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VENERABLE THEODORA DE ALEJANDRÍA

conmemorada el 11 de septiembre.


Santa Theodora de Alejandría y su esposo vivían en Alejandría. El amor y la armonía reinaban en su familia, lo cual resultaba aborrecible para el Enemigo de la salvación. Aguijoneado por el diablo, cierto hombre rico fue cautivado por la belleza juvenil de Theodora y, con toda su habilidad, comenzó a inducirla al adulterio, aunque por largo tiempo no tuvo éxito. Luego sobornó a una mujer de holgada moral, quien descarrió a la modesta Theodora alegando que un pecado secreto, que el sol no ve, también es desconocido para Dios.

Theodora traicionó a su esposo, pero pronto recuperó el sentido y, al percatarse de la gravedad de su caída, se enfureció consigo misma, golpeándose el rostro y tirándose del cabello. Su conciencia no le dio paz, y Theodora acudió a una abadesa de renombre y le contó sobre su transgresión. La abadesa, al ver el arrepentimiento de la joven, le habló del perdón de Dios y le recordó a la mujer pecadora del Evangelio, que lavó los pies de Cristo con sus lágrimas y recibió de Él el perdón de sus pecados. Con la esperanza de la misericordia de Dios, Theodora dijo: “Creo en mi Dios, y de ahora en adelante, no cometeré tal pecado, y me esforzaré por expiar mi obra”.

En ese momento santa Theodora resolvió marcharse a un monasterio para purificarse mediante el trabajo y la oración. Salió de su casa a escondidas y, vistiéndose con ropa de hombre, fue a un monasterio de hombres, pues temía que su marido la encontrara en un monasterio de mujeres.

El higúmeno del monasterio, a fin de probar la resolución de la recién llegada, ni siquiera la bendeciría para entrar al patio. Santa Theodora pasó la noche a las puertas. Por la mañana, se postró a las rodillas del higúmeno diciendo que su nombre era Theodoro de Alejandría, y le suplicó que la dejara permanecer en el monasterio en pos del arrepentimiento y las labores monásticas. Al ver la sincera intención del recién llegado, el higúmeno accedió.

Incluso los monjes experimentados quedaron asombrados por las oraciones de Theodora que se extendían toda la noche sobre sus rodillas, por su humildad, resistencia y abnegación. La santa trabajó en el monasterio durante ocho años. Su cuerpo, una vez contaminado por el adulterio, se había convertido en cáliz de la gracia de Dios y en recipiente del Espíritu Santo.

Una vez, la santa fue enviada a Alejandría para comprar provisiones. Después de bendecirla para el viaje, el higúmeno le indicó que, en caso de retraso, debería quedarse a dormir en el monasterio de Enata, que estaba en camino. También se hospedaba en la casa de huéspedes del monasterio de Enata la hija de su higúmeno. Ella había venido a visitar a su padre. Atraída por la hermosura del joven monje Theodoro, trató de seducirlo para que cometiera el pecado de fornicación, sin saber que era una mujer la que estaba frente a ella. Al encontrarse con el rechazo, cometió el mentado pecado con otro huésped y quedó embarazada. Mientras tanto, la santa compró la comida y regresó a su propio monasterio.

Después de cierto tiempo, el padre de la desvergonzada niña, al darse cuenta de que había ocurrido una transgresión, comenzó a interrogar a su hija sobre el padre del niño. La niña indicó que era el monje Theodoro. El padre informó de inmediato el hecho al Superior del monasterio donde Santa Theodora se empeñaba en la vida ascética. El higúmeno llamó a la santa y repitió la acusación. La santa respondió con firmeza: “Con Dios como testigo mío, yo no hice esto”. El higúmeno, sabiendo de la pureza y santidad de vida de Theodoro, no creyó la acusación.

Cuando la niña dio a luz, los monjes de Enata llevaron a la niña al monasterio donde vivía el asceta y comenzaron a reprochar a sus monjes una vida impúdica. Pero esta vez incluso el higúmeno creyó la calumniosa acusación y se enojó con el inocente Theodoro. Confiaron a la niña al cuidado de la santa y la echaron del monasterio en desgracia.

La santa se sometió humildemente a esta nueva prueba, viendo en ella la expiación de su pecado anterior. Se instaló con el niño no lejos del monasterio en una choza. Los pastores, por piedad, le dieron leche para el niño, y la santa misma solo comía vegetales silvestres.

Cargando con su desgracia, la santa asceta pasó siete años en el destierro. Finalmente, a pedido de los monjes, el higúmeno le permitió regresar al monasterio con el niño, y en reclusión pasó dos años instruyéndolo.

El higúmeno del monasterio recibió una revelación de Dios de que el pecado del monje Theodoro fue perdonado. La gracia de Dios se posó sobre el monje Theodoro, y pronto todos los monjes comenzaron a dar testimonio de las señales obradas a través de las oraciones de la santa.

Una vez, durante una sequía, todos los pozos se secaron. El higúmeno les dijo a los hermanos que solo Theodoro podría revertir la desgracia. Habiendo convocado a la santa, el higúmeno le ordenó que sacara agua, y el agua del pozo no se secó más. El humilde Theodoro dijo que el milagro se realizó a través de la oración y la fe del higúmeno.

Antes de su muerte, Santa Theodora se encerró en su celda con el niño y le instruyó a amar a Dios sobre todas las cosas. Ella le dijo que obedeciera al higúmeno y a los hermanos, que conservara la tranquilidad, que fuera manso y sin malicia, que evitara la obscenidad y la tontería, que amara la generosidad y que no descuidara la oración comunitaria. Después de esto, oró y, por última vez, pidió al Señor que perdonara sus pecados. El niño también oró junto con ella. Pronto las palabras de oración se desvanecieron de los labios de la asceta, y ella partió en paz a un mundo mejor.

El Señor le reveló al higúmeno los logros espirituales de la santa, y también su secreto. El higúmeno, para quitar cualquier deshonra al difunto, en presencia del higúmeno y de los hermanos del monasterio de Enata, contó su visión y descubrió el seno de la santa como prueba.

El higúmeno de Enata y sus hermanos retrocedieron aterrorizados ante su gran transgresión. Cayendo ante el cuerpo de la santa, con lágrimas pidieron perdón a Santa Theodora. La noticia de Santa Theodora llegó a su ex marido quien recibió la tonsura monástica en este mismo monasterio donde había estado su esposa. Y el niño, criado por la monja, también siguió los pasos de su madre adoptiva. Posteriormente, se convirtió en higúmeno de este mismo monasterio.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2022). Venerable Theodora of Alexandria. New York, Estados Unidos: OCA.

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