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VENERABLE MARÍA DE EGIPTO

conmemorada el 1° de abril.


En un sencillo y rápido instante de conversión espiritual, su vida entera cambió para siempre. La sorprendente historia de lo que aconteció a la Venerable María de Egipto ─una prostituta común quien eventualmente llegó a ser una de las más santas y obedientes mujeres en la historia de la iglesia cristiana─ comienza con un incidente supremamente dramático ocurrido ante un icono de la Siempre Misericordiosa y Bienaventurada Virgen.

Sucedió en la Santa Ciudad de Jerusalén alrededor del año 482, según la mayoría de historiadores de ese período. Ésta mujer de la gran ciudad de Alejandría en Egipto, en aquel tiempo con 29 años de edad, se hallaba de pie ─en ese memorable día─ delante del icono de la Bienaventurada Theotokos. La joven mujer había acudido a Jerusalén movida por la curiosidad; guardaba el deseo de visitar los Lugares Santos y experimentar por sí misma el supuesto poder espiritual de sitios tan renombrados como el Monte Calvario y el Jardín de Getsemaní. Ella estaba segura de que no tendrían impacto alguno sobre ella ─pues no creía en el Santo Evangelio ni tampoco en los principios de la Santa Iglesia. Ciertamente su propósito en realizar este viaje era probarse a ella misma que los lugares santos no tenían el poder de influenciar a los pecadores. Con la intención de mofarse de la fe, se jactaba de haber obtenido el costo de su pasaje seduciendo a otros peregrinos en la ruta y luego cobrándoles grandes cantidades por sus favores sexuales.

Antes de partir de la ciudad de Alejandría, María había llevado una vida disoluta en la cual ella intercambiaba su cuerpo por dinero, lo que le permitía comprar sus joyas opulentas y vestidos carísimos. Más aún, ella disfrutaba el estilo de vida lujurioso voluntariamente elegido ─y algunas veces rechazaba el pago por completo, hecho que revela el punto al cual la habían llevado sus bajos instintos. Cruel e insensible pasó muchas noches ebria y envuelta en orgías con hombres que la deshonraban con entera impunidad.

Luego de haber arribado a Jerusalén, María comenzó a visitar los Lugares Santos. En una bien conocida iglesia cristiana en el centro de la ciudad ella siguió un impulso repentino. En un solo instante, por razones que ella misma no podía explicar, decidió que quería venerar una de las reliquias más santas de la ciudad: la Honorable Cruz en la cual el Señor había sostenido Su último aliento. El impulso de María fue súbito e inesperado ─desde que ella se había ganado la vida en los últimos diecisiete años en Alejandría como una prostituta nunca había malgastado su tiempo en vana oración.

Nacida en Egipto en el año 453, según la mayoría de historiadores de la Iglesia, María se escapó de su casa cuando tenía doce años de edad. Terminó viviendo en las calles de Alejandría, la capital cosmopolita, donde prontamente se convirtió en una depravada buscadora de placeres. Por causa de su dudoso pasado María se hallaba comprensiblemente sorprendida cuando sintió repentinamente el anhelo de entrar a la iglesia en Jerusalén y rezar ante la Cruz de Cristo, quien supuestamente había muerto por sus pecados. Pero ella era una criatura de impulsos ─quien frecuentemente actuaba movida por su intuición, la cual, en tal momento le decía que necesitaba orar en la presencia de la Santa Cruz.

Moviéndose rápidamente, antes de que pudiera tener tiempo para cambiar de parecer, la joven mujer caminó al interior del vestíbulo de la iglesia y se preparó para confrontarse con una de las más preciosas reliquias en toda la Cristiandad. Entonces se llevó una sorpresa mayor. Sus pies parecían no obedecerla. Una y otra vez trató de dejar el vestíbulo y entrar al cuerpo principal de la iglesia solo para descubrir que se encontraba totalmente paralizada. Con un pánico creciente entendió que alguna fuerza misteriosa estaba bloqueando su camino hacia la iglesia. Sorprendida y aterrorizada miró hacia arriba desde el suelo ─y se encontró viendo directamente hacia la amorosa mirada de un icono de la Bienaventurada Virgen. En su desesperación, ella le pidió Su permiso para entrar a los sagrados recintos, al tiempo mismo que confesaba a la Virgen que había llevado una vida de inmundicia moral y pecado rampante. Rezando silenciosamente sintió que se quemaba por un terrible dolor al tiempo que prometía reformar su vida, si tan sólo se le permitía entrar en la presencia de Su Santa Cruz.

Descrita con una ponderosa elocuencia por su eventual biógrafo, el Patriarca de Jerusalén san Sofronio, la secuencia de eventos acaecidos a continuación es un milagro a considerar.

Momentos tras haber finalizado su oración a la Santísima Virgen, la joven mujer se sintió sorprendida al sentir que las ligaduras invisibles habían comenzado a disolverse. En pocos instantes, con su libertad de movimiento restaurada, fue capaz de entrar en la iglesia y venerar la Honorable Cruz para la alegría de su corazón. Al final, habiendo terminado sus oraciones regresó al vestíbulo para hacer una oración de agradecimiento a la Bienaventurada Theotokos.

Sin embargo, mientras rezaba, sucedió una cosa extraordinaria; ella escuchó una voz decir claramente: “Si cruzas el Jordán encontrarás la verdadera paz”. ¿Cuál era el verdadero sentido de éste pronunciamiento?

Boquiabierta ─como nunca lo había estado en su vida─ María decidió obedecer. Esa misma tarde compró tres hogazas de pan de un vendedor callejero y se dirigió hacia el legendario Jordán, el que muy pronto cruzó, a fin de entrar en el gran desierto.

Lo que siguió fue una extraordinaria odisea que duró poco menos de cincuenta años durante los cuales la Venerable María deambuló por las vastas arenas comiendo lo que pudiera encontrar y rezando sin cesar al Dios Todopoderoso. Año tras año ella mantuvo ésta forma de vida austera, una que muy pronto llegó a amar. ¿Para qué habría de necesitar de los lujos o los placeres de la carne? Ahora Dios era su centro y ella se encontraba supremamente contenta de vivir para Él.

Luego de muchos años de ésta apasionada vida ascética, un día llegó hasta Santa María un reconocido monje-sacerdote (es decir, un Hieromonje) del desierto, el Anciano Zósimas, quien se mostró sorprendido de encontrar a una anciana de cabellos blancos deambulando por el desierto. Aún más notable resulta el hecho de que ésta aparición aparentaba estar totalmente desnuda. Zósimas trató de interrogarla, mas ella huyó. Agitado y resoplando, el anciano monje se las arregló para alcanzar a la penitente. Cuando finalmente llegó a su lado ella lo vio desde un arroyo en el cual se había refugiado para no mostrar su cuerpo, y dijo: “Abba, perdóneme por causa de Dios. No puedo mirarlo pues soy una mujer desnuda”.

Por supuesto que Zósimas se mostró alarmado por éste hecho, pero al mismo tiempo tenía suficiente presencia de ánimo como para arrojarle su capa con la cual ella se cubrió rápidamente. Con su modestia, ahora totalmente restaurada, ella le contó rápidamente la historia de su vida y acerca del asombroso milagro que la inspiró a ser una de las pocas mujeres ascetas del desierto. El piadoso anciano la escuchó cuidadosamente y agradeció a Dios por sus maravillas ─al tiempo que accedía a traerle la santa Comunión un año después a ese mismo lugar.

Por supuesto que él mantuvo su promesa, y entonces recibió otra gran sorpresa. Llegando al lugar en el que habían convenido encontrarse esa noche, la vio cruzar el Jordán caminando sobre su superficie bajo el brillo de la luna como si no le importara nada en el mundo. ¿Qué podría decirle? Cruzando también él febrilmente le agradeció nuevamente a su Creador. Pero cuando el anciano hombre santo regresó el año siguiente para darle la comunión la encontró muerta en la orilla.

Escrita en la arena, directamente junto a su cabeza, yacía una bella solicitud: “Abba Zósimas, entierre el cuerpo de la humilde María en éste lugar; deje que el polvo vuelva al polvo. He muerto el día primero de abril, la misma noche del sufrimiento salvífico de Cristo, luego de haber recibido la Comunión del Misterio Divino”. Ella había partido. La Venerable María de Egipto murió en el Año 530 de Nuestro Señor a la edad de 77 años.

Si hubiera alguna otra historia más bella en los anales de la Santa Iglesia que la vida de ésta religiosa y sufriente mujer, quien fue salvada por el amor del Dios Todopoderoso de la degradación de su vida confundida, sería muy difícil de encontrar. De muchas maneras, la historia de su vida es la historia del Nuevo Testamento ─la apasionada historia de un Salvador misericordioso Quien vino a la tierra para salvar a los pecadores por el inmenso amor que Él tiene por cada ser humano. Él fue quien salvó a María. Ella sufrió. Pero al final su vida fue un poema de alabanza a Dios Todopoderoso.



REFERENCIAS

La Ortodoxia es la Verdad. (2023). La Venerable María de Egipto.  Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

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