conmemorados el 19 de febrero.
Evgénios y Macario fueron cristianos piadosos que fueron aprehendidos durante la persecución del emperador Julián el Apóstata (361-363) por negarse a sacrificar a los ídolos. Traídos ante el tirano, confesaron firmemente a Cristo y reprendieron al Emperador por haber abandonado la fe cristiana para adorar a los ídolos sin vida. Por tal razón se ordenó que fuesen torturados. Después de atar a los Santos con anchas y finas cinchas, los verdugos colgaron a Evgénios y a Macario boca abajo sobre un fuego de estiércol ardiendo. Después de largas horas, los derribaron y los obligaron a acostarse desnudos en una parrilla ardiente. Los Santos Mártires soportaron éstos tormentos con los ojos fijos en el Cielo, fortalecidos por la gracia divina, y al mismo tiempo continuaron reprendiendo al emperador apóstata por su maldad e impiedad. Después de tales inhumanos castigos, Julián estaba decepcionado de no haber podido doblegar la resolución de los Santos, por lo que los ató y los envió al exilió a Mauritania de África, justo enfrente de Argelia.
Los Santos Confesores se regocijaron de que fueron hechos dignos de ser exiliados por Cristo, y en el camino cantaban con alegría: “Bienaventurados aquellos que andan en camino inmaculado, que andan en la ley del Señor. Bienaventurados los que guardan sus mandatos y con todo su corazón le buscan, los que no cometieron iniquidad alguna y marcharon por sus caminos” (Sal 118/119:1-3). Cuando arribaron, proclamaron su fe a los paganos de esa zona para iluminarlos con el conocimiento de la verdad, luego marcharon hacia una elevada montaña para vivir solos en una cueva en oración, ayuno y ascetismo.
Mientras estaban en la montaña buscando una cueva para vivir, los habitantes advirtieron a los Santos que en una cueva cercana había un dragón feroz que aterrorizaba a toda la región. Después de preguntar por la ubicación de la cueva, se acercaron y rezaron de rodillas. De repente, un rayo cayó del cielo y chamuscó al dragón mientras intentaba huir. Todo lo que quedaba eran cenizas mezcladas con polvo, y un hedor desagradable impregnaba el aire. Ésta intervención milagrosa de los Santos hizo que los paganos depositaran su confianza en ambos confesores, por lo que llegaron a creer en el poder de Cristo. Por lo tanto, los Santos hicieron su habitación en la cueva del dragón, donde oraron continuamente durante treinta días, sin comer ni beber nada. Al completar ésta labor, oyeron una voz celestial que decía: “Siervos del Dios verdadero y Señor nuestro Jesús Cristo, vayan a la roca que está a su lado”. Al volverse vieron una luz proveniente de una roca, y de una manera maravillosa la roca se partió en dos y de allí brotó una fuente de agua, de la cual bebieron y se refrescaron. Así recuperaron su fuerza física y su hambre y sed fueron satisfechas. En el trigésimo octavo día, le suplicaron a Dios que los liberara de ésta vida presente y pasaran a la siguiente. El Señor escuchó su súplica y recibió las almas de ambos, mientras lo glorificaban y lo bendecían.
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2024). Santos Eugenio y Macario los Confesores. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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