conmemorados el 27 de septiembre.
San Calistrato era oriundo de Cartago. Un antepasado de san Calistrato, Neócoro, había servido bajo el emperador Tiberio en Palestina, bajo el mando de Poncio Pilatos, el procurador de Judea, y fue testigo del sufrimiento de nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, Su voluntaria muerte y Su gloriosa Resurrección.
El padre del Santo era cristiano y crió a su hijo en la fe y la piedad. Así como su padre, san Calistrato se convirtió en soldado y destacó entre sus paganos compañeros militares por razón de su buena conducta y gentil disposición.
Por la noche, cuando todos dormían, por lo general se mantenía en vela en oración. Una vez, un soldado que dormía cerca escuchó a san Calistrato invocar el Nombre del Señor Jesucristo, y se lo informó al comandante militar, quien a su vez llamó a Calistrato, lo interrogó y exigió que ofreciera sacrificio a los ídolos. El Santo se negó resueltamente, por lo cual el comandante militar ordenó que el Santo fuera golpeado. Luego, cubierto de heridas, el Santo fue arrastrado sobre piedras afiladas. Los golpes y los tormentos no doblegaron la firme voluntad y la valiente resistencia del que sufría.
El Santo fue cosido en un saco de cuero y ahogado en el mar. Sin embargo, merced a la misericordia de Dios, el saco golpeó una roca afilada y se abrió. San Calistrato arribó indemne a tierra firme, llevado por delfines. Al ver tal milagro, cuarenta y nueve soldados llegaron a creer en Cristo. Entonces el comandante militar arrojó a san Calistrato y a los soldados creyentes a la prisión. Antes de esto, todos ellos padecieron incontables flagelaciones.
En la prisión, san Calistrato continuó predicando la Palabra de Dios a los soldados y reforzó sus espíritus para el martirio. Convocados una vez más ante el comandante militar, los sufrientes confesaron firmemente su fe en Cristo, después de lo cual fueron atados de pies y manos y arrojados a las profundidades de un gran lago detrás de una presa. Pero allí se rompieron sus lazos, y con rostros brillantes los Santos Mártires se pusieron de pie sobre el agua, regocijándose en su Bautismo, que aconteció a la par que el acto de martirio.
Hermosas coronas brillantes aparecieron sobre sus cabezas, y todos escucharon una voz: “Sé valiente, Calistrato, con tu compañía, y ven a reposar a las eternas moradas”. Al mismo tiempo, la tierra se estremeció y un ídolo que estaba cerca cayó y se hizo añicos. Al ver esto, otros 135 soldados también creyeron en el Señor Jesucristo. El comandante militar, temiendo un motín en el ejército, no los llevó a juicio, sino que volvió a encarcelar a san Calistrato con sus 49 compañeros, donde oraron fervientemente y dieron gracias al Creador por haberles dado poder para soportar tales sufrimientos.
Por la noche, los mártires fueron cortados en pedazos con espadas por orden del comandante militar. Sus santas reliquias fueron enterradas por los 135 soldados que quedaron con vida. Más tarde, se construyó una iglesia en el lugar de su sufrimiento, como había presagiado san Calistrato.
REFERENCIAS
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