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GRAN Y SANTO LUNES

conmemorado el lunes 29 de abril de 2024.


SEMANA SANTA: EXPLICACIÓN LITÚRGICA DE LOS DÍAS DE LA SEMANA SANTA

por el Protopresbítero Aleksandr Dimitrievich Schmemann.


3. LUNES, MARTES, MIÉRCOLES: EL FIN

 

Éstos tres días, que la Iglesia llama Grandes y Santos, tienen dentro del desarrollo litúrgico de la Semana Santa una finalidad sumamente definida. Sitúan todas sus celebraciones en la perspectiva del Fin de los Tiempos; nos recuerdan el significado escatológico de la Pascua. Las más de las veces, a la Semana Santa se la considera una de las “hermosas tradiciones” o “costumbres”, una manifiesta “porción” de nuestro calendario. Lo damos por sentado y lo disfrutamos como un preciado evento anual que hemos “observado” desde la infancia, admiramos la belleza de sus servicios, la pompa de sus ritos y, por último, mas no menos importante, gustamos del revuelo sobre la mesa pascual. Y luego, cuando todo esto está hecho retomamos nuestra vida ordinaria. Pero, ¿entendemos que cuando el mundo rechazó a su Salvador, cuando “Jesús comenzó a estar triste y grave... y su alma estaba muy triste hasta la muerte”, cuando murió en la Cruz, la “vida ordinaria” llegó a su fin? y es posible no más. Porque hubo hombres “ordinarios” que gritaron “Crucifícale”, que lo escupieron y lo clavaron en la Cruz. Y lo odiaron y lo mataron precisamente porque estaba perturbando su vida ordinaria. De hecho, era un mundo perfectamente “ordinario” que prefería las tinieblas y la muerte a la luz y la vida... Por la muerte de Jesús, el mundo “ordinario” y la vida “ordinario” fueron irrevocablemente condenados. O más bien revelaron su verdadera y anormal incapacidad para recibir la Luz, el terrible poder para el mal en ellos. “Ahora es el Juicio de éste mundo” (Jn 12:31). La Pascua de Jesús significó el fin de “éste mundo” y ha permanecido en su fin desde entonces. Éste fin puede durar cientos de siglos, pero ésto no altera la naturaleza del tiempo en el que vivimos como el “último tiempo”. “Porque la apariencia de éste mundo se pasa” (1 Co 7:31).

Pascha significa pascua, paso. La Fiesta de la Pascua era para los judíos la conmemoración anual de toda su historia como salvación, y de la salvación como paso de la esclavitud de Egipto a la libertad, del destierro a la tierra prometida. También fue la anticipación del paso final: al Reino de Dios. Y Cristo fue el cumplimiento de la Pascua. Realizó el último paso: de la muerte a la vida, de éste “viejo mundo” al nuevo mundo al nuevo tiempo del Reino. Y abrió para nosotros la posibilidad de éste pasaje. Viviendo en “éste mundo” ya podemos ser “no de éste mundo”, es decir, estar libres de la esclavitud a la muerte y al pecado, partícipes del “mundo venidero”. Pero para ésto también debemos realizar nuestro propio paso, debemos condenar al viejo Adán en nosotros, debemos revestirnos de Cristo en la muerte bautismal y tener nuestra verdadera vida escondida en Dios con Cristo, en el “mundo venidero...”

Y así la Pascua no es una conmemoración anual, solemne y hermosa, de un acontecimiento pasado. Es éste Acontecimiento mismo mostrado, dado a nosotros, como siempre eficaz, siempre revelando nuestro mundo, nuestro tiempo, nuestra vida como llegando a su fin, y anunciando el Comienzo de la nueva vida... Y la función de los tres primeros días de la Semana Santa es precisamente interpelarnos con éste sentido último de la Pascua y prepararnos para su comprensión y aceptación.

 

1.       Éste desafío escatológico (que quiere decir de las «realidades últimas», decisivo, final) se revela, en primer lugar, en el tropario común de éstos días:

 

TROPARIO ─TONO 8 (PLAGIO 4°)

¡He aquí que el Novio viene a medianoche! Bienaventurado el siervo que encuentre velando, mas indigno es el que esté descuidado. Cuida, alma mía, de no caer en profundo sueño para no ser entregada a la muerte y arrojada fuera del Reino; mas vela clamando: ¡santo, santo, santo eres, oh Señor!

 

La medianoche es el momento en que el día anterior llega a su fin y comienza un nuevo día. Es, pues, el símbolo del tiempo en que vivimos como cristianos. Porque, por un lado, la Iglesia todavía está en Éste mundo, compartiendo sus debilidades y tragedias. Pero, en cambio, su verdadero ser no es de éste mundo, pues es la Esposa de Cristo y su misión es anunciar y revelar la venida del Reino y del nuevo día. Su vida es una perpetua vigilia y espera, una vigilia apuntada al alba de éste nuevo día. Pero sabemos cuán fuerte es todavía nuestro apego al “viejo día”, al mundo con sus pasiones y pecados. Sabemos cuán profundamente todavía pertenecemos a “éste mundo”. Hemos visto la luz, conocemos a Cristo, hemos oído hablar de la paz y el gozo de la nueva vida en Él y, sin embargo, el mundo nos mantiene en su esclavitud. Ésta debilidad, ésta constante traición a Cristo, ésta incapacidad de dar la totalidad de nuestro amor al único objeto verdadero del amor, se expresa maravillosamente en el Exapostelario de éstos tres días:

 

Veo tu cámara nupcial adornada, oh Salvador. Y no puedo en ella entrar, que el atavío no tengo yo. Haz brillar Tú la vestidura de mi alma, oh Dador de luz, y sálvame.

 

2.      El mismo tema tiene un mayor desarrollo en las lecturas del Evangelio de los dichos días. En primer lugar, en las Horas (1, 3, 6 y 9) se lee todo el texto de los cuatro Evangelios (hasta Jn 13:31). Ésta recapitulación muestra que la Cruz es el punto culminante de toda la vida y ministerio de Jesús, la Clave para su correcta comprensión. Todo en el Evangelio conduce a ésta última hora de Jesús y todo debe entenderse a su luz. Luego, cada servicio tiene su lección especial del Evangelio:

 

LUNES:

EN MAITINES: Evangelio según san Mateo 21:18-43 ─la historia de la higuera, el símbolo del mundo creado para dar frutos espirituales y fallando en su respuesta a Dios.

EN LA LITURGIA DE LOS DONES PRESANTIFICADOS: Evangelio según san Mateo 24: 3-35: el gran discurso escatológico de Jesús. Las señales y el anuncio del Fin. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán…”

 

Cuando el Señor iba a su Pasión voluntaria, dijo a sus discípulos en el camino: «He aquí que subimos a Jerusalén, y será entregado el Hijo del Hombre según está escrito de Él». Vamos nosotros también, acompañémoslo con corazón purificado; crucifiquémonos con Él y muramos por Él a los placeres de la vida, para también vivir con Él y oírle decir: «¡Ya no subiré más a la Jerusalén terrenal a padecer, sino a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios; y los elevaré conmigo a la Jerusalén celestial en el Reino de los cielos!»



REFERENCIAS

Orthodox Church in America. (2023). Great and Holy Monday. New York, Estados Unidos: OCA.

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