conmemorado el 11 de noviembre.
El Santo Gran Mártir Menas (Mēnás), egipcio de nacimiento, fue oficial militar y sirvió en la región de Kotyaeion de Frigia bajo el mando del centurión Firmiliano durante el reinado de los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). Fue elogiado y admirado por su valentía en la batalla, su paciencia y su autodisciplina.
En 298, los emperadores publicaron un edicto ordenando la adoración a los ídolos. A los que servían en las legiones se les ordenó capturar y perseguir a los cristianos. Tan pronto como san Menas escuchó tal impío decreto, se quitó el cinturón de soldado (un signo de rango militar) y se retiró a una montaña por encima de Kotyaeion, donde vivió una vida ascética de ayuno y oración. Pasó mucho tiempo en el desierto, sufriendo grandes privaciones y trabajando en proezas de oración, ayuno y vigilias nocturnas. Así, el Santo se purificó de toda pasión del alma y del cuerpo.
Cuando su corazón se robusteció con el piadoso afán y su alma se colmó de amor por Dios, la Gracia divina vino sobre él y tuvo una visión. Consideró esto como una señal de que iba a seguir el camino del martirio. Por lo tanto, dejó la montaña y marchó hacia la ciudad, donde el pueblo celebraba una fiesta pagana.
En ese momento, san Menas tenía aproximadamente cincuenta años. Enhiesto en medio de la multitud, gritó: “Hay un solo Dios verdadero, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Sus ‘dioses’ son demonios, y sus ídolos han sido hechos por artesanos. Estos objetos inanimados no son más que metal, madera y piedra”.
Los que oyeron su voz abandonaron sus bailes y sus juegos y fueron a ver quién había desbaratado su fiesta idolátrica, admirándose de semejante osadía. Lo capturaron y lo golpearon, luego lo llevaron ante Pirro, el prefecto de la ciudad. Cuando vio a Menas, preguntó quién era y por qué provocaba tal alboroto. El Santo respondió: “Soy un egipcio, un siervo de Jesucristo, el Gobernante de todas las cosas. Fui soldado y serví en el Ejército Imperial durante la mayor parte de mi vida. Pero como el Emperador ha elegido seguir el camino de idolatría y perseguir a los cristianos, escogí morar con las fieras en el desierto antes que obedecer los impíos mandamientos de los que no conocen a Dios”.
Cuando el Prefecto escuchó sus palabras, se enfureció e hizo encarcelar al Santo.
A la mañana siguiente, Pirro instó a san Menas a regresar al Ejército, ofreciéndole restaurar su rango anterior si ofrecía sacrificios a los “dioses” paganos. Menas se negó, por lo que fue sometido al cruel tormento. El Prefecto lo instó a someterse al edicto y ofrecer sacrificio a los ídolos, pero el Mártir se mantuvo firme en su Fe, diciendo que jamás negaría a Cristo. Pirro ordenó más tormentos, pero al ver que no podía persuadir a san Menas, ordenó que lo sacaran de la ciudad y lo decapitaran. Mientras lo llevaban al lugar de la ejecución, pidió a sus amigos (quienes eran cristianos secretamente) que llevaran su cuerpo a Egipto para enterrarlo cuando la persecución hubiera cesado. Estos amigos recogieron las reliquias del Santo Mártir por la noche y las escondieron hasta que la persecución cesó. Más tarde, fueron llevados a Egipto y colocados en una iglesia dedicada a san Menas al suroeste de Alejandría.
San Menas recibió la corona del martirio en el año 304. Por la gracia de Dios continúa obrando milagros para quienes a él suplican con fe y amor. Es conocido por curar diversos males, por liberar a las personas de la posesión demoníaca, y es, más aún, un protector, especialmente en tiempos de guerra.
En 1942, el general Erwin Rommel había conquistado casi enteramente el norte de África y se dirigía hacia Alejandría. Los nazis habían llegado a El Alamein (una deformación del nombre del Santo Mártir Menas), donde acamparon para pasar la noche, con la intención de atacar Alejandría por la mañana. San Menas, sin embargo, no permitió que esto ocurriera. A la medianoche (23-24 de octubre), ciertas personas notaron que san Menas salía de su antigua iglesia conduciendo camellos al campamento alemán. Superadas por el pánico, la debilidad y la confusión, las tropas de Rommel huyeron. La batalla finalizó el 4 de noviembre con el enemigo en plena retirada. Se considera un punto de inflexión en toda la guerra. Más tarde, Winston Churchill dijo: “Antes de Alamein nunca tuvimos una victoria. Después de Alamein nunca tuvimos una derrota”.
Los aliados ofrecieron dicho sitio al patriarca Cristóforo de Alejandría para que pudiera reconstruir la iglesia de san Menas.
Rogamos a san Menas para conseguir su ayuda en la búsqueda de objetos perdidos.
REFERENCIAS
Orthodox Church in America. (2022). Martyr Menas of Egypt. New York, Estados Unidos: OCA.
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