conmemorado el sábado 04 de mayo de 2024.
HOMILIA DEL HUMILDE MONJE Y PRESBÍTERO JUAN DAMASCENO SOBRE EL SÁBADO SANTO.
Los limpios de corazón verán a Dios.
1. ¿Quién anunciará las proezas del Señor y dará a conocer todas sus alabanzas? ¿Quién describirá el mar ilimitado e inconmensurable de su bondad? ¿Quién podrá manifestar su inescrutable amor hacia sus siervos? ¿Quién será capaz de expresar su insondable condescendencia? ¿Quién podrá explicar su gran misericordia para con nosotros y la inefable protección que nos dispensa? Nadie podría hacerlo, ni aunque hablara las lenguas de los ángeles y de los hombres y poseyera toda la inteligencia humana. Por más que el espíritu esté pronto, la lengua es inhábil para expresarse y la mente se halla oscurecida y carece de la suficiente capacidad de comprensión. En efecto, el gran misterio de la obra salvadora de Dios no puede ser alcanzado por la razón, sino únicamente mediante la fe y para ello se requiere la pureza del alma, que no existe sino con el temor y el amor de Dios. En verdad la purificación del espíritu solamente se obtiene mediante el temor y el amor de Dios, y no es posible recibir la iluminación divina sin la previa purificación de la vista del alma.
Dios es inaccesible para los impuros; sólo los limpios de corazón verán a Dios, como lo dice Cristo, que es la verdad por esencia. Por eso cuando Dios antiguamente se apareció a Moisés en la visión de la zarza, lo primero que le ordenó fue quitarse las sandalias y, después de haberlo hecho, acercarse a contemplar aquel signo. El descalzarse significa eliminar los pensamientos mortales y terrenos. Por otra parte, mientras el monte Sinaí humeaba y cuando tenía lugar la entrega de las leyes divinas, no todos pudieron acercarse, pues la subida estaba reservada a quienes se sometieran a la purificación. Ahora bien, si incluso tratándose de unos símbolos, se preceptuaba la purificación de toda mancha, ¡cuánto más incontaminados y parecidos a Dios habrán de ser aquellos que quieran acercarse a las realidades que anteriormente fueron expresadas en figuras.
Purifiquémonos, pues, hermanos, de todo sentimiento terrenal, de todo desorden y de la vida agitada, a fin de poder acoger con todo su fulgor los resplandores de la palabra divina y alimentar nuestras almas con aquel pan espiritual que sustenta a los ángeles. Así, una vez que hayamos penetrado en los sagrados recintos, podremos comprender debidamente los divinos padecimientos de Aquel que es impasible, los cuales han proporcionado a todo el mundo la salvación.
Se manifiesta el amor de Dios.
2. Ahora se revela el misterio escondido desde siglos; ahora obtiene su cumplimiento el plan divino de la salvación y llega a su plenitud la obra de la encarnación del Verbo de Dios; ahora se pone de manifiesto el abismo del amor divino. El Verbo de Dios de tal manera ha amado al mundo, que, según la benévola decisión del Padre, ha condescendido en encarnarse y, siendo inmaterial, se ha revestido con la pesadez de un cuerpo material, a fin de que, habiendo experimentado los sufrimientos y la muerte en su naturaleza pasible, nos revistiera de impasibilidad a nosotros que estamos sujetos a los padecimientos. Por eso Él sufrió el hambre, la sed, el sueño, el cansancio, la tristeza, la angustia, el temor; cosas éstas que provienen del deseo natural de conservar la vida. Por eso mismo, Él aceptó la cruz, la pasión, y la muerte, del modo que corresponde a nuestra naturaleza. La condición humana, en efecto, está sometida a tales afecciones, que son inevitables para nosotros que hemos sido condenados a soportarlas. El Señor no rehusó el experimentar esos sentimientos, a fin de que, al ser dominados en Él, también en nosotros queden sujetados.
REFERENCIAS
San Juan Damasceno. (1996). Homilías Cristológicas y Marianas. Madrid, España: Editorial Ciudad Nueva.