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VENERABLE ABRAMIOS EL RECLUSO Y SU SOBRINA LA BEATA MARÍA DE MESOPOTAMIA

conmemorados el 29 de octubre.



El Venerable Abramios (gr. Αβράμιος) el Recluso y su sobrina la Beata María de Mesopotamia, vivieron en ascesis en el poblado de Chidan, cerca de Edesa (hoy Sanliurfa, en la región del sureste de Anatolia, Turquía). Fueron contemporáneos y compatriotas de san Efrén el Sirio (28 de enero), quien más tarde escribió sobre su vida.

San Abramios comenzó su difícil hazaña de la vida solitaria en la flor de su juventud. Dejó la casa paterna y se instaló en un sitio desolado y desierto, lejos de las tentaciones mundanas, y pasó sus días en oración incesante. Habiendo fallecido sus padres, el Santo rechazó su herencia y pidió a sus parientes que la repartieran entre los necesitados. Con su estricta vida ascética, ayuno y amor por la humanidad, el Venerable Abramios atrajo a muchos buscadores de la iluminación espiritual, de oración y bendición.

Pronto su fe fue puesta a prueba seriamente, pues fue nombrado presbítero en uno de los pueblos paganos de Mesopotamia. Durante tres años, y sin escatimar esfuerzos, el Santo obró por la iluminación de los paganos. Derribó un templo pagano y edificó una iglesia. Soportando humildemente las mofas e incluso azotes de los obstinados idólatras, suplicó al Señor: “Mira, oh Maestro, a Tu siervo, escucha mi oración. Fortaléceme y libera a Tus siervos de las trampas diabólicas, y concédeles que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero”. El devoto pastor fue agraciado el gozo de contemplar la culminación de sus justos esfuerzos: los paganos llegaron a creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, y el mismo san Abramios los dio el Santo Bautismo.

Habiendo cumplido con su deber sacerdotal, Abramios nuevamente se retiró a su desierto, donde continuó glorificando a Dios y obrando Su santa voluntad. El diablo, avergonzado por las acciones de san Abramios, trató de atraparlo con pensamientos orgullosos.

Una vez, a medianoche, cuando san Abramios estaba orando en su celda, de pronto brilló una luz y se escuchó una voz: “¡Bendito seas, Abramios, porque ningún otro hombre ha hecho mi voluntad como tú!”. Refutando las artimañas del enemigo, el Santo dijo: “Soy un hombre pecador, pero confío en la ayuda y la gracia de mi Dios. No te temo, y tus ilusiones no me atemorizan”. Luego ordenó al diablo que se fuera, en el nombre de Jesucristo.

La sobrina del Venerable Abramios, la monja María, había crecido siendo edificada por su instrucción espiritual. Su padre murió cuando ella tenía siete años, por lo que había sido criada por su Santo tío. Pero el enemigo de la humanidad trató de apartarla del verdadero camino. A los veintisiete años de edad cayó en pecado con un hombre. Avergonzada, dejó su celda, se fue a otra ciudad y comenzó a vivir en un burdel.

Dos años después, enterándose de ello, san Abramios vistió un uniforme de soldado, para no ser reconocido, y viajó a la ciudad para buscar a su sobrina. Fingió ser uno de sus “clientes” y reveló su identidad una vez que estuvieron solos. En medio de lágrimas y exhortaciones, la llevó al arrepentimiento y la condujo de vuelta a su celda.

Santa María retornó a su celda y pasó el resto de sus días en oración y llorando lágrimas de arrepentimiento. El Señor la perdonó e incluso le concedió el don de curar a los enfermos. Durmió en el Señor cinco años después de san Abramios.

En cierta ocasión, el diablo se apareció ante el Santo en forma de un joven, encendió una vela y comenzó a cantar el Salmo 118/119: “Bienaventurados los perfectos en el camino, los que andan en la ley del Señor”. Percibiendo que ésto también era una tentación demoníaca, el Anciano se persignó y preguntó: “Si sabes que los perfectos son bienaventurados, entonces ¿por qué molestarlos?”.

Airado, el enemigo respondió: “Los provoco para vencerlos y apartarlos de toda buena obra”. A lo que el Santo respondió: “Tú ganas la victoria sobre aquellos que, como tú, se han alejado de Dios. Estás obligado a desaparecer, como el humo en el viento, ante el rostro de aquellos que aman a Dios”. Dichas tales palabras, el diablo desapareció. Así, san Abramios derrotó al enemigo, siendo fortalecido por la gracia divina. Después de cincuenta años de vida ascética, durmió pacíficamente en el Señor.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2024). Venerable Abramius the Recluse and His Niece, Blessed Mary of Mesopotamia. New York, Estados Unidos: OCA.

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