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SANTOS MÁRTIRES TIMOTEO EL LECTOR Y SU ESPOSA MAVRA, EN EGIPTO

conmemorados el 3 de mayo.


San Timoteo provenía de una población llamada Penapea en la Tebaida de Egipto, y pertenecía al clero. En concreto era un lector, que leía en la iglesia las Sagradas Escrituras. Habiendo recibido a santa Mavra (o Maura) en matrimonio, y antes de que pasaran veinte días después de su boda, fue denunciado y conducido ante el gobernador de la Tebaida, cuyo nombre era Arriano. El gobernador ordenó al Santo que trajera consigo los libros sagrados que leía a los cristianos, pero el Santo no aceptó. Hablando en defensa ante el gobernador, dijo: “Considero que los libros de los cristianos son mis propios hijos, sobre ellos estoy establecido, y a través de estos estoy protegido por los Ángeles”. Porque el poder de los significados divinos y las palabras escritas en éstos libros invitaron a los Santos Ángeles a asistirlo.

Y así como ningún padre entregaría voluntariamente a sus propios hijos a la muerte, tampoco entregaría sus libros sagrados para que los quemaran. Ante éstas palabras, el gobernador se enfureció, y mandó insertar dos barras de hierro sobrecalentadas a través de los oídos del Santo Mártir, lo que provocó que la salida y caída al suelo de las pupilas de sus ojos. Luego ataron sus extremidades a una rueda, colocaron una brida sobre su boca, ataron una piedra a su cuello y lo colgaron boca abajo. No satisfechos con éstas torturas, ni afectado el bienaventurado Timoteo, el gobernador trajo ante él a su esposa Mavra, esperando que ella lo defraudara. Entonces dirigió todo tipo de halagos hacia ella y la instó a que se ataviara, y que luego viniera y ofreciera sacrificios a los ídolos, diciendo: “He escuchado que sólo han pasado veinte días desde que te casaste con tu desgraciado esposo Timoteo; ve, por lo tanto, a persuadirlo para que obedezca mis palabras, para que no pierdas a tu esposo”.

La Santa consintió, pero en cambio, fue persuadida por las enseñanzas de su esposo, así que ella regresó y confesó que era cristiana ante el gobernador. Ésto enfureció al gobernador, por lo que afeitó su cabeza para su deshonra, y tras intentar cortar sus dedos, la sumergió en agua hirviendo. Sin padecer daño alguno y sin quemarse, la Santa regresó y le dijo al gobernador: “su caldero, oh gobernador, está muy frío, y si no tiene leña para calentarla, devuélvame a mi padre, y recibirá toda la que quiera”. Ésto extrañó al gobernador, por lo que se acercó a ella, estiró sus manos y le dijo a la Santa: “Trae un poco de agua de la caldera y échala sobre mis manos”. Acto seguido, la Santa derramó un poco de agua en las manos y la cara del gobernador, e inmediatamente la piel de sus manos y de su cara se desprendió. Enfurecido por ésto, ordenó rociar unas antorchas con alquitrán y brea y que la Santa fuera quemada con ellas. La Santa dijo: “Estoy muy asombrada contigo, oh gobernador. Porque no pudiste derrotarme con la caldera con agua hirviendo, ahora crees que puedes quemarme con una o dos antorchas”.

El impío Arriano estaba perdido, por lo que ordenó que los dos Santos fueran crucificados uno frente al otro. Los valientes atletas de Cristo permanecieron en la cruz durante nueve días, animándose mutuamente, para ser capaces de soportar el tormento sin desmayo. Así los benditos entregaron sus almas en las manos de Dios en el décimo día, recibiendo de Él las inmarcesibles coronas del martirio.

Mientras los Santos estaban en la cruz, vino el diablo, y en su mente le dio a Santa Mavra una taza llena de miel y leche. Por sus oraciones la Santa lo rechazó. También le mostró a la Santa un río que fluía con leche y miel, y la instó a beber. Ella le dijo al diablo: “No quiero beber de éstas cosas corruptibles, sino de la copa de la vida inmortal preparada por Cristo”. Por ésto el diablo fue derrotado, y se retiró.

Un Ángel del Señor también se acercó a ellos, quien tomó de la mano a Santa Mavra e hizo aparecer su alzamiento al cielo, mostrándola un trono brillante, con una vestidura blanca sobre el trono y una corona, y la dijo: “Éstos están preparados para ti”. Luego la llevó a un lugar más alto y le mostró otro trono, y otra prenda mucho más hermosa, y otra corona, y le dijo: “Éstas están preparadas para tu esposo, quien se hiciera benefactor de tu salvación”.

 


REFERENCIAS

La Ortodoxia es la Verdad. (2023). Santos Timoteo y Maura. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

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