conmemorado el 2 de septiembre.
El Santo Gran Mártir Mamés nació en Paflagonia, Asia Menor, en el siglo III, de padres piadosos e ilustres, los cristianos Teodoto y Rufina. Los padres del Santo fueron arrestados por los paganos por la abierta confesión de su fe y encarcelados en Cesarea de Capadocia.
Conociendo su propia debilidad corporal, Teodoto oró para que el Señor tomara su alma antes de ser sometido al tormento. El Señor escuchó su oración y expiró en prisión. Después de él Santa Rufina murió igualmente, tras dar a luz a un hijo prematuro. Ella lo confió a Dios, rogándole que fuera Protector y Defensor del niño huérfano.
Dios escuchó la última plegaria de Santa Rufina: una rica viuda cristiana llamada Ammia enterró con reverencia los cuerpos de los Santos Teodoto y Rufina, acogió al niño en su casa y lo crio como a su propio hijo. San Mamés creció en la fe cristiana. Su madre adoptiva se preocupó por el desarrollo de sus habilidades naturales y desde el principio lo envió a estudiar gramática.
El niño aprendió con facilidad y de buena gana. No tenía una edad para un juicio maduro, pero se distinguía por la madurez de mente y de corazón. Por medio de conversaciones prudentes, la obra y el ejemplo, el joven Mamés convirtió a muchos de sus propios compañeros a la Fe en Cristo.
El gobernador, Demócrito, fue notificado y Mamés, de quince años, fue aprehendido y llevado a juicio. En deferencia a su ilustre ascendencia, Demócrito decidió no someterlo a tortura, sino que lo envió al emperador Aureliano (270-275). El emperador se empeñó en que San Mamés volviera a la fe pagana, al principio amablemente, pero luego con amenazas, mas todo fue en vano. Valerosamente, el Santo se confesó cristiano y señaló la locura de los paganos en su adoración de ídolos sin vida.
Enfurecido, el emperador sometió al joven a crueles torturas. Intentaron ahogar al Santo, pero un ángel del Señor salvó a San Mamés y lo ordenó vivir en un alto monte en el desierto, no lejos de Cesarea. Inclinándose ante la voluntad de Dios, el Santo construyó allí una pequeña iglesia y comenzó a llevar una vida de estricta templanza, consagrado al ayuno y la oración.
Pronto recibió un poder maravilloso sobre las fuerzas de la naturaleza: las bestias salvajes que habitaban el desierto circundante se reunieron en su morada y escucharon la lectura del Santo Evangelio. San Mamés se alimentaba con la leche de cabras monteses y de ciervos.
El Santo no pasó por alto las necesidades de sus vecinos. Con la dicha leche preparó queso y lo donó a los pobres. Pronto la fama de la vida de san Mamés se extendió por toda Cesarea.
El gobernador envió un destacamento de soldados para arrestarlo. Cuando se encontraron con san Mamés en la montaña, los soldados no lo reconocieron y lo confundieron con un simple pastor. Entonces el Santo los invitó a su morada, les dio de beber leche y luego les dijo su nombre, sabiendo que lo esperaba la muerte por Cristo. El siervo de Dios le dijo al siervo del emperador que marchara delante de él hasta Cesarea, prometiéndole que pronto lo seguiría. Los soldados lo esperaban a las puertas de la ciudad, y allí salió al encuentro San Mamés, acompañado de un león.
Al entregarse en manos de los torturadores, san Mamés fue conducido a juicio bajo un vicegobernador de nombre Alejandro, quien lo sometió a intensas y prolongadas torturas. Sin embargo, no quebraron la voluntad del Santo. Lo fortalecieron las palabras que lo dirigieron desde arriba: “Sé fuerte y anímate, Mamés”.
Cuando arrojaron a san Mamés a las fieras, éstas no quisieron tocarlo. Finalmente, uno de los sacerdotes paganos lo golpeó con un tridente. Herido de muerte, san Mamés salió más allá de los límites de la ciudad. Allí, en una pequeña cueva de piedra, entregó su espíritu a Dios, Quien, a oídos de todos, convocó al Santo Gran Mártir Mamés a su celestial morada. Fue enterrado por los creyentes en el lugar de su muerte.
Los cristianos pronto comenzaron a recibir ayuda de él en sus aflicciones y dolores. San Basilio el Grande habla del Santo Gran Mártir celestial en un sermón al pueblo: “Acordaos del Santo Mártir, vosotros que vivís aquí y tenéis en él como ayuda. Ustedes que invocan su nombre, en él han sido auxiliados. A los que estaban en el error los ha guiado a la vida. A aquellos a quienes sanó de sus enfermedades, a aquellos a cuyos hijos muertos les devolvió la vida, a aquellos cuyas vidas prolongó: ¡unámonos todos como uno y alabemos al Mártir!
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Martyr Mamas of Caesarea in Cappadocia. New York, Estados Unidos: OCA.
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