conmemoradas el 4 de diciembre.
La Santa Gran Mártir Bárbara vivió y padeció durante el reinado del emperador Maximiano (305-311). Su padre, el pagano Dióscoro, era un hombre rico e ilustre de la ciudad siria de Heliópolis. Tras la muerte de su esposa, se dedicó a su única hija.
En advirtiendo la extraordinaria belleza de Bárbara, Dióscoro decidió ocultarla de la mirada de extraños. Por lo tanto, construyó una torre para Bárbara, donde solo sus maestros paganos podían verla. Desde la torre había una vista de las colinas que se extendían en la distancia. De día, podía contemplar las colinas boscosas, los ríos que rápidamente corrían y los prados revestidos con moteados mantos floridos; de noche la armoniosa y majestuosa bóveda de los cielos centelleaba y ofrecía un espectáculo de inefable belleza. Pronto la virgen comenzó a hacerse preguntas sobre la Causa Primera y Creadora de un mundo tan armonioso y espléndido.
Gradualmente, se convenció de que los ídolos sin alma eran simplemente obra de manos humanas. Aunque su padre y sus maestros la exhortaron a la adoración, concluyó que los ídolos no podían haber creado el mundo circundante. El deseo de conocer al verdadero Dios consumió tanto su alma que Bárbara decidió dedicar toda su vida a este objetivo y pasar su vida en la virginidad.
La fama de su belleza se extendió por la ciudad entera, y muchos buscaron su mano en matrimonio. Pero a pesar de las súplicas de su padre, ella las rechazó toda propuesta. Bárbara le advirtió a su padre que su persistencia podría terminar trágicamente y separarlos para siempre. Dióscoro decidió que el temperamento de su hija se había visto afectado por su vida de reclusión. Por lo tanto, le permitió salir de la torre y le dio total libertad en la elección de amigos y conocidos. Así, Bárbara conoció a jóvenes doncellas cristianas en la ciudad, quienes la enseñaron sobre el Creador del mundo, sobre la Santísima Trinidad y sobre el Logos Divino. Por providencia de Dios, un sacerdote arribó a Heliópolis procedente de Alejandría disfrazado de comerciante. Después de instruirla en los misterios de la fe cristiana, bautizó a Bárbara y luego retornó a su país.
Durante este tiempo se estaba construyendo una lujosa casa de baños en la casa de Dióscoro. Por órdenes suyas los obreros se dispusieron a poner dos ventanas en el lado sur. Pero Bárbara, aprovechando la ausencia de su padre, les pidió que hicieran una tercera ventana, formando así una Trinidad de luz. En una de las paredes de la casa de baños, Bárbara trazó una cruz con el dedo. La cruz estaba profundamente grabada en el mármol, como con un instrumento de hierro. Más tarde, sus huellas quedaron impresas en los escalones de piedra de la casa de baños.
El agua de la casa de baños tenía un gran poder curativo. San Simeón Metafrastes (9 de noviembre) comparó la casa de baños con el arroyo del Jordán y el estanque de Siloé, porque por el poder de Dios se produjeron muchos milagros allí.
Cuando Dióscoro volvió y expresó su descontento por la alteración de sus planes de construcción, su hija le contó cómo había llegado a conocer al Dios Uno y Trino, sobre el poder salvador del Hijo de Dios y sobre la futilidad de adorar ídolos. Dióscoro se enfureció, tomó una espada y estuvo a punto de asestarla con ella. La santa virgen huyó de su padre, mas él corrió tras ella. Su camino quedó bloqueado por una colina, que se abrió y ocultó a la santa en el interior de una grieta. Al otro lado de la grieta había una entrada que conducía hacia arriba. Santa Bárbara logró entonces ocultarse en una cueva en la ladera opuesta de la colina.
Después de una larga e infructuosa búsqueda, Dióscoro vio a dos pastores en la colina. Uno de ellos le mostró la cueva donde se había escondido la santa. Dióscoro azotó terriblemente a su hija, y luego la puso bajo vigilancia y trató de extenuarla con hambre. Finalmente la entregó al prefecto de la ciudad, llamado Marciano. Azotaron ferozmente a Santa Bárbara: la golpearon con cuero sin curtir, y frotaron sus heridas para aumentar su dolor. Por la noche Santa Bárbara oró con fervor a su Esposo Celestial, y el mismo Salvador apareció y sanó sus heridas. Luego sometieron a la santa a renovados y aún más espantosos tormentos.
Entre la multitud del sitio en el cual torturaron a la mártir se encontraba la virtuosa mujer cristiana Juliana, habitante de Heliópolis. Su corazón se llenó de compasión por el martirio voluntario de la bella e ilustre doncella. Juliana también deseaba padecer por Cristo. Ella comenzó a denunciar a los torturadores en alta voz, y la apresaron.
Ambas mártires fueron torturadas por largo tiempo. Sus cuerpos fueron rastrillados y heridos con garfios, y luego fueron conducidas desnudas por la ciudad en medio de la burla y el escarnio. Por las oraciones de Santa Bárbara, el Señor envió un ángel que cubrió la desnudez de las Santas Mártires con un espléndido manto. Luego, las inquebrantables confesoras de Cristo, las Santas Bárbara y Juliana, fueron decapitadas. El mismo Dióscoro ejecutó a Santa Bárbara. La ira de Dios no tardó en castigar a sus torturadores, Marciano y Dióscoro. Murieron después de ser alcanzados por un rayo.
En el siglo VI las reliquias de la Santa Gran Mártir Bárbara fueron trasladadas a Constantinopla. Seiscientos años después, fueron trasladados a Kiev (11 de julio) por Bárbara, la hija del emperador bizantino Alexio Comnenos, esposa del príncipe ruso Michael Izyaslavich. Hoy descansan en la catedral de San Vladimir de Kiev, donde todos los martes se sirve un Akathisto a la Santa.
Muchos cristianos ortodoxos piadosos guardan la costumbre de cantar el Tropario de Santa Bárbara todos los días, recordando la promesa que el Salvador le hiciera de que aquellos que la recordaran a ella tanto cuanto sus sufrimientos, serían preservados de una muerte repentina e inesperada, y no dejarían esta vida sin beneficio de los Santos Misterios de Cristo.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). Greatmartyr Barbara and Martyr Juliana, at Heliopolis in Syria.New York, Estados Unidos: OCA.
Comments