persecuciones contra los cristianos, arrestaron a Eudoxia y la condujeron ante el gobernador Diógenes a fin de ser torturada. Mientras martirizaban a la santa, el comandante militar Diodoro recibió noticia de la súbita muerte de su esposa Firmina. Sumido en la desesperación, presto se presentó ante la santa Eudoxia pidiéndole que orara por su difunta esposa. La Santa, llena de gran fe, se dirigió a Dios con oración y le rogó que le devolviera la vida a Firmina. Como testigos presenciales del poder y la gracia del Señor, Diodoro y Diógenes creyeron en Cristo y fueron bautizados junto con sus familias. La Santa Eudoxia permaneció unos días en la casa de Diodoro e instruyó a los cristianos recién bautizados.
Una vez, el hijo único de cierta viuda, que trabajaba en el jardín, fue mordido por una serpiente y murió. La madre lloró amargamente por su hijo muerto y le pidió a Diodoro que lo resucitara. Al enterarse del dolor de la madre, la santa Eudoxia dijo a Diodoro: “Ahora está en tu mano demostrar tu fe en el Dios Todopoderoso, quien escucha las oraciones de los pecadores penitentes y en Su misericordia les concede el perdón”.
Diodoro estaba angustiado, pues no se consideraba digno de tal obra ante el Señor, mas obedeció a santa Eudoxia. Oró, y en el nombre de Cristo ordenó al difunto que se levantara, y ante los ojos de todos los presentes resucitó al joven. Santa Eudoxia regresó a su monasterio, donde vivió en ascetismo durante cincuenta y seis años.
Después de la muerte de Diógenes, el nuevo gobernador fue Vikentios, cruel perseguidor de los cristianos. Al conocer los logros de Santa Eudoxia, dio órdenes para su ejecución. La Santa Mártir fue decapitada el 1 de marzo del 107 (otras fuentes dicen 270).
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2024). Santa Evdokia de los Samaritanos. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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