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SANTA VIRGEN MÁRTIR PELAGIA DE TARSO

conmemorada el 4 de mayo.


Santa Pelagia de Tarso en Cilicia (sureste de Asia Menor) vivió en el siglo III, durante el reinado de Diocleciano (284-305), y fue hija de paganos ilustres. Cuando oyó acerca de Jesús Cristo de labios de sus amigos cristianos, creyó en Él y deseó conservar su virginidad, dedicando su vida entera a nuestro Señor.

El heredero del emperador Diocleciano (un niño que adoptó), vio a la doncella Pelagia, quedó cautivado por su belleza y deseó que fuera su esposa. La Santa Virgen dijo al joven que estaba desposada con Cristo, el Novio Inmortal, y que había renunciado al matrimonio terrenal.

La respuesta de Pelagia indignó al joven, pero decidió dejarla en paz por un tiempo, con la esperanza de que cambiara de opinión. Al mismo tiempo, Pelagia convenció a su madre para que la dejara visitar a la nodriza que la había criado en la infancia. En secreto, esperaba hallar al obispo Lino de Tarso, quien había huido a una montaña durante una persecución contra los cristianos, y recibir el Santo Bautismo de él. Había visto el rostro del obispo Lino en un sueño, lo cual causó una profunda impresión en ella. El Santo Obispo la exhortó a ser bautizada. Santa Pelagia viajó en carro a visitar a su nodriza, ataviada con finos vestidos y acompañada de un séquito entero de sirvientes, cual deseaba su madre.

En el camino, Santa Pelagia, por la gracia de Dios, se encontró con el obispo Lino. Pelagia reconoció de inmediato al obispo que se había aparecido ante ella en el sueño. Ella cayó a sus pies, pidiendo el Bautismo. A la oración del obispo, un manantial de agua brotó del suelo.

El Obispo Lino hizo la Señal de la Cruz sobre Santa Pelagia, y durante el Misterio del Bautismo, aparecieron ángeles y cubrieron a la elegida de Dios con un manto luminoso. Después de dar la Santa Comunión a la piadosa virgen, el obispo Lino ofreció una oración de acción de gracias al Señor con ella y luego la envió a continuar su viaje. Ella cambió su costosa ropa por una sencilla prenda blanca y repartió sus posesiones entre los necesitados. Volviendo a sus sirvientes, Santa Pelagia les habló de Cristo, y muchos de ellos se convirtieron y creyeron.

Trató de convertir a su propia madre a Cristo, pero la obstinada mujer envió un mensaje al hijo de Diocleciano de que Pelagia era cristiana y no deseaba ser su esposa. El joven se dio cuenta de que Pelagia estaba perdida para él, y, en su desesperación, se lanzó sobre su espada. La madre de Pelagia temía la ira del emperador, por lo que ató a su hija y la llevó a la corte de Diocleciano como una cristiana quien también era responsable de la muerte del heredero al trono. El emperador quedó cautivado por la inusual belleza de la virgen y trató de apartarla de su fe en Cristo, prometiéndole todas las bendiciones terrenales si se convertía en su esposa.

La Santa Virgen rechazó la propuesta del emperador con desprecio y dijo: “Estás demente, emperador, diciéndome tales cosas. No cumpliré tus órdenes, y aborrezco tu vil matrimonio, ya que tengo a Cristo, el Rey de los Cielos, como mi Esposo. No deseo tus mundanas y caducas coronas. En Su Reino celestial el Señor ha preparado tres coronas imperecederas para mí. La primera es por la fe, porque he creído en el Dios verdadero de todo corazón; la segunda es por la pureza, porque he dedicado mi virginidad a Él; la tercera es por el martirio, ya que es mi deseo aceptar todo sufrimiento por Él y ofrecer mi alma por amor a Él”.

Diocleciano sentenció a Pelagia a ser quemada en un toro de bronce al rojo vivo. No permitiendo que los verdugos tocaran su cuerpo, la Santa Mártir hizo la Señal de la Cruz sobre sí misma, y se introdujo en el toro de bronce. Su carne se fundió como la mirra, llenando de fragancia la ciudad entera. Los huesos de Santa Pelagia permanecieron ilesos y los paganos los llevaron a un lugar fuera de la ciudad. Entonces salieron cuatro leones del desierto y se sentaron alrededor de los huesos sin que ningún pájaro ni bestia salvaje los alcanzara. Los leones protegieron las reliquias de la Santa hasta que el obispo Lino llegó a ese sitio. Las recogió y las enterró con honor. Más tarde, se construyó una iglesia sobre sus santas reliquias.

El Servicio a la Santísima Virgen Mártir Pelagia de Tarso dice que ella fue “considerada digna de las más extrañas y divinas visiones”. También se la conmemora el 7 de octubre.

Durante el reinado del emperador Constantino (306-337), cuando las persecuciones contra los cristianos cesaron, se construyó una iglesia en el sitio de inhumación de Santa Pelagia.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Virgin Martyr Pelagia of Tarsus, in Asia Minor. New York, Estados Unidos: OCA.

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