EL REINADO DE LA REALEZA INCREADA DE DIOS ES REALEZA DE SANGRE.
Por Savas el Aghiorita, Archimandrita y Médico.
Durante los tiempos del Señor había entre los judíos la esperanza viva sobre el reinado de la Realeza de Dios, pero el pueblo albergaba percepciones groseras sobre esta. El Señor cuando salió en acción pública inmediatamente anunció que Su obra es el establecimiento del reinado de la realeza increada dentro en todos los hombres, porque con la caída de los primeros en ser creados y a causa de los pecados del mundo, la vida había perdido el ritmo y su destino y los hombres no vivían ya según la voluntad de Dios: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reinado de la realeza (increada) de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lc 4,43).
El Señor enseñó a los hombres con precisión, claridad y fuerza de que deben considerar a Dios como Padre de ellos, del Cual esperan con fe todo y al Cual deben amar con toda su psique y diania, con todo su corazón y toda la fuerza de la voluntad, más que ninguna otra cosa buena. La vida de cada uno debe ser dios-céntrica. La voluntad divina siempre debe dominar en la vida y dirigir en agapi (amor desinteresado). Las percepciones humano-céntricas y jurídicas de los judíos, en las que la justicia y la protección de Dios dependían de sus propios esfuerzos e intentos y del cumplimiento de la Ley, ya no tenían lugar sobre la Realeza increada de Dios y la vida dios-céntrica de la enseñanza del Señor.
Aparte de estas concepciones y percepciones, el Señor rechazó también los elementos mundanos, placenteros y nacionalistas que había en la enseñanza de sus contemporáneos judíos sobre el reinado de la realeza increada de Dios. La Realeza increada de Dios tal y como nos la ha apocaliptado-revelado el Señor es espiritual (energía increada), interior y contraria del brillo, de la fuerza y de la gloria exterior de los reinos del mundo y de las autoridades mundanas que le gobiernan. Y los medios para la transmisión de la Realeza increada de Dios son espirituales, pero también los fines, los bienes, las bendiciones y los regalos de ella son espirituales, increados, incorruptibles y supracósmicas, totalmente distintos de las esperanzas y exigencias de los judíos y de las cualidades e ideas de los reinos terrenales. «El reinado de mi realeza no proviene de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo mis súbditos hubiesen luchado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero el poder y energía de mi realeza no proviene de este mundo ni está basada en las armas, sino del cielo» (Jn 18,36), decía el Señor. A causa de esta oposición el Señor desde el principio fue negado y perseguido por los judíos, los nacionales y por el nuevo principio de la vida humana que Él predicaba.
Pero aparte de estas diferencias, la nueva y principal característica del kerigma del Señor sobre la Realeza increada de Dios es que esta se enseñaba y se presentaba como algo que ya se había comenzado a difundir y a imponerse con la aparición del Señor. Nuestro Cristo declaró explícitamente que en Su persona, con Su enseñanza y Su obra, comenzaron a realizarse las promesas de Dios formuladas al Antiguo Testamento sobre el futuro Mesías o Salvador de la humanidad y sobre los años mesiánicos. El Mismo Señor Jesús es el Mesías: “YoSoY (el Mesías) el que te habla” (Jn 18, 36). También delante de Pilatos habla sobre la Realeza increada de Dios como Su propia Realeza: “El reinado de mi realeza no proviene de este mundo” (Jn 18,36), decía el Señor.
Por lo tanto, la Realeza increada de Dios comenzó con la presencia del Señor en nuestro planeta y con Su obra redentora, y de forma gradual se extiende, se impone y se espera a aparecer en el siglo futuro con toda su doxa (gloria increada, luz de luces) y perfección. “Mas si por el dedo de Dios (es decir, el Espíritu Santo) yo echo fuera los demonios, ciertamente la realeza increada de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 11,20), decía el Señor a los que Le calumniaban. Lo ésjato1 (último, postrero) se hizo también presente, mientras que el presente tomó a la vez contenido esjatológico; cada praxis nuestra del presente tiene efecto en la eternidad. No existen praxis éticas indiferentes, podríamos decir, ni esjatológicamente operaciones indiferentes; cada praxis nuestra nos conduce o nos aleja o nos excluye de Su Realeza increada si no hay metania. Por eso que la esjatología cristiana ortodoxa se puede calificar como esperada y paralelamente como realizada: “Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1Jn 3,2). El Ladrón en la cruz rogó a Cristo al acordarse de él cuando venga con Su Realeza, el Cristo le aseguró que: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 42-43).
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Hieromonje Savas el Aghiorita
Traducido por: Jristos Jrisoulas, www.logosortodoxo.com
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