conmemorado el 7 de septiembre.
San Sozonte vivió a finales del siglo III. Era de Licaonia en Cilicia y originalmente su nombre era Tarasios. Cuando se hizo cristiano, recibió el Santo Bautismo y recibió el nombre de Sozonte. Pastor de profesión, intentó imitar la mansedumbre de las ovejas, de la cual se maravillaba. “Me avergüenzo”, dijo, “de ser inferior a las ovejas”.
Estudió atentamente las Sagradas Escrituras y también guio a las ovejas racionales de Cristo a delicados pastos. Un día, mientras daba de beber a su rebaño en un manantial, Sozonte se quedó dormido bajo un roble, donde tuvo una visión que presagiaba su inminente martirio por Cristo. También se le informó que el manantial se convertiría en fuente de bendición y de curación para muchos, ya que sería santificado por la gracia de Dios. Cuando despertó, confió su rebaño a otro pastor y partió hacia Pompeyópolis en Cilicia. Al ver la impiedad que había en aquella ciudad, su corazón se entristeció profundamente.
Al entrar en uno de los templos de los idólatras, contempló una estatua dorada que representaba a un “dios” pagano. Luego, con gran valentía, quebró la mano derecha de la estatua con su cayado, haciéndola pedazos que distribuyó entre los pobres. Ésto causó un gran revuelo en la ciudad. Maximiano, el gobernador de Cilicia, se enfureció e inició una búsqueda para encontrar al culpable. Muchas personas inocentes fueron arrestadas y torturadas en un intento de obligarlas a confesar.
Cuando san Sozonte se enteró de ésto, no pudo permitir que otros sufrieran por algo que él había hecho. Por tanto, se presentó ante el gobernador y respondió serenamente a sus amenazas, diciendo que la estatua no beneficiaba a nadie dentro del templo, por lo que utilizó el oro en beneficio de los necesitados.
Maximiano cuestionó al Santo cómo se atrevía a deshonrar a su “dios” de tal manera. Sozonte respondió: “Hice ésto para que supieras que tu 'dios' es impotente. Cuando corté su mano, él no protestó ni hizo ningún intento de detenerme, ni gritó de dolor. ¿Cómo podría? Tu ídolo es sordomudo y sin aliento. No puede ver, oír, hablar ni defenderse. Si tu “dios” fuera verdadero, no me habría permitido romperlo”.
Cuando Maximiano escuchó éstas palabras, ordenó que san Sozonte fuera torturado sin piedad. Lo colgaron en lo alto y su cuerpo fue rastrillado con garras de hierro. Luego le colocaron botas de hierro en las plantas de los pies y lo hicieron marchar por la ciudad. A lo largo de sus tormentos, nunca dejó de glorificar al Salvador Cristo. Una vez más lo colgaron de un árbol y lo azotaron con barras de hierro, de modo que destrozaron su cuerpo y rompieron sus huesos. En medio de tal tormento, el Santo entregó su alma a Dios en el año 304.
Al ver que yacía muerto, los soldados lo bajaron del árbol y encendieron un gran fuego para quemar su cuerpo y que los cristianos no pudieran reclamarlo y venerarlo. De repente, hubo truenos y relámpagos, lluvia y granizo, que apagaron el fuego. Los paganos huyeron aterrorizados y las Santas Reliquias fueron preservadas. Los fieles arribaron a medianoche, cuando ya estaba muy oscuro. Estaban preocupados porque no podían encontrar las reliquias, pero una luz del cielo brilló sobre el Santo Mártir de Cristo para guiarlos. Los cristianos recogieron sus reliquias y les dieron un entierro honorable.
Muchos milagros ocurrieron en la tumba, y también en el manantial donde el Santo tuvo su visión bajo el roble. Posteriormente se construyó una iglesia en el manantial, dedicada a san Sozonte. En aquel santo lugar se ofrecía alabanza al único Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sea la gloria por todos los siglos. Amén.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Martyr Sozon of Cilicia. New York, Estados Unidos: OCA.
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