
MONASTERIO
DE LA
SANTA
MADRE DE DIOS


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«Elige la mansedumbre de Moisés
para que conviertas tu corazón
─que es una roca─
en un manantial de agua»
AMMA SINCLÉTICA

después que a Dios, a ti acudimos...
Si es de vuestro agrado, venid, pues, conmigo con el espíritu alegre, con el alma bien limpia y con espléndidas vestiduras. Vayamos juntos a recoger las apreciadísimas flores del jardín de la Madre de Dios, aspirando el suave olor que, a modo de incienso, se eleva desde los cálices de color de rosa, como bellamente lo expresa Salomón en los Cánticos, diciendo: ¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo formada de perfumes de mirra y de incienso y de toda especie de aromas? Y también: Ven del Líbano, esposa mía, ven del Líbano. Exhortémonos mutuamente a dirigirnos con presteza y diligencia a celebrar la festividad de la Madre de Dios, que ha de resultar provechosa para todos y obtenernos la salvación. Al postrarnos en el santuario, contemplemos a la niña que avanza hacia la segunda cortina, a María, la Virgen purísima y Madre de Dios, que ha extinguido la infecundidad de una mujer estéril y que, con la gracia de su nacimiento, ha puesto fin a las sombras de la letra de la Ley.
San Germán, arzobispo de Constantinopla
sobre la Entrada de la Santísima Madre de Dios.