conmemorado el 20 de abril.
El Santo Apóstol Zaqueo era bastante corto de estatura para poder ver sobre las cabezas de las multitudes que se habían reunido para observar a Jesús Cristo, el Santo Hijo de Dios ─razón por la cual simplemente se subió a la cima de un árbol.
La historia del odiado recaudador de impuestos, quien eventualmente llegaría a ser un devoto obispo cristiano, ha endulzado los corazones de los lectores por casi dos mil años. Ésta narración maravillosa aparece en el Santo Evangelio de Lucas y es una de las favoritas por la manera en que subraya el mensaje central de todo el Nuevo Testamento: el hecho de que Cristo ha venido a la tierra para buscar a los pecadores y llevarlos a la salvación. En éste caso, el nombre del pecador era Zaqueo, y él pertenecía a una de las clases sociales más despreciadas en el mundo de la Antigua Palestina ─los “publicanos” o recolectores de impuestos locales, cuya reputación por el robo y el engaño era muy bien merecida, según la mayoría de historiadores de ese período. Año tras año, el universalmente odiado Zaqueo, había usado su posición como oficial de aduanas en la ciudad de Jericó para extraerles a sus residentes cada moneda que pudiera exprimirles.
Protegidos por el ejército de los invasores romanos, los publicanos tenían la autoridad de imponer impuestos sobre todo aquello que era manufacturado y vendido en Palestina ─y muy pronto aprendieron a sobrevalorar los bienes para quedarse con una porción de las ganancias ilegalmente obtenidas. En la mayoría de las áreas de la provincia los publicanos eran considerados como parásitos despreciables y tratados con entero desdén. Pero al mismo tiempo eran bastante adinerados, lo que significaba que tenían un mejor estándar de vida que sus conciudadanos ─lo cual era una razón más para odiarlos sin ningún tipo de moderación.
Imagínense la impresión que se debe haber regado a lo largo de las distintas clases sociales de los residentes de Jericó luego de que el Sanador y Obrador de Milagros, conocido como “El Cristo”, no sólo se deleitó y mantuvo una animada conversación con el sinvergüenza Zaqueo ─sino que además le pidió que lo alojase en su lujosa y cómoda casa durante la noche. Aunque ésto provocó una gran ira entre los que se consideraban justos en Jericó, el incidente tuvo una parte cómica.
Tal como lo narra san Lucas, el acontecimiento comenzó no bien el Señor había llegado a la ciudad y comenzado a predicar a las multitudes que lo seguían dondequiera que iba. Atraído por simple curiosidad, el pequeño Zaqueo se sintió frustrado al verse incapaz de observar por encima de la multitud que se devoraba cada una de las palabras de Jesús. Irritado y frustrado por su situación, el publicano miró el paisaje cubierto por la multitud… y vio, junto al camino en el cual el Salvador estaba hablando con la muchedumbre, un alto árbol de sicómoro.
En un instante, éste burócrata de mentalidad muy práctica, subió por las ramas hasta un lugar suficientemente alto que le permitió ver aquello que estaba produciendo esa conmoción. Luego de haber conseguido un lugar privilegiado apoyó su espalda contra el tronco y se dispuso a observar los acontecimientos. Pero se quedó sorprendido cuando algunos minutos más tarde el mismo Señor se aproximó al polvoriento árbol y comenzó a mirar a través de sus ramas.
Tal como lo describe san Lucas, el Redentor Santo ubicó rápidamente en la parte alta del árbol al escandaloso recolector de impuestos y lo llamó con fuerte voz: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Muchos de los que escuchaban en la multitud se atragantaron fuertemente.
¿Podría ser cierto ésto? ¿Que Jesús realmente intentara alojarse en el hogar de un recolector de impuestos? ¿Qué clase de “Santo Varón” se vincularía voluntariamente con un malvado notorio como Zaqueo? Sin embargo, a pesar de la rabia del público por su decisión de visitar al parásito despreciable, el Mesías procedió a hacer justamente eso. Y su conversación durante la cena de la tarde resultó ser tan inspiradora que el recolector de impuestos se convirtió y se hizo seguidor de Cristo ese mismo día.
En los años que siguieron a ese encuentro en el árbol de sicomoro, Zaqueo llegaría a ser uno de los más devotos y determinados defensores, mientras acompañaba con mucha frecuencia en sus viajes misioneros al Apóstol San Pedro y predicaba con él. Fue tan fiel en sus labores y tan intensa su devoción a su Salvador que eventualmente fue nombrado Obispo de la Ciudad Palestina de Cesarea, en donde sirvió por muchos años con gran distinción. Descansó pacíficamente en la ciudad portuaria del Mediterráneo alrededor del año 65, según la mayoría de historiadores de ese período.
La historia del despreciado recaudador de impuestos y del Redentor que lo amó está bellamente contada, tal como sigue, en el Evangelio según san Lucas (19, 1-10):
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a ésta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»
En la vida del Santo Apóstol Zaqueo podemos ver el mensaje central de todo el Nuevo Testamento: Cristo no viene a salvar a los justos sino a los pecadores. Zaqueo entendió eso, y cuando lo hizo, su salvación estaba asegurada.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2023). El Apóstol Zaqueo, Obispo de Cesarea. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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