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SANTAS MARTA Y MARÍA, HERMANAS DEL JUSTO LÁZARO

conmemoradas el 4 de junio.


Las Santas Marta y María, hermanas del Justo Lázaro atestiguaron uno de los más bellos momentos en la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios ─el extraordinario instante en que devolvió la vida a su hermano muerto. Las dos hermanas, Santa Marta y Santa María, eran muy devotas al Salvador. Ellas lo amaban, así como su hermano Lázaro, con un cariño especial, el mismo que resuena profundamente a lo largo del Nuevo Testamento.

Ambas jóvenes, junto con su fiel hermano, habían nacido y sido criadas en el pueblo Palestino de Betania. Cuando las dos hermanas se encontraron con Jesús predicando a los maravillados espectadores en la región de Galilea, ambas se vieron atraídas hacia Él con gran energía y fervor. Pronto llegaron a ser servidoras sumamente devotas de su Señor acompañándolo en no pocas de sus incursiones en el campo.

Largo tiempo antes de que el Hijo de Dios resucitara a su hermano de la tumba, María y Marta ya creían en Su mensaje de salvación de la muerte y del pecado. Mas éstas dos entusiastas hermanas también eran humanas, tal como lo vemos en el sorprendente incidente que nos narra el Santo Evangelista Lucas:

 

Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (Lc 10:38-42)

 

Ésta muy humana historia nos provee un vistazo cálido y afectuoso en las vidas de éstas dos jóvenes alegres y entusiastas quienes algunas veces discutían sobre los quehaceres domésticos ─pero cuyos corazones estaban prontos a servir a su Señor y Salvador. El relato de como su amigo Jesús ayudó a su hermano Lázaro en su hora de mayor necesidad hace resonar con enorme poder el sincero amor que guardaba por ésta familia.

Contado bellamente en el Evangelio según Juan, el relato de Lázaro y sus dos hermanas comienza con un momento emotivo: cuando las dos hermanas envían un mensajero a Jesús ─a quienes habían estado siguiendo por algunos días─ con la solicitud de que acuda y ayude a su hermano víctima de una enfermedad mortal.

 

Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez (…) Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él (…) María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir. (Jn 11:1-44)

 

Luego del milagro de la resurrección de Lázaro los sacerdotes judíos se comenzaron a alarmar debido al constante incremento de la aceptación pública de Jesús, cuyos milagros (en especial el milagro de Lázaro) estaban inspirando conversiones a lo largo de Palestina. En un sentido real (tal como se ve entre líneas en el Evangelio según Juan), el milagro de Betania se puede ver como un punto clave con el cual se comienza a desarrollar la Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de Dios.

Luego de haber acontecido la Pasión del Señor y su Resurrección, Lázaro y sus dos leales hermanas continuarían procurando conversiones al cristianismo en todo lugar. Después de algunos años de trabajo misionero Lázaro sería nombrado obispo de Kitión, en la isla de Chipre, donde él y sus dos hermanas continuarían evangelizando por algún tiempo. Su huida de esa isla, ubicada en lo que hoy día son las naciones de Grecia y Turquía separadas, ocurriría ante el acontecimiento del martirio del primer mártir de Cristo (san Esteban) en Jerusalén, después de lo cual Lázaro sería exiliado de la ciudad junto con Marta y María.

Aunque no se conocen con precisión los detalles de su reposo una tradición de larga data menciona que ellos continuaron predicando en muchos lugares hasta que, eventualmente, durmieron en el Señor a edad avanzada, probablemente alrededor del año 100 de Nuestro Señor.

María es un gran ejemplo de alguien con una fe inquebrantable en Jesús. Necesitamos mantener nuestros ojos fijos en Jesús y ponerlo a Él por encima de cualquier cosa en nuestras vidas. Nuestro servicio a Dios puede parecer una tontería ante miradas ajenas, sin embargo, Él sabrá recompensar nuestra fidelidad.

Tal como podemos ver, Marta está mucho más cercana al entendimiento y a la aceptación de la salvación en el relato en la tumba de Lázaro, sin embargo, ella aún está un paso por detrás. Ante el pedido de Jesús por una fe absoluta ella se abre totalmente a la gracia que Él la ofrece, mientras exclama con todo su corazón: “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Marta se presenta advirtiéndonos que no debemos quedar capturados en las actividades del servicio a Dios al punto que nos olvidemos o que estemos tan ocupados como para pasar tiempo con Él. El servicio es una parte importante en la vida cristiana, pero no puede ocupar el lugar de Cristo mismo. Las relaciones ─con Dios y con otras personas─ deberían ser prioritarias por encima de otros deberes o afanes terrenales.



REFERENCIAS

La Ortodoxia es la Verdad. (2024). María y Marta, las Hermanas del Justo Lázaro. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

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