conmemorados el 22 de octubre.
Los Siete Santos Jóvenes de Éfeso: Antonino, Dionisio, Exacustodiano (Constantino), Juan Martiniano, Maximiliano, e Iámblico, vivieron en el siglo tercero. San Maximiliano era hijo del administrador de la ciudad de Éfeso, y los otros seis jóvenes eran hijos de ciudadanos ilustres de Éfeso. Los jóvenes eran amigos desde la infancia, y todos eran parte del servicio militar.
Cuando el emperador Decio (249-251) arribó a Éfeso, ordenó a todos los ciudadanos que ofrecieran sacrificios a los dioses paganos. El tormento y la muerte esperaban a cualquiera que desobedeciera. Los siete jóvenes fueron denunciados por informantes y citados para responder a los cargos. Al comparecer ante el emperador, los jóvenes confesaron su fe en Cristo.
Rápidamente los despojaron de sus cinturones e insignias militares. Sin embargo, Decio les permitió salir libres, con la esperanza de que cambiaran de opinión mientras él estaba en una campaña militar. Los jóvenes huyeron de la ciudad y se ocultaron en una cueva en el monte Ochlon, donde pasaron el tiempo en oración, preparándose para el martirio.
El más joven de ellos, san Iámblico, se vistió de mendigo y fue a la ciudad a comprar pan. En una de sus excursiones a la ciudad, escuchó que el emperador había regresado y los estaba buscando. San Maximiliano instó a sus compañeros a salir de la cueva y presentarse para el juicio.
Al conocer el sitio dónde se ocultaban los jóvenes, el emperador ordenó que la entrada de la cueva fuera sellada con piedras para que los Santos perecieran de hambre y sed. Dos de los dignatarios en la entrada bloqueada de la cueva eran cristianos secretamente. Deseosos de preservar la memoria de los Santos, colocaron en la cueva un recipiente sellado que contenía dos placas de metal. En ellos estaban inscritos los nombres de los siete jóvenes y los pormenores de su sufrimiento y muerte.
El Señor puso a los jóvenes en un sueño milagroso que duró casi dos siglos. Mientras tanto, habían cesado las persecuciones contra los cristianos. Durante el reinado del Santo Emperador Teodosio el Joven (408-450) hubo herejes que negaron que habría una resurrección general de los muertos en la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Algunos de ellos decían: “¿Cómo puede haber resurrección de muertos si no habrá ni alma ni cuerpo, ya que están desintegrados?”. Otros afirmaban: “Solo las almas serán restauradas, porque sería imposible que los cuerpos resucitaran y viviesen después de mil años, cuando ni aun su polvo quedaría”. Por eso, el Señor reveló el misterio de la Resurrección de los Muertos y de la vida futura a través de Sus Siete Santos.
El propietario del terreno en el que se situaba el monte Ochlon descubrió la construcción de piedra y sus trabajadores abrieron la entrada a la cueva. El Señor había mantenido vivos a los jóvenes, y despertaron de su sueño, sin saber que habían pasado casi doscientos años. Sus cuerpos y ropa permanecían intactos.
Preparándose para aceptar el tormento, los jóvenes pidieron una vez más a san Iámblico que les comprara pan en la ciudad. Yendo hacia la ciudad, el joven se asombró al ver una cruz en las puertas. Al oír pronunciar libremente el nombre de Jesucristo, empezó a dudar de que se estuviera acercando a su propia ciudad.
Cuando pagó el pan, Iámblico le dio al mercader monedas con la imagen del emperador Decio en ellas. Fue detenido, como alguien que podría estar ocultando una horda de dinero viejo. Llevaron a san Iámblico al administrador de la ciudad, que también resultó ser el obispo de Éfeso. Al escuchar las desconcertantes respuestas del joven, el obispo percibió que Dios estaba revelando algún tipo de misterio a través de él, y acudió acompañado a la cueva.
A la entrada de la cueva el obispo encontró el recipiente sellado y lo abrió. Leyó en las placas de metal los nombres de los siete jóvenes y los detalles del sellado de la cueva por orden del emperador Decio. Entrando en la cueva y viendo a los Santos con vida, todos se regocijaron y percibieron que el Señor, despertándolos de su largo sueño, estaba demostrando a la Iglesia el misterio de la Resurrección de los Muertos.
Pronto el propio emperador llegó a Éfeso y habló con los jóvenes en la cueva. Entonces los Santos jóvenes, a la vista de todos, recostaron la cabeza en el suelo y se durmieron de nuevo, ésta vez hasta la Resurrección General.
El emperador deseaba colocar a cada uno de los jóvenes en un ataúd enjoyado, pero se le aparecieron en un sueño y le dijeron que sus cuerpos habían de permanecer en el suelo de la cueva. En el siglo XII, el peregrino ruso Higúmeno Daniel contempló las reliquias sagradas de los siete jóvenes en la cueva.
Se acostumbra una segunda conmemoración de los siete jóvenes el 22 de octubre. Según una tradición, que entró en el Prólogo ruso (de las Vidas de los Santos), los jóvenes se durmieron por segunda vez en éste día. El Menaion griego de 1870 dice que se durmieron por primera vez el 4 de agosto y se despertaron el 22 de octubre.
Hay una oración de los Siete Durmientes de Éfeso en el Gran Libro de las Necesidades (Trebnik) para aquellos que están enfermos y no pueden dormir. A los Siete Santos Durmientes también se los menciona en el servicio del Año Nuevo de la Iglesia, el 1° de septiembre.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). 7 Holy Youths “Seven Sleepers” of Ephesus.New York, Estados Unidos: OCA.
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