conmemorado el 30 de noviembre.
El Santo Apóstol Andrés el Primero Llamado fue el primero de los Apóstoles en seguir a Cristo, y más tarde trajo a su propio hermano, el santo Apóstol Pedro (Juan 1:35-42), a nuestro Señor. El futuro apóstol era de Betsaida, y desde su juventud se volvió a Dios con su alma entera. No se casó y trabajó con su hermano como pescador. Cuando el Santo Profeta, Precursor y Bautista Juan comenzó a predicar, san Andrés se convirtió en su discípulo más cercano. Declarando a Cristo como el Cordero de Dios, el mismo San Juan Bautista envió a sus propios dos discípulos, los futuros apóstoles Andrés y Juan el Teólogo, a Cristo.
Después de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, san Andrés partió hacia las tierras de Oriente predicando la Palabra de Dios. Pasó por Asia Menor, Tracia, Macedonia, llegó al río Danubio, recorrió la costa del Mar Negro, atravesó Crimea, la región del Mar Negro y a lo largo del río Dniéper subió hasta el lugar donde ahora se encuentra la ciudad de Kiev.
Se detuvo durante la noche en las colinas de Kiev. Levantándose por la mañana, dijo a los discípulos que estaban con él: “¿Veis estos montes? Sobre estas colinas resplandecerá la bondad de Dios, y aquí habrá una gran ciudad, y Dios levantará muchas iglesias”. El Apóstol subió a los montes, los bendijo y erigió una cruz. Habiendo orado, subió aún más a lo largo del Dniéper y arribó a un asentamiento de los pueblos eslavos, donde se construyó Novgorod. Desde aquí el apóstol pasó por la tierra de los Varangios hacia Roma para predicar, y de nuevo volvió a Tracia, donde en la pequeña aldea de Bizancio, la futura Constantinopla, fundó la Iglesia de Cristo. El nombre del Santo Apóstol Andrés vincula a la madre, la Iglesia de Constantinopla, con su hija, la Iglesia rusa.
En sus viajes, el Apóstol Primero Llamado padeció incontables sufrimientos y tormentos de manos de los paganos: lo expulsaron de sus ciudades y lo azotaron. En Sinope lo apedrearon, pero, permaneciendo ileso, el persistente discípulo de Cristo continuó predicando a la gente sobre el Salvador. A través de las oraciones del Apóstol, el Señor obró milagros. Por obra del Santo Apóstol Andrés se establecieron iglesias cristianas, para las cuales proveyó obispos y clérigos. La última ciudad a la que llegó el Apóstol fue la ciudad de Patra, donde estaba destinado a padecer el martirio.
El Señor obró muchos milagros a través de Su discípulo en Patra. Los enfermos fueron sanados, y los ciegos recobraron la vista. Por las oraciones del Apóstol, el ilustre ciudadano Sosios se recuperó de una grave enfermedad, y Maximilla y Stratokles, la esposa y el hermano del gobernador de Patra, fueron sanados. Los milagros realizados por el Apóstol y su vehemente discurso iluminaron a casi todos los ciudadanos de la ciudad de Patra con la verdadera Fe.
Pocos paganos permanecieron en Patra, pero entre ellos estaba el prefecto de la ciudad, Egeatos. El Apóstol Andrés se dirigió repetidamente a él con las palabras del Evangelio. Pero ni siquiera los milagros del Apóstol convencieron a Egeatos. El Santo Apóstol con amor y humildad apeló a su alma, esforzándose por revelarle el misterio cristiano de la vida eterna, a través del poder prodigioso de la Santa Cruz del Señor. El enfurecido Egeatos dio órdenes de crucificar al apóstol. El pagano pensó que podría deshacer la predicación de San Andrés si lo condenaba a muerte en la cruz.
San Andrés el Primer Llamado aceptó la decisión del prefecto con alegría y con oración al Señor, y fue de buena gana al lugar de la ejecución. Para prolongar el sufrimiento del santo, Egeatos ordenó no clavar las manos y los pies del santo, sino atarlos a la cruz. Durante dos días el apóstol enseñó a los ciudadanos que se reunían. El pueblo, al escucharlo, se compadeció de él con toda el alma e intentó bajar a San Andrés de la cruz. Temiendo un motín del pueblo, Egeatos dio órdenes de detener la ejecución. Pero el Santo Apóstol se puso a orar para que el Señor le concediera la muerte en la cruz. Justo cuando los soldados intentaban agarrar al Apóstol Andrés, perdieron el control de sus manos. El Apóstol crucificado, habiendo dado gloria a Dios, dijo: “Señor Jesucristo, recibe mi espíritu”. Entonces un resplandeciente rayo de luz divina iluminó la cruz y al mártir crucificado en ella. Cuando la luz se desvaneció, el santo Apóstol Andrés ya había entregado su alma santa al Señor. Maximilla, la esposa del prefecto, hizo bajar de la cruz el cuerpo del Santo Apóstol y lo enterró con honor.
Unos siglos más tarde, bajo el emperador Constantino el Grande, las reliquias del Santo Apóstol Andrés fueron trasladadas solemnemente a Constantinopla y colocadas en la iglesia de los Santos Apóstoles junto a las reliquias del Santo Evangelista Lucas y del discípulo de san Pablo, san Timoteo.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). Apostle Andrew, the Holy and All-Praised First-Called. New York, Estados Unidos: OCA.
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