conmemorado el 12 de junio.
El Venerable y Teóforo (gr. “Θεοφόρος”, que quiere decir “Portador de Dios”) Pedro del Monte Athos, griego de nacimiento, sirvió como soldado en los ejércitos imperiales y moró la ciudad de Constantinopla. En el año 667, durante una guerra con los sirios, san Pedro fue hecho cautivo y encerrado en una fortaleza en la ciudad de Samara, a orillas del río Éufrates.
Por largo tiempo languideció en prisión y reflexionó sobre cuál de sus pecados lo había traído el castigo de Dios. San Pedro recordó que una vez tuvo la intención de dejar el mundo e ir a un monasterio, mas no lo hizo. Comenzó a observar un estricto ayuno en prisión y a orar fervientemente, suplicando a san Nicolás el Taumaturgo que intercediera ante Dios por él.
San Nicolás se apareció en sueños a Pedro y lo aconsejó que pidiera auxilio a san Simeón, el Recibidor de Dios (3 de febrero). San Nicolás se apareció una vez más en sueños, animando al prisionero en la paciencia y la esperanza. La tercera vez no apareció en sueños, sino con San Simeón. El Santo y Justo Simeón, el Recibidor de Dios, tocó con su bastón las cadenas que sujetaban al Venerable Pedro, y las cadenas se derritieron como cera. Se abrieron las puertas de la prisión y san Pedro quedó libre.
San Simeón el Recibidor de Dios se tornó invisible, pero san Nicolás llevó a san Pedro a las fronteras del territorio griego. En recordándole su voto, san Nicolás se tornó invisible. Luego, san Pedro viajó a Roma para recibir la tonsura monástica ante la tumba del Santo Apóstol Pedro. Aún aquí san Nicolás no lo dejó sin su ayuda. Se apareció en un sueño al papa de Roma y lo informó de las circunstancias de la liberación de san Pedro del cautiverio, e instruyó al papa para que lo tonsurara para la vida monástica.
Al día siguiente, en medio de una multitud reunida para los Servicios Divinos, el papa exclamó en voz alta: “Pedro, tú que eres de tierras griegas y a quien san Nicolás libertó de la prisión en Samara, ven aquí a mí”. San Pedro se puso de pie frente al Papa, quien lo tonsuró para la vida monástica ante la tumba del Santo Apóstol Pedro. El papa enseñó a san Pedro las reglas de la vida monástica y mantuvo al monje a su lado. Luego, con una bendición, envió a san Pedro al lugar donde Dios lo había señalado que viajara.
San Pedro abordó un barco que navegaba hacia el Este. Los armadores, después de desembarcar, rogaron a san Pedro que fuera a orar a cierta casa, donde yacía enfermo el armador y toda la casa. San Pedro los sanó por medio de su oración.
La Santísima Madre de Dios se apareció en sueños a san Pedro y lo indicó el sitio donde debía vivir hasta el final de sus días: el Monte Athos. Cuando el barco llegó a Athos, se detuvo por sí solo. San Pedro se dio cuenta de que ese era el sitio al que debía ir y descendió a tierra. Ésto fue en el año 681. El Teóforo Pedro habitó en los lugares desolados de la Montaña Sagrada, sin ver a otra persona durante cincuenta y tres años. Su ropa se había hecho jirones, y en vez de ésta, su cabello y barba habían crecido de modo tal que cubrían su cuerpo.
Al principio san Pedro fue sometido pertinazmente a ataques demoníacos. Tratando de obligar al Santo a abandonar su cueva, los demonios a veces tomaban la forma de soldados armados, y otras veces de fieras y víboras que parecían dispuestas a despedazar al ermitaño. San Pedro venció los ataques demoníacos mediante la oración ferviente a Dios y a su Santa Madre. Entonces el enemigo recurrió al engaño. Apareciendo bajo la apariencia de un muchacho enviado a él desde su hogar natal, suplicó al monje con lágrimas que abandonara el desierto y regresara a su propio hogar. El Santo lloró, pero sin dudarlo respondió: “Aquí me han conducido el Señor y la Santísima Theotokos. No saldré de aquí sin Su permiso”. Al oír el Nombre de la Madre de Dios, el demonio desapareció.
Después de siete años, el diablo vino a san Pedro disfrazado de un ángel radiante y le dijo que Dios le ordenaba ir al mundo para la iluminación y salvación de las personas que necesitaban su guía. El versado asceta volvió a responder que sin el consentimiento de la Madre de Dios no abandonaría el desierto. El diablo desapareció y ya no se molestó en acercarse más al Santo.
La Madre de Dios se apareció a san Pedro en sueños acompañada de san Nicolás y dijo al valiente ermitaño que después de haber ayunado durante cuarenta días, un ángel lo traería el maná celestial. San Pedro ayunó, y al cuadragésimo día se fortaleció con el maná celestial, recibiendo fuerzas para otros cuarenta días de ayuno.
Una vez, un cazador que perseguía a un ciervo vio al hombre desnudo, cubierto de pelo y ceñido con hojas alrededor de la cintura. Sintió temor y estuvo a punto de huir, pero san Pedro lo detuvo y le contó su vida. El cazador pidió quedarse con él, pero el Santo lo envió a casa. San Pedro concedió al cazador un año para autoexaminarse y lo prohibió contarle a nadie sobre su encuentro.
Un año más tarde, el cazador regresó con su hermano, que estaba afligido por un demonio, y varios compañeros más. Cuando entraron en la cueva del Teóforo Pedro, vieron que ya había reposado. El cazador, con amargas lágrimas, contó a sus compañeros la vida de san Pedro. Su hermano, habiendo simplemente tocado el cuerpo del Santo, recibió curación. San Pedro durmió en el Señor en el año 734. Sus santas reliquias descansaron en el Monte Athos en el Monasterio de San Clemente. Durante el período iconoclasta las reliquias fueron escondidas y en el año 969 fueron trasladadas a la aldea tracia de Photokami.
San Pedro vio una vez en una visión a la Madre de Dios, y ella habló de Su dominio terrenal, el Monte Athos: “He elegido esta montaña... y la he recibido de Mi Hijo y Dios por heredad, para aquellos que deseen abandonar las preocupaciones y las luchas mundanas... Amo grandemente éste lugar. Ayudaré a aquellos que vienen a vivir aquí y que obran para Dios... y guardan Sus mandamientos... Aliviaré sus aflicciones y labores, y seré una aliada invencible para los monjes, guiándolos y protegiéndolos de manera invisible”.
Generaciones de monjes ortodoxos pueden dar fe de la veracidad de éstas palabras. La Madre de Dios es considerada la Abadesa de la Montaña Sagrada, no sólo de nombre, sino de hecho. Por tal razón, el Monte Athos es conocido como el “Jardín de la Theotokos”.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2023). Venerable Peter of Mount Athos. New York, Estados Unidos: OCA.
Comments