conmemorado el 4 de enero.
El Venerable Padre Nicéforo (Nikēphóros), Nikolaos Tzanakakis en el mundo, nació en el año 1890 en un pueblo montañoso de Khania, en Sikari, Kastanohori al oeste de una prefectura con un clima saludable, con hermosos bosques, ricas aguas, barrancas y cuevas. Éste pueblo tiene una peculiaridad que no se halla a menudo: está dividido en once barrios que llevan el nombre de las familias que se asentaron allí por primera vez. Así, el Venerable Nicéforo nació en el barrio de Kostoyianides.
Sus padres eran aldeanos sencillos y piadosos, que fallecieron cuando él aún era un niño pequeño, dejándolo huérfano. A la edad de trece años, abandonó su casa. Su abuelo, que se había comprometido a criarlo, fue a Khania para trabajar en una barbería y aprender el oficio. En aquel tiempo, Nicéforo mostró los primeros síntomas de la enfermedad de Hansen, es decir, la lepra. Los afligidos por la lepra fueron aislados en la isla Spinalonga, porque la lepra era una enfermedad contagiosa y se trataba con temor y consternación.
Nikolaos tenía dieciséis años cuando los signos de la enfermedad comenzaron a hacerse más notorios, por lo que partió en un barco hacia Egipto para evitar ser confinado en Spinalonga. Permaneció en Alejandría, trabajando en una barbería, pero los signos de la enfermedad se hicieron cada vez más evidentes, especialmente en las manos y la cara. Por eso, por intervención de un clérigo, se dirigió a Quíos, donde en aquella época había una iglesia para leprosos, y el presbítero era el padre Anthimos Vagianos, más tarde san Anthimos (15 de febrero).
Nikolaos llegó a Quíos en 1914, a la edad de veinticuatro años. En el hospital de leprosos de Quíos, que era un complejo con muchas casas, había una capilla en honor a San Lázaro, donde se guardaba el maravilloso icono de Panagía Ypakoe (el nombre del mismo honra la obediencia de la Theotokos a la voluntad de Dios de que ella diera a luz a Su Hijo, para que, por medio de su obediencia, el pueblo igualmente obedeciera Su voluntad. La palabra griega Υπακοή significa “obediencia”). En éste espacio se abrió para Nikolaos el curso de las virtudes. Al cabo de dos años, san Anthimos lo consideró listo para el esquema angélico y lo tonsuró con el nombre de Nicéforo. La enfermedad progresó y evolucionó en ausencia de fármacos adecuados, provocando grandes y numerosas lesiones (un fármaco no se encontró sino hasta el año 1947).
El Venerable Nicéforo vivió con obediencia genuina e incondicional a su Padre Espiritual, ayunando austeramente, y trabajando en los jardines. Registró los milagros obrados por san Anthimos, los cuales presenciara con sus propios ojos (muchos de ellos estaban relacionados con la liberación de los endemoniados).
Existía una singular relación espiritual entre san Anthimos y el monje Nicéforo, que siempre permaneció cerca de él, como escribe el padre Theoklitos Dionysiatis en su libro “San Anthimos de Quíos”. El padre Nicéforo oraba por las noches durante horas y horas haciendo innumerables metanías, no reñía con nadie, ni hería el corazón de nadie, y era el maestro cantor del templo. Sin embargo, debido a su enfermedad, poco a poco perdió la vista, por lo que cantó la troparia y las Epístolas de memoria.
El Leprosario de Quíos se cerró en el año 1957 y los pacientes restantes, junto con el padre Nicéforo, fueron enviados a la casa de leprosos de Santa Bárbara en Atenas, en Aigaleo. En ese momento, padre Nicéforo tenía aproximadamente 67 años. Sus extremidades y ojos quedaron completamente alterados y distorsionados por la enfermedad.
Allí también vivió el padre Eumenios en el asilo de leprosos. También padecía la enfermedad de Hansen, pero con la medicación que recibió se curó por completo. Sin embargo, decidió permanecer en el hogar de leprosos por el resto de su vida cerca de sus compañeros de sufrimiento, cuidándolos con gran amor. Así se sometió al padre Nicéforo, a quien el Señor había dado muchos regalos como recompensa por su paciencia. Una multitud de personas se reunió en la humilde celda del leproso Nicéforo, en Santa Bárbara de Aigaleo, para obtener sus oraciones. Aquí algunos testimonios de quienes lo conocieron:
“Mientras estaba postrado por las heridas y los dolores, no se quejaba, sino que mostraba gran paciencia”.
“Tenía el carisma de consolar a los que estaban tristes. Tenía los ojos permanentemente irritados y tenía una visión limitada. También presentaba rigidez en las manos y parálisis en las extremidades inferiores. Sin embargo, soportó todo ésto de la manera más dulce, mansa, sonriente y encantadora, y también fue agradable y adorable”.
“Su rostro, carcomido por las marcas de su enfermedad y sus heridas, brillaba. Fue un gozo para quienes vieron a éste hombre desamparado y aparentemente débil decir: Que su santo nombre sea glorificado”.
El padre Nicéforo durmió en el Señor el 4 de enero de 1964 a la edad de 74 años. Después de tres años, sus santas reliquias fueron exhumadas y se encontraron fragantes. El padre Eumenios y otros creyentes informaron de muchos casos en los que ocurrieron milagros al pedir a san Nicéforo que intercediera ante Dios.
La vida de san Nicéforo fue un brillante ejemplo y modelo para todos. Agradó a Dios porque había soportado mucho. Por eso, tenemos muchos testimonios de que el Venerable Santo recibió del Espíritu Santo el don del discernimiento y muchos otros carismas. Cabe señalar que la mayoría de los milagros quedan registrados, y hoy el Santo brinda ayuda generosa a quien lo necesita. Seguramente habrá muchos más milagros que aún no se han hecho manifiestos.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Saint Nikephoros the Leper. New York, Estados Unidos: OCA.
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