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VENERABLE SIMEÓN EL NUEVO TEÓLOGO

conmemorado el 12 de octubre.


San Simeón el Nuevo Teólogo nació en el año 949 en la ciudad de Galacia (Paflagonia) de padres devotos, por oficio comerciantes, y recibió su educación en Constantinopla. Su padre lo preparó para una carrera en la corte, y durante un tiempo el joven ocupó una alta posición en la corte imperial. Cuando tenía catorce años, conoció al renombrado Anciano Simeón el Piadoso en el Monasterio de Studion, quien sería una gran influencia en su crecimiento espiritual. Permaneció en el mundo durante varios años preparándose para la vida monástica bajo la guía del Anciano, haciendo su entrada en el Monasterio a la edad de veintisiete años.

San Simeón el Piadoso recomendó al joven el estudio de los escritos así de san Marcos el Asceta (5 de marzo) como de otros escritores espirituales. Estudió tales obras con atención y trató de poner en práctica lo que consultado. Tres puntos planteados por san Marcos en su obra “Sobre la Ley Espiritual” (véase el volumen I de la Philokalia en la lengua inglesa) lo impresionaron particularmente. Primero, debes escuchar tu conciencia y hacer lo que te diga si deseas que tu alma sea sanada (Philokalia, p. 115). En segundo lugar, sólo cumpliendo los mandamientos se puede obtener la actividad del Espíritu Santo. En tercer lugar, quien ora sólo con el cuerpo y sin conocimiento espiritual es como el ciego que clamó: “Hijo de David, ten misericordia de mí” (Lc 18:38) (Filokalia, p. 111). Sin embargo, cuando el ciego recuperó la vista, llamó a Cristo Hijo de Dios (Jn 9:38).

San Simeón quedó herido en el amor por la belleza espiritual y trató de adquirirla. Además de la Regla dada por su Anciano, su conciencia le decía que añadiera una mayor cantidad de salmos y postraciones, y que repitiera constantemente: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”. Naturalmente, escuchó a su conciencia.

Durante el día, atendía las necesidades de las personas que vivían en el palacio de Patricio. Por la noche, sus oraciones se hicieron más largas y permaneció orando hasta la medianoche. Una vez, mientras oraba de ésta manera, un resplandor divino sumamente luminoso descendió sobre él y llenó la habitación. No vio nada más que luz a su alrededor y ni siquiera era consciente del suelo bajo sus pies.

Le parecía que él mismo se había vuelto ligero. Entonces su mente se elevó hacia los cielos y vio una segunda luz todavía más luminosa que la luz que lo rodeaba. Luego, al borde de ésta segunda luz, le pareció ver a san Simeón el Piadoso, quien le había mandado leer a san Marcos el Asceta.

Siete años después de ésta visión, san Simeón entró en el Monasterio. Allí aumentó su ayuno y vigilancia, y aprendió a renunciar a su propia voluntad.

El Enemigo de nuestra salvación incitó a los hermanos del Monasterio contra san Simeón, que permanecía indiferente a toda alabanza o reproche de otros. Debido al creciente descontento en el Monasterio, san Simeón fue enviado al Monasterio de san Mammas en Constantinopla.

Allí fue tonsurado en el esquema monástico y aumentó sus luchas espirituales. Alcanzó un alto nivel espiritual y aumentó su conocimiento de las cosas espirituales mediante la lectura de las Sagradas Escrituras y los escritos de los Padres, así como mediante la conversación con los Santos Ancianos.

Hacia el año 980, san Simeón fue nombrado Higúmeno del Monasterio de san Mammas y continuó en éste cargo por veinticinco años. Reparó y restauró el Monasterio, que había sufrido abandono, y también puso orden en la vida de los monjes.

La estricta disciplina monástica por la que se empeñó san Simeón provocó un gran descontento entre los hermanos. Una vez, después de la liturgia, algunos monjes lo atacaron y casi lo matan. Cuando el Patriarca de Constantinopla los expulsó del Monasterio y quiso entregarlos a las autoridades civiles, san Simeón pidió que se los tratara con indulgencia y se les permitiera vivir en el mundo.

Hacia el año 1005, san Simeón renunció a su cargo de Higúmeno en favor de Arsenio, mientras él mismo se instalaba en paz cerca del Monasterio. Allí compuso sus obras teológicas, algunas de las cuales aparecen en la Philokalia.

El tema principal de sus obras es la actividad oculta de la perfección espiritual y la lucha contra las pasiones y los pensamientos pecaminosos. Escribió instrucciones para los monjes: “Capítulos Teológicos y Prácticos”, “Tratado sobre los tres métodos de oración” (en el volumen IV de la Philokalia inglesa) y “Tratado sobre la Fe”. Además, san Simeón fue un destacado poeta de la iglesia. También escribió “Himnos del Amor Divino”, unos setenta poemas llenos de profundas meditaciones de oración.

Las sublimes enseñanzas de san Simeón sobre los misterios de la oración mental y la lucha espiritual le han valido el título de “el Nuevo Teólogo”. Éstas enseñanzas no fueron invención de san Simeón, sino que simplemente habían sido olvidadas con el tiempo.

Algunas de éstas enseñanzas parecían inaceptables y extrañas a sus contemporáneos. Ésto provocó un conflicto con las autoridades eclesiásticas de Constantinopla y san Simeón fue desterrado de la ciudad. Se retiró al otro lado del Bósforo y se instaló en el antiguo Monasterio de Santa Macrina.

El Santo durmió pacíficamente en el Señor en el año 1021. Durante su vida recibió el don de obrar milagros. También después de su reposo se produjeron numerosos milagros; uno de ellos fue el descubrimiento milagroso de su icono.

Su Vida fue escrita por su discípulo, San Nicetas Stethatos.

Dado que el 12 de marzo coincide con la Gran Cuaresma, la Fiesta del Venerable Simeón el Nuevo Teólogo se traslada y conmemora el día doce del mes de octubre.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Venerable Simeon the New Theologian. New York, Estados Unidos: OCA.

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