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COMIENZO DE LA GRAN CUARESMA

principia el lunes, 18 de marzo de 2024.



COMIENZO DE LA GRAN CUARESMA.

POR PADRE ALEXANDER SCHMEMANN.

 

En la Iglesia Ortodoxa, al último domingo antes de la Gran Cuaresma, día en que, en las Vísperas, se anuncia e inaugura litúrgicamente la Cuaresma, se lo llama Domingo del Perdón. En la mañana del mismo, durante la Divina Liturgia, escuchamos las palabras de Cristo: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mt 6:14-15).


Tras las Vísperas, después de escuchar el anuncio de la Cuaresma en el Gran Proquímeno: “¡No apartes Tu rostro de tu hijo, porque estoy afligido! ¡Escúchame rápidamente! ¡Acércate a mi alma y líbrala!”, después de hacer nuestra entrada en la adoración Cuaresmal, con sus melodías especiales, con la oración de san Efrén el sirio, con sus postraciones ─nos pedimos perdón unos a otros, realizamos el rito del perdón y la reconciliación. Y mientras nos acercamos unos a otros con palabras de reconciliación, el coro entona los himnos pascuales, colmando la iglesia con la anticipación de la alegría pascual.


¿Cuál es el significado de tal rito? ¿Por qué la Iglesia quiere que comencemos la Cuaresma con el perdón y la reconciliación? Éstas preguntas son pertinentes porque para demasiadas personas la Cuaresma significa principalmente, y casi exclusivamente, un cambio de dieta, el cumplimiento de las normas eclesiásticas concernientes al ayuno. Entienden el ayuno como un fin en sí mismo, como una “buena obra” exigida por Dios y que lleva en sí su mérito y su recompensa. Mas la Iglesia no escatima esfuerzos para revelarnos que el ayuno no es más que un medio, uno entre muchos, hacia un fin superior: la renovación espiritual del hombre, su retorno a Dios, el verdadero arrepentimiento y, por ende, la verdadera reconciliación. La Iglesia no escatima esfuerzos para amonestar sobre un ayuno hipócrita y farisaico, contra la reducción de la religión a meras obligaciones externas. Como clama un himno de Cuaresma:

 

“¡En vano te alegras de no comer, oh alma!

Porque te abstienes de comer,

Pero de las pasiones no te purificas.

¡Si perseveráis en el pecado, realizaréis un vano ayuno!”.

 

Ahora bien, el perdón está en el centro mismo así de la fe como de la vida cristianas, porque el cristianismo mismo es, ante todo, la religión del perdón. Dios nos perdona, y su perdón está en Cristo, su Hijo, a quien nos envía para que, compartiendo su humanidad, participemos de Su amor y seamos verdaderamente reconciliados con Dios. Efectivamente, el cristianismo no tiene otro contenido sino el amor. Y es principalmente la renovación de ese amor, un crecimiento en él, lo que buscamos en la Gran Cuaresma, en el ayuno y la oración, en todo el espíritu y todo el esfuerzo de esa temporada. Por lo tanto, el verdadero perdón es tanto el comienzo como la condición adecuada para la temporada de Cuaresma.


Sin embargo, uno puede preguntarse: ¿Por qué debo realizar éste rito cuando no tengo “enemigos”? ¿Por qué debo pedir perdón a personas que no me han hecho nada y a quienes apenas conozco? Hacer estas preguntas es malinterpretar la enseñanza ortodoxa sobre el perdón. Es cierto que la enemistad abierta, el odio personal, la animosidad real pueden estar ausentes de nuestra vida, aunque si los experimentamos, puede ser más fácil para nosotros arrepentirnos, porque éstos sentimientos contradicen abiertamente los divinos mandamientos. Pero la Iglesia nos revela que hay formas mucho más sutiles de ofender el Amor Divino. Son la indiferencia, el egoísmo, la falta de interés por los demás, de cualquier preocupación real por ellos, en fin, ese muro que solemos erigir a nuestro alrededor pensando que siendo “corteses” y “amables” cumplimos los mandamientos de Dios. El rito del perdón es tan importante precisamente porque nos hace percatarnos, aunque sea por un minuto, de que toda nuestra relación con los demás hombres está equivocada, nos hace experimentar ese encuentro de un hijo de Dios con otro, de una persona creada por Dios. con otro, nos hace sentir ese “reconocimiento” mutuo que tanto falta en nuestro frío y deshumanizado mundo.


En esa tarde única, escuchando los gozosos cantos pascuales estamos llamados a hacer un descubrimiento espiritual: gustar de otro modo de vida y de relación con las personas, de vida cuya esencia es el amor. Podemos descubrir que Cristo, el mismo Amor Divino, siempre y en todas partes, está en medio de nosotros, transformando nuestra alienación mutua en fraternidad. A medida que avanzo hacia el otro, a medida que el otro avanza hacia mí, comenzamos a darnos cuenta de que es Cristo quien nos une por su amor por los dos.


Y porque hacemos éste descubrimiento, y porque éste descubrimiento es el del mismo Reino de Dios: Reino de Paz y de Amor, de reconciliación con Dios y, en Él, con todo lo que existe, escuchamos los himnos de esa Fiesta, que una vez al año “nos abre las puertas del Paraíso”. Sabemos por qué debemos ayunar y orar, qué buscaremos durante la larga peregrinación de Cuaresma.

 

Domingo del Perdón: el día en que adquirimos el poder de hacer nuestro ayuno, verdadero ayuno; nuestro esfuerzo, verdadero esfuerzo; nuestra reconciliación con Dios, verdadera reconciliación.



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Beginning of Great Lent. New York, Estados Unidos: OCA.

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